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COLUMNA
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El espíritu de ETA

El reciente ejercicio de cinismo de Otegi prueba que el espíritu de la banda terrorista sigue ahí. Su eliminación es todavía una asignatura pendiente

Arnaldo Otegi participa en un coloquio en Eibar.
Arnaldo Otegi participa en un coloquio en Eibar.EH bildu
Antonio Elorza

Liliana Segre, superviviente de Auschwitz, acaba de recordarlo: “La justicia nunca es venganza”. Pero tampoco admite el olvido. La aspiración de justicia se apoya en “el reconocimiento, la verdad y la memoria” para evitar que sobrevivan las ideas que impulsaron el terror y la mentalidad de indiferencia que hizo posible su dominio sobre una sociedad.

Las observaciones de la senadora italiana son aplicables al debate sobre el balance de ETA. Desde el PSOE hasta Bildu, pasando por el PNV, prevalece la idea, reflejada en el Memorial de Vitoria, según la cual ETA fue una pesadilla trágica, surgida en el franquismo, bajo un cielo sereno que ahora es recuperado. La reconciliación y el olvido hacen posible la alianza de Pedro Sánchez con el PNV y los herederos del Mal. Otra cosa sería ceder al revanchismo de la derecha. El reconocimiento de las víctimas se detiene ante el rechazo de su eventual exigencia de justicia. No hay que mirar al pasado.

De cara a la historia, eso significa reescribir el fin de ETA, con Zapatero-Eguiguren en héroes inmerecidos para así avalar el entendimiento PSOE-Bildu. Y sobre todo ignorar que la ideología del odio nacida con Sabino Arana, desemboca en el terror por ETA, amén de ser fuente de la ambivalencia del PNV. Un hilo negro ignorado sin más, y con respaldo institucional y académico, orientado a disociar de ese origen a PNV y Bildu. Dictamen final de consolación: ETA fracasó, cuando por efecto de la intimidación reinante en los años de plomo, sus herederos y el PNV, ejercen un dominio absoluto en la escena política de Euskadi.

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Sin terrorismo, hay paz. Cierto, pero esto no significa que bajo esa saludable paz, no gocen de buena salud los signos de que la estrecha vinculación con ETA es todavía seña de identidad de la izquierda abertzale. Los ongi etorris están ahí para que el que quiera entender, y en la manifestación prolibertad de los presos de Donostia no faltaron peneuvistas guipuzcoanos, portadores de aquel alineamiento implícito con el terror de su líder, cuando eludió dar el pésame a la viuda de la víctima, López de Lacalle, la cual antes fuera su andereño en la ikastola de Hernani. Maixabel Lasa fue testigo del relato, y precisamente su película prueba que la reconciliación es posible, siempre que se sustente en la sinceridad. Solo que por desgracia no cabe generalizar, cuando la mayoría de antiguos verdugos, Otegi incluido, se niegan a rechazar, sin eufemismos, la estrategia terrorista etarra. Su reciente ejercicio de cinismo, con el pésame mirando al PSOE para luego hablar claro a los suyos, prueba que el espíritu de ETA sigue ahí. Su eliminación es todavía asignatura pendiente.

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