El modelo de análisis izquierda-derecha-centro hace tiempo que dejó de ser útil
Hay asuntos que trascienden la clásica división política, que es errónea e inútil porque no ayuda a ver qué ocurre
El Brexit ha sido un desastre catastrófico... para el grupo profesional de expertos en política de los periódicos, los centros de investigación y las universidades. Ha sido catastrófico no porque las predicciones que hicieron resultaran equivocadas. Eso es algo que les pasa a todos los analistas, yo incluido. Como concluía en mi columna de la semana pasada, los pronósticos están sobrevalorados en cualquier caso. El problema con los expertos políticos es otro. Consiste en que se aferran al mismo marco de referencia o al mismo modelo que hay detrás de los malos pronósticos.
Un ejemplo clásico de este fenómeno en economía han sido las predicciones sobre la inflación basadas en la idea errónea de que la gente ajusta sus expectativas inflacionarias a los objetivos del Banco Central.
El error equivalente para el dictamen político es un marco de referencia anticuado que divide el espectro en derecha, izquierda y centro; un marco que ha sido incapaz de explicar los acontecimientos políticos más importantes de nuestra época. Fracasó estrepitosamente con el Brexit: lo que hizo que los defensores de la salida superasen el 50% fue el apoyo de las circunscripciones laboristas como Hartlepool. Los socialdemócratas en Alemania, los socialistas en Francia y los nuevos laboristas en el Reino Unido se han repetido unos a otros que solo se puede ganar elecciones desde el centro. Armados con el poder de las inferencias estadísticas falsas, han seguido perdiendo unos comicios detrás de otros. Formaron su visión política en la época de Bill Clinton y Tony Blair, y nunca la revisaron.
Lo que el estadístico George Box dijo en una ocasión de los modelos es válido también para las categorías. Siempre son erróneas, pero algunas resultan útiles. La categoría izquierda-derecha-centro es al mismo tiempo errónea e inútil porque no nos ayuda a entender lo que pasa.
Después de las elecciones de 2019, el consenso entre los expertos perezosos fue que el Partido Laborista perdió porque Jeremy Corbyn era demasiado de izquierdas. Esta idea encajaba con el modelo estándar. Sin embargo, como muestran las elecciones parciales de Hartlepool, el voto laborista se derrumbó todavía más con el centrista sir Keir Starmer. Lo que los expertos no tuvieron en cuenta fue el papel de Starmer en las guerras del Brexit: como secretario laborista en la sombra para el Brexit, fue la fuerza impulsora del cambio de posición de su partido a favor de un segundo referéndum. Si la salida de la Unión Europea es el problema de los laboristas en el norte de Inglaterra, entonces seguramente Starmer no es la respuesta. El hecho de que se las arreglara para cambiar su antigua posición por una aceptación a regañadientes del Brexit no mejora las cosas. No se llega a ser digno de confianza cambiando de posición hacia delante y hacia atrás.
Las soluciones para el problema de los laboristas no residen en una ubicación concreta en un eje izquierda-derecha-centro, sino en un desplazamiento lateral fuera de este. Recuerdo que, en una ocasión, Joschka Fischer, exministro de Exteriores alemán, definió la política como el arte de construir mayorías donde antes no existían. La venta de viviendas de propiedad municipal por parte de Margaret Thatcher produjo el tristemente célebre efecto C2, por el cual los trabajadores cualificados pasaron a dar su apoyo al Partido Conservador. La habilidad de la mandataria consistió en construir una coalición política que trascendía la división izquierda-derecha. Lo mismo ocurrió con el Brexit. La campaña a favor de la salida triunfó porque se ganó a los votantes laboristas.
Así pues, ¿qué idea hay en la política actual que trascienda la división izquierda-derecha?
Trataré esta cuestión específica en relación con el Reino Unido más adelante en otra columna. El éxito en un mundo post-Brexit requiere un grado de pensamiento lateral que está ausente en gran medida del debate en el Reino Unido. En la política alemana, en cambio, la respuesta es relativamente sencilla: más inversión, reforma de la normativa fiscal, y una política exterior basada en valores. Todas estas ideas las representa Annalena Baerbock, la candidata a canciller por el Partido Verde. De eso trata la campaña electoral.
Baerbock es la antítesis de Merkel en la política alemana. Pero, curiosamente, los expertos intelectualmente perezosos consideran centristas a ambas. Dominic Cummings, exasesor de Johnson, hizo un acertado comentario la semana pasada cuando dijo sabiamente que el centro político es una ficción de los expertos.
Lo que pasa con los expertos es que, igual que los Borbones, “ni aprenden ni olvidan”. Los analistas que se equivocaron con el Brexit todavía siguen vendiendo la historia de que se debió a una campaña engañosa o a la intromisión rusa, y que los laboristas perdieron las elecciones porque Corbyn era demasiado de izquierdas. E insisten en vender la predicción de que será un desastre económico.
Los expertos viven en una burbuja y se refuerzan mutuamente. Pero la edad de oro de los periódicos y los centros de investigación que les dan empleo ha quedado atrás. Cuando empecé a escribir una columna semanal para un periódico en 2003, los autores de tribunas de opinión constituían un cártel con características de oligopolio. Los mejores todavía saben cómo hilar un buen argumento, pero el oligopolio ya no existe, y su influencia está en declive. Y así es como acabará: los expertos no cambiarán, pero sí el ecosistema que los alimenta.
Wolfgang Münchau es director de eurointelligence.com
Traducción de News Clips.
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