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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

BCE: acierto estratégico

El Banco Central Europeo adopta un marco más flexible que favorece el estímulo al crecimiento

Sede del BCE en Fráncfort.
Sede del BCE en Fráncfort.Efe
El País
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El BCE aprueba un cambio histórico en su objetivo de inflación para tener más flexibilidad frente a las crisis

El Banco Central Europeo (BCE) ha anunciado algunas de las líneas fundamentales de su nueva estrategia de política monetaria, dotándola de una mayor flexibilidad en el seguimiento de su único objetivo, la estabilidad de los precios. La institución abandona el criterio hasta ahora vigente de perseguir un nivel inferior, pero cercano al 2%. El nuevo objetivo es el 2% en el medio plazo, y el BCE tolerará a partir de ahora desviaciones en el corto plazo tanto al alza como a la baja. Las primeras resultan particularmente significativas en un contexto expansivo como el actual, con la tasa de inflación en algunas economías por encima de esa cifra. Se trata de una decisión que facilitará mantener una política monetaria expansiva pese al repunte de la inflación, y por tanto inequívocamente favorable al mantenimiento del dinamismo económico que se vislumbra en el horizonte del conjunto de la eurozona. Que la inflación supere el 2% dejará de ser una señal anticipadora de repuntes en los tipos de interés, algo que condicionaría las posibilidades de inversión de las empresas, especialmente de aquellas que han sido más castigadas durante la pandemia.

El viraje estratégico representa un claro distanciamiento del dogmatismo alemán para abrazar una flexibilidad que concede al BCE mayor margen de maniobra para satisfacer su objetivo esencial y, de paso, compatibilizarlo con otros como el crecimiento económico y el empleo, algo de especial importancia en algunas economías de la eurozona. A diferencia de la Reserva Federal estadounidense (Fed), que incorpora en igualdad de condiciones esa dualidad de propósitos —estabilidad de precios y empleo— en los estatutos del BCE, a imagen y semejanza de los del Bundesbank, el primero es único. Pero el nuevo marco facilitará perseguir también el segundo.

La otra gran novedad de la nueva estrategia es la prioridad de imprimir un sesgo más sostenible a sus actuaciones, empezando por las compras de activos y las reglas que gobiernan la adquisición de colaterales a cambio de liquidez. Quedarán excluidos los activos de empresas con elevadas emisiones de carbono, distantes de los objetivos de lucha contra el cambio climático asumidos por la Unión Europea. Las empresas emisoras de “bonos verdes” tendrán que afinar mucho más la tipificación de sus modalidades de financiación, mejorar la transparencia sobre sus asignaciones y hacer lo propio con los sistemas de gestión de riesgos medioambientales.

Ambas decisiones son positivas. La primera aleja la perspectiva de un giro restrictivo de la política monetaria y favorece el asentamiento de la recuperación tras la crisis económica más severa desde la II Guerra Mundial, aun cuando la tasa de inflación se mantenga durante algunos meses por encima de ese hasta ahora inamovible 2%. La flexibilidad no llega al nivel de la Fed, pero el cambio es realmente relevante. La segunda, en materia medioambiental, apuntala el avance de toda la UE hacia la consolidación de una cultura de lucha contra el cambio climático.

La presentada es la primera revisión estratégica desde 2003. Tras otras recientes decisiones de gran calado en el seno de la UE —en especial la emisión de deuda común— es esta, en el marco de la zona euro, otra trascendental reforma con importantes y positivas consecuencias para el crecimiento y la integración.

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