Recuperación sólida y desigual
La fortaleza global del crecimiento económico convive con sectores más frágiles y una inflación al alza pero sin alarmismo
La economía española se encuentra en una fase de recuperación sólida, pero desigual. Exhibe zonas de riesgos y conviene prevenir algunos peligros para familias, empresas y bancos. El reciente Informe de Estabilidad Financiera del Banco de España destaca también la mejora registrada desde abril. Muestra la ponderación analítica de una entidad que no evita rebajar —hace escasos días— sus proyecciones de crecimiento y las del Gobierno, con el consiguiente debate sobre cómo adaptar el presupuesto en ciernes al nuevo escenario. Pero no le duele señalar también la fortaleza global de la recuperación pospandémica, e incluye en ella sus debilidades sectoriales.
Dicho más llanamente: el escenario macroeconómico resulta tranquilizador, pero señala a la vez a varios rincones menos brillantes o, cuando menos, aquellos que recorren hoy una recuperación más lenta. Se trata, sobre todo, de la hostelería, el transporte o la automoción. La causa de esta fragilidad actual no es ajena, evidentemente, al hecho de que sufrieron más que otros sectores en la fase álgida de la crisis pandémica. En particular sucede eso con la fabricación de automóviles. El sector se enfrenta a cuellos de botella de materias primas y componentes (en particular, microchips), asociados a su acaparamiento en otras zonas geográficas, pero paradójicamente viene impulsado por la misma recuperación. Este es, y será durante unos meses, el más imprevisible e incómodo caballo de batalla de la economía con consecuencias inevitables porque afecta a muchas ramas manufactureras y, en cascada, a la distribución comercial y otros servicios.
Aunque esos rincones débiles sean importantes, no deslucen el tono general de la recuperación. Cabe reseñar además algunas novedades infrecuentes en las crisis en España, como la ausencia total de burbuja inmobiliaria, con alzas moderadas de los precios y una actividad hipotecaria continuada pero moderada en su expansión. De momento, es también reseñable la contención de la morosidad bancaria. Habrá que estar atentos a los vencimientos y renovaciones de los créditos ICO arbitrados durante la recesión. Y aunque es cierto que aumentan los sujetos a especial vigilancia, pues prefiguran una nueva morosidad, esta se atiene ahora mismo a menos de un 2%, muy por debajo de la media. Si los bancos siguen la senda de prudencia y capitalización marcadas, no hay que esperar daños mayores si se mantiene esa misma pauta. Tampoco será fácil mantener la paciencia cuando los costes a empresas y familias se disparan, pero la moda del catastrofismo debería ser solo eso, una moda. Pese al crecimiento súbito de la inflación aparente, el economista jefe del BCE, Philip Lane, ha defendido con acierto y rigor ese mismo criterio contraalarmista en su reveladora entrevista con EL PAÍS. El alza de precios no es menor, en efecto, pero si los agentes económico-sociales no reaccionan de forma compulsiva o descontrolada, nada hace imaginar hoy que no vaya a remitir en pocos meses.
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