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Jair Bolsonaro
Columna
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La futilidad de Bolsonaro

Las instituciones están cercando cada vez más las pretensiones autoritarias del presidente brasileño, aumentando cada día su malhumor y desesperación

Juan Arias
Un simpatizante de Jair Bolsonaro se toma una fotografía durante un desfile militar en Brasilia, este martes.
Un simpatizante de Jair Bolsonaro se toma una fotografía durante un desfile militar en Brasilia, este martes.Joédson Alves (EFE)

El patético desfile de los tanques blindados y viejos de la Marina lanzando humo en Brasilia ha sido objeto de una serie de memes y bromas en las redes sociales. Al mismo tiempo, ha preocupado en el exterior.

Lo cierto es que aquel humo se ha convertido en la imagen de la futilidad y debilidad del presidente, Jair Bolsonaro, que se cree dueño del Ejército y trata de usarlo para amedrentar a las instituciones. En realidad, ha sido solo humo que se deshace. Ha sido banalidad política. Anuncio de futilidad y debilidad.

El humo suele ser anuncio de fuego que devora. El humo que exhala todo lo que rodea al presidente brasileño, insignificante y ruidoso, es sin embargo más bien paranoia alimentada por sus seguidores alucinados con el humo que exhala su espíritu destructivo. Al final ese humo de los blindados viejos del Ejército no conseguirá cegar la vista de las instituciones que, con todos sus defectos y debilidades, son la seguridad de que Brasil no ha renunciado a sus valores democráticos que son el fundamento de una vida pacífica vivida en libertad.

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Como escribió el ministro del Tribunal de Cuentas de la Unión, Bruno Dantas: “Los ataques a la democracia pueden ser ruidosos, pero no pasan de humo que puede ser oscuro y amenazador, pero que se deshace en los aires democráticos. Blindado es nuestro régimen de libertades, blindados son nuestros valores democráticos, blindado debe ser nuestro compromiso irrenunciable con la Constitución que juramos respetar, cumplir y hacer cumplir”.

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La paranoia del presidente brasileño que trata de comprar la complicidad del Ejército en sus sueños violentos, puede atemorizar. La historia nos recuerda tiempos sombríos y sangrientos del pasado. Sin embargo, cuando se analiza la banalidad de un presidente que no solo es incapaz de gobernar, sino hasta de hablar sin complicidad con el lenguaje soez de los bajos fondos de las letrinas, no es difícil imaginar su fin. Sobre todo en un país que aún cuenta en el mundo, donde las instituciones no parecen dispuestas a reírle sus provocaciones y a defender a cualquier precio la democracia y la fidelidad a la ley.

El eco que tuvo en el exterior la pantomima de las fuerzas de la Marina desfilando frente al Congreso es la mejor señal de que Brasil preocupa y cuenta en el mundo. Que las bravatas golpistas de Bolsonaro empiezan a preocupar. Brasil no está solo y el personaje que lo preside es visto más bien como el remedo de una ópera bufa.

Bastaría con saber si la locura del personaje no pasa de caricatura y extravagancia de mal gusto o si puede acabar no conformándose con el humo de los blindados militares para acabar tomando en serio sus instintos de muerte y devastación. Mejor sería que las instituciones no esperen a ver el final del drama y busquen la forma más eficaz y democrática para frenar a tiempo lo que mañana podría ser imposible, porque su locura no tiene vuelta atrás. Locura que ya ha afectado a miles de vidas que habrían podido salvarse, que está desmoronando una economía que ya fue la quinta mayor del mundo, que está envenenando la convivencia y destruyendo el santuario de la Amazonia, una de las mayores glorias y orgullo del país.

Es verdad que la votación en el Congreso que derrotó las pretensiones y obsesiones de Bolsonaro contra el voto en las urnas reveló también que el déspota cuenta todavía con apoyos suficientes en el Congreso para detener un proceso de impeachment contra él. Sin embargo, lo cierto es que las instituciones están cercando cada vez más las pretensiones autoritarias y farsescas del presidente y que por ello aumenta cada día su malhumor y desesperación.

Como ha escrito, María Herminia Tavares en su columna de Folha “Bolsonaro el coleccionador de derrotas”: “Quien ve en el impeachment la única alternativa para el desastre en curso tal vez no perciba que la sociedad organizada y las instituciones democráticas están imponiendo límites al candidato tirano”.

Es la mejor prueba de que las instituciones democráticas han decidido hacerle el cerco a las locuras golpistas del capitán acomplejado, quien está además empañando el prestigio que las Fuerzas Armadas siempre tuvieron en la sociedad civil tras la dictadura. Prestigio que el humo de los tanques desfilando en el corazón político de Brasil pueden acabar ensuciando.

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