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La llave maestra del poder global

La disputa por Taiwán no es solo territorial, incluye todas las aristas de un conflicto incontrolable. Sobre la isla pende la amenaza de una guerra entre dos superpotencias nucleares

La presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, tras su reelección en enero de 2020.
La presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, tras su reelección en enero de 2020.Chan Long Hei/SOPA Images via ZU (Chan Long Hei/SOPA Images via ZU)
Lluís Bassets

De atender a la escalada verbal e incluso militar entre Washington y Pekín, Taiwán, de superficie algo mayor que Cataluña y 23 millones de habitantes, es la llave maestra de la hegemonía asiática e incluso global. No es una novedad, puesto que observadores de primer nivel vienen señalándolo desde hace años. Paul Wolfowitz, que formó parte de los equipos de George Bush hijo, adjudicó a la isla un papel similar al del Berlín dividido durante la Guerra Fría. Robert Kaplan, el redescubridor de la geopolítica, aseguraba hace más de siete años que “si la independencia de facto de Taiwán se viera comprometida, aliados como Japón y Australia, incluyendo todos los países ribereños del mar de China Meridional, reformularían sus preferencias de seguridad y se acomodarían perfectamente al ascenso de China” (Asia’s cauldron. The South China Sea and the End of a Stable Pacific. Random House).

Cuando escribió su libro, faltaba mucho para la caída de Afganistán en manos de los talibanes, Donald Trump no era todavía candidato ni había impugnado la política oficial de Estados Unidos de reconocimiento de una sola China. Regía el principio de un solo país, dos sistemas y Hong Kong era libre. Tsai Ing-wen, la actual presidenta, no había alcanzado la máxima magistratura con su programa nacionalista, en favor de una identidad taiwanesa diferenciada. No había arrancado el Quad, la alianza de Washington con Japón, India y Australia, ni tampoco el Aukus, con Australia y Reino Unido. El recién llegado Xi Jinping estaba lejos de asentarse como presidente todopoderoso y sin límite de mandatos. Regía la política exterior de Deng Xiaoping, bajo el lema maquiavélico de “esconder tus capacidades y esperar el momento adecuado”.

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La disputa no es solo territorial, sino que incluye todas las aristas de un conflicto incontrolable. Históricamente, es el último retazo de un antiguo imperio que Pekín quiere recuperar tras el siglo de humillación colonial. Económicamente, es el primer productor de michochips, esenciales para la industria global. Geográficamente, es la puerta del mar de la China Meridional, que desagua en el estrecho de Malaca y concentra una tercera parte del tráfico marítimo global. Ideológicamente, es el escaparate democrático y liberal frente al modelo autoritario de partido único.

Inquietan los movimientos militares cada vez más arriesgados de unos y de otros. También las palabras de dirigentes de ambas orillas, que dan por segura una confrontación militar dentro de la actual década. Xi se juega su ambición y su programa. Joe Biden, la presencia de Estados Unidos en Asia e incluso la hegemonía en el mundo. Una anexión como la de Crimea por Rusia sería la definitiva inauguración del siglo imperial de la China comunista. Como en el Berlín del bloqueo soviético de 1949 y de la construcción del Muro en 1961, sobre Taiwán pende la amenaza de una guerra entre dos superpotencias nucleares.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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