Ser la mejor o ser la segunda
Una sociedad donde todos quieren ser los mejores, será una hecha a base de solitarios y solitarias
“Mi hija quiere ser segundo violín. No primero ni solista, ella lo que quiere es tocar tranquila, en segundo plano, porque eso le hace feliz”. Así empezaba una de las cartas a la directora que la semana pasada se publicó en el periódico bajo el título La felicidad del segundo violín. Carta que ha corrido como la pólvora en Twitter dando lugar a miles de retuits en distintos posts así como a un interesante debate no solo sobre el papel de cada instrumento en la orquesta sino también sobre la diferencia entre los primeros y los segundos, entre los mejores y todos los demás.
Vivimos en un mundo donde competir para ser la mejor es una máxima que nos atraviesa pero, al mismo tiempo, cada vez son más las voces que sugieren que esta forma de entender la excelencia nos hace infelices y empobrece nuestra sociedad. Por eso el deseo de esta joven violinista unido al excelente título de la carta, La felicidad del segundo violín, ha funcionado como una liberación para muchos. “La sociedad da por hecho que un segundo violín es un solista frustrado”, resumía @jl_sastre en un hilo sobre el tema. Sin embargo, la satisfacción de esta simbólica violinista nos sugiere que tal vez las frustradas sean las primeras.
Ser la mejor es siempre separarse de los demás, es una carrera hacia la soledad y el aislamiento. Porque nunca hay dos mejores, así que esa mejor estará sola en su imaginación y padecerá esa soledad en su corazón. Uso aquí el femenino en honor a la joven que ha abierto el debate, pero evidentemente aplica también para el masculino. Una sociedad donde todos quieren ser los mejores, será una hecha a base de solitarios y solitarias.
Quien esté decidido a ser la mejor leerá la sociedad en términos de competencia y por tanto en términos de obstáculos y problemas así que la de “el mejor” es una estructura de conflagración civil problemática para crear grupos y solidaridad. El ejemplo del violín es realmente hermoso en este sentido porque alumbra el hecho de que quien desea de corazón formar parte de una orquesta, de algo más grande que una misma, no anhela ser “la mejor de” sino “ser parte de”. Y eso es lo que la joven ha llamado “segundo violín”. Ojalá todos los solistas hubieran alcanzado su posición en la orquesta deseando alguna vez, más que ninguna otra cosa, ser parte de ella en vez de ser la mejor parte.
Porque, por otro lado, no hay forma de saber quién es la mejor o el mejor salvo por los signos que le asignan el poder, el dinero o la política, que suelen traducirse siempre en signos materiales. “Todos son necesarios, solistas y segundos, pero no todos tienen igual valor, porque no todos pueden sustituirse con la misma facilidad” protesta @yanosvale7 dentro del hilo. Y añade: “Esta fobia a la gente brillante y que se esfuerza por encima de la media suena a complejo”. Sin embargo, es evidente que la joven violinista no escribe desde la falta de talento o desprestigiando la idea de ser la mejor en sentido ético, intelectual y espiritual que también pudiera impulsar el noble deseo de “ser la mejor”. La carta y los aplausos que ha despertado, los miles de tuits, retuits y comentarios protestan contra la idea de ser la mejor dentro de las convenciones aceptadas en nuestra sociedad: producción y trabajo. Y por ahí la mejor no es nada más que la hormiga reina, sierva del hormiguero. Qué alegría saber que en el hervidero humano palpita la resistencia.
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