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Tribuna
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Planificar una ‘descovidificación’

Las pandemias finalizan paulatinamente, no de golpe. El objetivo es acelerar ese proceso entre todos

Rafael Bengoa Rentería
Crisis de coronavirus
Una mujer pasea con mascarilla por Nueva York, el pasado 22 de julio.BRENDAN MCDERMID (Reuters)

Hemos apostado por una desescalada prematura de la cuarta ola y hemos perdido. En cuanto levantamos las restricciones el virus contraataca. Además, involuntariamente, le damos aire para seguir evolucionando y eso no nos conviene. El virus sufre presión selectiva para ser más transmisible, busca variantes al azar, algunas le favorecen y se hace más transmisible. Lo que le importa es piratear células y no le importa morir en el intento. Resultado, ya estamos en franca transmisión comunitaria de la quinta ola, con más hospitalizaciones, más enfermos graves en las UCI, más covid persistente incluso en adolescentes y niños, más impacto negativo en el turismo y aumento de las listas de espera. Plus ça change, plus c’est la même chose.

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¿Cómo vamos a desescalar esta quinta ola? ¿Existe alguna alternativa a cómo lo hemos hecho en las olas anteriores? El reto de este otoño-invierno será como lograr un control epidémico eficaz ante un virus de comportamiento incierto y cambiante. Podemos planificar y anticiparnos mejor y lograr una descovidificación eficaz. En primer lugar, para preparar el otoño covid debemos comprender y adaptarnos a una nueva situación pandémica.

La vacunación va muy bien en España, pero las nuevas variantes más transmisibles nos han elevado el listón para alcanzar una inmunidad de grupo hasta un 85%-90% de la población vacunada. Esto significa que seguirá habiendo mucha gente susceptible de infección en otoño. Este escenario se expresará como microbrotes o megabrotes en diversos puntos calientes del país.

Ese panorama epidémico ocurre en un contexto de dudas sobre la duración de la inmunidad por las vacunas, la posible necesidad de tercera dosis a grupos poblacionales concretos, la posibilidad de otras variantes resistentes a las vacunas existentes y la reacción de profesionales sanitarios que, tras casi dos años de pandemia interminable, se plantean incluso abandonar la profesión o el país. En esa situación de incertidumbre, convendrá no levantar las restricciones de la quinta ola hasta saber que la bajada de infecciones se haya estabilizado realmente, que el país esté realmente preparado para controlar brotes, y que el proceso de vacunación haya alcanzado a todos los jóvenes y adolescentes.

En otoño, convendrá recordar que este virus no estará solo. Coincidirá con un resurgimiento de otras enfermedades respiratorias infecciosas —gripe y virus respiratorio sincitial—, ya que no existirán las restricciones que las controlaron el invierno pasado y encontrarán una población más susceptible a la cual no pudieron infectar el año pasado. En invierno pasaremos más tiempo en interiores y eso favorecerá todas las infecciones, incluido el coronavirus.

En septiembre, una parte muy importante de la población española estará vacunada. Sin embargo, los niños no lo estarán y el virus buscará nuevos huéspedes. A la espera de estudios que confirmen la bondad de vacunar a niños conviene ya anticiparse y tomar decisiones sobre la vuelta al colegio siguiendo el principio de precaución. ¿Por qué proteger tanto a los niños si no sufren mucho la enfermedad? Esa aparente leve afectación es solo cierta en la fase aguda de la enfermedad, pero no más tarde, momento en el cual muchos expresan una covid persistente. Los niños son resilientes, pero también vulnerables. La evidencia actual indica que la prevalencia de covid persistente en niños es mayor de lo esperado y no conviene minimizarla. Se estima que entre un 10% y un 13% de los niños tendrán síntomas persistentes durante cinco semanas y entre el 3% el 10% tendrá síntomas crónicos quizá durante años. Por otro lado, habrá niños escolarizados con enfermedades subyacentes aún más vulnerables y todo niño puede ser vector de transmisión a sus familiares a riesgo.

Esas son las razones por las cuales no se debe dejar circular libremente el virus entre los niños durante y después del verano. Será necesario preparar la vuelta al colegio concienzudamente; mascarillas, distancia social, filtros, tecnología de monitorización de CO2, y mucha ventilación.

En ese otoño diferente, convendría que se recobre el timón de control pandémico en el ámbito nacional, buscar mayor coherencia nacional y cogobernar de verdad, ya que es evidente que las comunidades autónomas no disponen ahora de las herramientas para gestionar la pandemia. Cuanta menos cogobernanza, más judicialización de las decisiones de salud pública.

Este otoño será necesario explicar a la población que el fin pandémico no se expresará como un big bang ni en el ámbito nacional ni en el internacional. Estas pandemias no finalizan de golpe como un bombardeo, sino que se van apagando paulatinamente tanto en lo biológico como en lo social.

Por ello, en otoño, convendría focalizar mucha más atención hacia el exterior, ya que, aunque España controle “su” epidemia, el país estará en riesgo de futuras variantes mientras el coronavirus esté circulando globalmente. Conviene recordar que, según el índice de conexión global, 19 de los 25 países más conectados de la tierra están en Europa. Consecuentemente, si surgen nuevas variantes, estas llegarán seguro a España. Apoyar con vacunas y otros medios a países menos afortunados no es solo un acto humanitario sino uno de seguridad nacional.

Rafael Bengoa es experto en Salud Pública y exdirectivo de la OMS.

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