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Columna
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‘Parlem’

La amenaza verdadera es seguir como si no pasara nada y sin enfrentar políticamente los problemas políticos

Pepa Bueno
Un manifestante sostiene un cartel en el que puede leerse "Parlem" y "Hablemos", durante una protesta en Madrid en septiembre de 2017.
Un manifestante sostiene un cartel en el que puede leerse "Parlem" y "Hablemos", durante una protesta en Madrid en septiembre de 2017.Pablo Blazquez Dominguez (Getty Images)
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El Gobierno aprueba los indultos parciales y condicionados a los presos del ‘procés’ “para abrir un nuevo tiempo de diálogo”

Supongo que los ciclos históricos tienen que consumir hasta la última gota de su cáliz correspondiente y de nada sirve llorar por el tiempo perdido y el sufrimiento inútil. Casi cuatro años después de que algunas ventanas y balcones de Madrid amanecieran con telas blancas en las que podía leerse Parlem, eso es exactamente lo que parece que está a punto de ocurrir. En aquel momento, septiembre y octubre de 2017, la iniciativa se despachó con la etiqueta de buenista, y las banderas blancas fueron literalmente engullidas por el mar de banderas españolas y catalanas que aquí y allí hablaban de justo lo contrario, de incomunicación.

Esta semana, le pregunté en la SER a Elsa Artadi, vicepresidenta de Junts, el partido de Puigdemont, qué habían aprendido en este tiempo. Me dijo: “Que teníamos razón”. Y llevamos días escuchando a Pablo Casado, el líder del principal partido de la oposición en España, calificar de ilegales los indultos y despreciar a cualquiera que manifieste una opinión a favor. Por ese estrecho desfiladero que dibujan las derechas nacionalistas, a un lado y otro, debe caminar el intento de Parlem que se inicia con la medida de gracia aprobada el martes por el Gobierno para los presos del procés que aún tenían penas por cumplir. Encaramados a los riscos están todos los que tienen deudas pendientes con el Gobierno de Pedro Sánchez, personales o políticas, como francotiradores dispuestos a impedir, a cualquier precio, que esto salga bien. También quienes siguen en Cataluña instalados en el cuanto peor, mejor. A quienes simplemente tienen dudas razonables sobre la estrategia del apaciguamiento, se les ha escuchado poco entre tanto estruendo.

Este es el clima político en el que se inicia un proceso, lento y complejo, y al que nadie ha opuesto una alternativa real. Pero el clima social ya ha dado muestras, al menos hasta el momento, de estar lejos de esa tensión. No hubo multitudes ni en Colón ni ante el Liceu de Barcelona. A los periodistas nos acribillan oyentes y lectores con la urgencia de que prioricemos también sus asuntos. De abrir el debate a las necesidades reales de otras comunidades. Hemos escuchado tantas veces que España se rompía en los últimos años que han perdido credibilidad las grandes amenazas. La amenaza verdadera es seguir como si no pasara nada y sin enfrentar políticamente los problemas políticos. @PepaBueno

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