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COLUMNA
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La magia de la Navidad

La historia del supuesto regalo de la Casa Blanca a Laura Borràs es un ejemplo de la confusión entre deseo y realidad que ha vaciado la institucionalidad del Parlamento catalán desde hace una década

Laura Borras
La presidenta del Parlament de Cataluña, Laura Borràs.Quique García (EFE)
Jordi Amat

El jueves 23 de diciembre se celebró en el Parlament de Catalunya el debate sobre la ley de presupuestos y las medidas de acompañamiento para el año que empezó este sábado. A última hora de la tarde, cuando la mayoría de parlamentarios presentes en la sesión se habían marchado ya del palacio y apenas quedaban unos pocos técnicos, pudo verse a la presidenta Laura Borràs moviendo las ramas del majestuoso abeto que este año se ha colocado a iniciativa suya.

El árbol mide cinco metros y ha sido cedido por una asociación —CANAC— que reúne a productores de abetos navideños del Montseny. Los encargados de su instalación fueron técnicos de la Fira de l’Avet que cada año se celebra en Espinelves. El lugar elegido fue un extremo del vestíbulo de entrada, junto a la escalera noble que lleva al piso desde donde se accede al hemiciclo. La decoración es la tradicional. Luces, lazos dorados. Pero también unas postales de colores donde pueden leerse citas de clásicos de la literatura catalana. Son unas postales que Borràs misma encargó cuando dirigía la Institució de les Lletres Catalanes.

Durante ese jueves, Borràs recibió un obsequio del Consulado de Estados Unidos en Barcelona: una medalla donde aparece dibujado el árbol de Navidad que se colocó en una de las estancias de la Casa Blanca durante la presidencia de Lyndon Johnson. Lo recibió ella y, como cada año, lo recibieron contactos institucionales del consulado en la ciudad. Pero, ya sea por interés o por inocencia, para despedir el año Berlanga o porque sintió la magia de la Navidad, ella, mientras colocaba la medalla en el árbol del Parlament, repetía que se trataba de un obsequio de la Casa Blanca a la Cámara catalana. Estaba tan sorprendida como feliz. ¿Cómo no iba a colgarse ella misma la medalla?

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Un avispado cronista del diario digital El Món, que también salía tarde del Parlament, la vio hurgando en el árbol, le preguntó qué hacía y tuvo la rapidez informativa de publicar una noticia pasados cuatro minutos de las nueve de la noche. “Regalo sorpresa para la Cámara catalana. La presidenta del Parlament, Laura Borràs, ha recibido un paquete del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, como felicitación de las fiestas de Navidad y Año Nuevo. En concreto, una medalla de la Casa Blanca, el centro del poder Ejecutivo norteamericano”.

El día después, Nochebuena, pocas horas antes de la cena, se colgó un mensaje en primera persona desde la cuenta institucional en Twitter de la presidenta Borras. Daba las gracias por el obsequio al Consulado, claro, pero antes a Joe Biden y a la Casa Blanca. El tuit lo acompañan cuatro fotografías. En una aparece la cubierta de la cajita en cuyo interior hay una bandeja de cartón donde está colocada la medalla. En otra fotografía se lee la frase impresa en el reverso de la medalla; en otra se ve la caja, la bandeja y la documentación. Y en la otra fotografía se la ve a ella, en el instante en el que está colgando el obsequio en su árbol. Desinformación y un ego sonriente dando la bienvenida a Mr. Marshall. El choteo, como es natural, se descontroló.

La medalla en cuestión es uno de los productos que por unos pocos dólares comercializa la White House Historical Association, una entidad privada que fundó la primera dama Jacqueline Kennedy y cuyo propósito es proteger y dar a conocer la historia del edificio. El Consulado barcelonés, como otras instancias diplomáticas, dispone de decenas de dichas cajas y las utiliza para desear unas buenas fiestas. También a la presidenta del Parlament, que quiso zanjar la polémica un día antes de los Santos Inocentes colgando una nueva foto donde se veía el tarjetón de felicitación del consulado. Pero esa aclaración no ocultaba lo grotesco. Porque este cuento de Navidad revela, ya como farsa, la confusión entre deseo y realidad que ha vaciado la institucionalidad del Parlamento catalán desde hace una década.

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Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Ejerce la crítica literaria en 'Babelia' y coordina 'Quadern', el suplemento cultural de la edición catalana de EL PAÍS.

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