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Columna
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Una muy estable inestabilidad

Aprobado el presupuesto, el Gobierno gana tiempo y la oposición corre el riesgo de agotar al personal con su gritona frivolidad

La vicepresidenta segunda del Gobierno y Ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz y el papa Francisco, durante un encuentro en la Biblioteca Apostólica del Vaticano, el pasado 11 de diciembre, en Roma (Italia).
La vicepresidenta segunda del Gobierno y Ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz y el papa Francisco, durante un encuentro en la Biblioteca Apostólica del Vaticano, el pasado 11 de diciembre, en Roma (Italia).POOL / Vatican Media / Spaziani / Europa Press (Europa Press)
Josep Ramoneda

“Ha sido emocionante”, ha dicho Yolanda Díaz después de ser recibida por el Papa Francisco en el Vaticano. Un encuentro sorpresa, que pilló a contrapié a Casado y a Ayuso, adelantados por la izquierda en un territorio que consideraban suyo. El mundo al revés, Ayuso, la voz vibrante de la derecha, se indignó con el Papa Francisco por condenar los pecados cometidos por la Iglesia católica durante la conquista de América, la cara amable de la izquierda que gobierna con el PSOE, se acerca al Vaticano. Lo que va de las patrias a las personas. Yolanda Díaz está trazando un camino para liderar el abigarrado coctel de siglas a la izquierda del PSOE buscando ampliar el espacio, para ser menos deudora de los que están allí instalados y estar menos amenazada por la psicopatología de las pequeñas diferencias que tanto dañan a la izquierda. Hay en su estrategia un intento de alcanzar sectores de las clases populares atraídos por el ruido de la extrema derecha, en un momento en que impera la dinámica de bloques. Una aventura a seguir, en una partida con las cartas muy marcadas.

Pablo Casado va a Cataluña para exigir a Pedro Sánchez que aplique algo así como un 155 lingüístico a Cataluña, después de un viaje a Sudamérica que puso de manifiesto la inseguridad que le habita atrapado por el fuego amigo.

En política, no es fácil encontrar el tono en tiempos en que los ciudadanos nos hemos convertido en habitantes de la pantalla y los que mandan, en expresión de Javier Echevarría, son “los señores del aire”.

En el bloque de la derecha: Abascal y Ayuso, cada uno por su lado, van a piñón fijo, sin miedo a exhibir sus complicidades. Y Pablo Casado no puede evitar sentirse acosado. Y se le nota, porque está perdiendo la voz propia.

Al otro lado, Pedro Sánchez, plano en la comunicación, impasible ante el ruido de una derecha muy gritona, mantiene su crédito por su innegable sentido de la oportunidad, que, en su día, le permitió cargarse a la vieja guardia del PSOE que le daba por amortizado y tumbar al negacionista Rajoy por no haber ejercido sus responsabilidades en la corrupción del PP, con una moción de censura que nadie esperaba. Este es su capital. A su lado, la recomposición post-Iglesias de la izquierda, en la que el grupo de mujeres que lidera Yolanda Díaz ha abierto camino; y el variado carrusel de pequeños grupos que sostienen la mayoría parlamentaria, dónde los independentistas catalanes juegan sus cartas negociadoras, ante la impostada indignación de la derecha, anuncian la continuidad de una muy estable inestabilidad.

Aprobado el presupuesto, el Gobierno gana tiempo y la oposición corre el riesgo de agotar al personal con su gritona frivolidad. ¿Puede en un futuro funcionar el tránsito entre bloques (por vía directa o por abstención)? Ahora mismo, el PP depende de Vox, y difícilmente podrá contar con los demás.

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