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Taiwán planta cara a Pekín reforzada por el pulso entre Estados Unidos y China

La presidenta Tsai Ing-wen reitera en su discurso de investidura el rechazo a las propuestas chinas de unificación

Macarena Vidal Liy
La presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, pronuncia su discurso de investidura tras jurar el cargo en su segundo mandato
La presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, pronuncia su discurso de investidura tras jurar el cargo en su segundo mandatoHANDOUT (AFP)

Las ásperas relaciones de los últimos cuatro años entre China y Taiwán parecen encaminadas a volverse aún más tensas. La investidura de la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, que ha comenzado este miércoles su segundo mandato reiterando su oposición a las propuestas chinas de unificación, ha añadido un nuevo acto al largo culebrón, de tono cada vez más agrio, de la rivalidad entre Pekín y Washington, el principal valedor de Taipéi.

A medida que la relación entre los dos colosos mundiales se ha deteriorado, más se han ido estrechando los lazos entre los Gobiernos en Estados Unidos y Taiwán. En su gesto más reciente hasta ahora, Washington avalaba, pese a la oposición de Pekín, devolver a la isla su condición de observadora en la Asamblea Mundial de la Salud, el órgano decisorio de la OMS, una solicitud que Taiwán finalmente ha pospuesto para los próximos meses. También ha logrado que el gigante de los semiconductores taiwanés TSMC anuncie la construcción de una planta en Arizona, algo que acerca a esa compañía tecnológica clave al lado estadounidense y la aleja del chino cuando Washington ha reabierto su acoso hacia la china Huawei.

Este miércoles, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, enviaba un cordial mensaje de felicitación que se leyó en la investidura. “Mirando hacia el futuro, tengo confianza en que, con la presidenta Tsai al timón, nuestra alianza con Taiwán seguirá floreciendo”, aseguraba. Era, según Taipéi, la primera vez en que un funcionario estadounidense de tan alto rango enviaba sus enhorabuenas.

Y China, que considera a Taiwán parte de su territorio y no renuncia a la unificación por la fuerza, respondió con furia. Su Oficina de Asuntos Taiwaneses consideró que la unificación “es una inevitabilidad histórica” y advirtió a Estados Unidos de “medidas de respuesta”, sin precisar más. Su Ministerio de Defensa subrayó que las felicitaciones de Pompeo “ponen en grave peligro las relaciones entre los dos países y los dos ejércitos, y perjudican gravemente la paz y la estabilidad en el estrecho de Taiwán”.

En su discurso de investidura, Tsai, que ganó la reelección en enero cómodamente con la promesa de plantar cara a Pekín, reiteró su rechazo a las reclamaciones de soberanía de China. Las propuestas de unificación de Pekín, que ofrece a Taiwán una autonomía similar a la que mantiene Hong Kong, “rebajarían a Taiwán y socavarían el statu quo” de los lazos a ambos lados del estrecho de Formosa.

En su discurso en la antigua residencia del gobernador japonés, ante un público reducido de funcionarios y diplomáticos que guardaban una estricta distancia física, la presidenta lanzó un llamamiento para estabilizar las relaciones entre Pekín y Taipéi de manera permanente. China debe, vino a explicar, aprender a aceptar y convivir con una Taiwán que nunca aceptará el mandato de Pekín. “Ambas partes tienen el deber de encontrar una manera de coexistir a largo plazo e impedir la intensificación de diferencias y antagonismo”, subrayó. A ojos de Pekín, Tsai tiene como objetivo declarar la independencia formal. La presidenta taiwanesa considera que la isla es un país independiente, denominado República de China (su nombre oficial) y que no quiere formar parte de la República Popular de China gobernada por Pekín.

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Las relaciones entre ambas partes han sufrido un fuerte deterioro desde la llegada de Tsai al poder en 2016. Desde entonces, Pekín impide la participación de la isla, un país independiente de hecho, en foros internacionales como la Asamblea Mundial de la Salud, con el argumento de que su asiento también representa a Taipéi. China también ha ido atrayendo a su órbita a países que hasta entonces eran aliados diplomáticos de Taiwán: de los 22 socios con los que contaba el Gobierno de Tsai a su llegada al poder solo le resta una quincena.

Desde la reelección de la presidenta en enero, Pekín ha aumentado su presión mediante maniobras militares cerca de la isla. Ha hecho sobrevolar aviones sobre el espacio aéreo taiwanés y ha enviado buques de guerra cerca de sus aguas. Crecen, dentro de China, los llamamientos de militares y comentaristas conservadores a tomar la isla por la fuerza.

“Pekín se encuentra en una situación bastante desesperada con respecto a Taiwán”, opina Mikko Huotari, del laboratorio de ideas especializado en China MERICS. “Internamente hay una necesidad percibida de que el liderazgo debe endurecer su posición” pero “al mismo tiempo, todo lo que hace aleja a Taiwán todavía más de la China continental”.

Un momento dulce

La presidenta llegaba a su discurso de comienzo de mandato en un momento dulce. Las encuestas le adjudican una popularidad superior al 60%. Su Gobierno ha gestionado con eficacia la pandemia de covid-19, que solo ha dejado 440 contagios y siete muertes en la isla, pese a su cercanía a China. Sin cierres ni confinamientos, la economía ha podido continuar su crecimiento. “Ese sentimiento de orgullo por nuestro país, esta comunidad de destino compartido y los recuerdos de estos últimos meses perdurarán en nuestros corazones”, prometió Tsai.

 

Era todo un cambio con respecto a poco más de un año y medio atrás, cuando en las elecciones municipales el partido de la presidenta, el Demócrata Progresista (DPP) sufría una dura derrota que obligaba a Tsai a renunciar al frente de la formación.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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