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COLUMNA
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Son así

Lo que más odian (y temen) los totalitarios es que la gente actúe libremente y decida por sí misma sin tutela

Félix de Azúa
La policía traslada a un detenido de las protestas sociales en Cuba
La policía traslada a un detenido en La Habana.YAMIL LAGE (AFP)
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Me alegra la negativa del Gobierno a otorgar en público que Cuba sea una dictadura. Aclara las cosas. Los totalitarios sufren una verdadera tortura cada vez que se ven obligados a definir algo que no sea facha. Ellos mismos evitan llamarse “comunistas”, prefieren “antisistema” o “anticapitalistas”. Les avergüenza seguir amparando los regímenes comunistas, sus miserias, sus hambrunas, sus genocidios y, sobre todo, su dictadura brutal en beneficio de una casta (esta sí): el Partido.

De hecho, tampoco hablan del Partido, sino del Estado. Dicen que ese ente se sitúa por encima de las libertades individuales. Y lo dicen tanto si son los húngaros de Orbán como los cubanos de Castro. Y aún más singular, lo dicen también los separatistas vascos y catalanes, aunque no le llaman “Estado” (porque sólo poseen una pizca) sino Nación. En todos ellos hay un elemento común: no son demócratas. O, mejor dicho, lo serán, como el Vaticano, mientras no puedan imponer su Inquisición. Aceptan a redropelo las libertades democráticas, pero atentos a destruirlas para crear el Estado (comunista), la Nación (xenófoba), el Partido (fascista y comunista).

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Es evidente que ellos creen que seguirían mandando en el Partido, la Nación o el Estado. Ellos, con su obsesión por dominar al prójimo, serían quienes ordenarían a la gente cómo debe comportarse, qué debe creer, cómo ha de vestir, qué lengua ha de hablar y cuáles han de ser sus costumbres sexuales (herencia del poder episcopal). Lo que más odian (y temen) los totalitarios es que la gente actúe libremente y decida por sí misma sin tutela. En la próxima rueda de prensa podrían preguntarles si creen que Castro (o Stalin o Maduro) son o no dictadores. Los verán retorcerse como lombrices en la sartén.


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Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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