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DEFENSOR DEL LECTOR
Tribuna
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El destapado voto de los columnistas

Nada prohíbe a un colaborador publicar a quién votará, pero el periódico no se permite ir tan lejos

Carlos Yárnoz
Los candidatos a las pasadas elecciones de la Comunidad de Madrid, en el único debate que mantuvieron todos el 21 de abril.
Los candidatos a las pasadas elecciones de la Comunidad de Madrid, en el único debate que mantuvieron todos el 21 de abril.EUROPA PRESS/J. Hellín. POOL (Europa Press)

La virulenta campaña electoral en Madrid ha involucrado a muchos lectores en ese airado ambiente. Por eso, han enviado mensajes subidos de tono por diversos motivos, pero nada les ha soliviantado tanto como que varios columnistas publicaran a qué partido iban a votar. Les reprochan que utilicen espacios del diario para hacer proselitismo por unas siglas concretas.

Las apuestas cubrieron casi todo el arco ideológico. Fernando Savater anunció que votaría a Isabel Díaz Ayuso (PP). Félix de Azúa, a Ciudadanos. Almudena Grandes se decantó por “la izquierda” y Vicente Molina Foix, por la “simpatía y creencia en la cordura metafísica de (Ángel) Gabilondo”. Javier Marías se inclinó por la abstención.

Las abundantes críticas llegaron también a Cartas al Director, donde se publicaron dos de réplica a los columnistas, pese a que en esa sección apenas se difunden textos referidos a artículos de opinión. El detalle lo “celebró” el suscriptor Javier Díaz Malledo.

Varios lectores dicen que en las columnas esperan encontrar argumentos y razonamientos más que apuestas por un partido. Es la tesis de Luis Lobo: “Los lectores esperamos leer artículos interesantes, que nos hagan pensar, que nos muestren la realidad desde un ángulo insospechado, que nos confronten a nuestras convicciones. Pero si Savater se limita a decir que Sánchez e Iglesias son muy malos y que lo decente es votar a Ayuso, creo que esto es un timo”.

María del Carmen del Val insiste: “No me ha parecido ni medio bien que conocidos escritores y periodistas que escriben columnas las aprovechen para decir a quién van a votar”. O Sánchez Luengo: “[Ocupan] un espacio tan prestigioso y valioso de mi periódico para contarnos a quién piensan votar, ilustrando sus argumentos con insultos, mentiras y desprecios”. Y Vicente Gimeno: “No es propio de un artículo de opinión ni en este periódico ni en ninguno”.

Otras críticas han sido más desabridas. Escribe Javier Berasaluce Bajo sobre el texto de De Azúa: “Dice que Podemos y Más Madrid son ‘de ideología fanática’ (mentira), que Mónica García quiere ‘desmantelar’ el Zendal (mentira), que Vox es ‘la derecha tradicional’ (mentira) y nos informa que va a votar a Ciudadanos (¿a quién le importa?)”. Y Edmundo Bueno sobre Savater: “Ya sé que las columnas de opinión son libres y no tienen que reflejar la opinión del periódico, pero ver esa opinión en EL PAÍS —el voto a Ayuso— me causa estupor y pena”.

EL PAÍS siempre ha hecho una cerrada defensa de la libertad de expresión y tanto el Estatuto de Redacción como su Libro de estilo aclaran que el diario acoge todas las tendencias. Nada que objetar, por tanto, desde el punto de vista formal. Sin embargo, el periódico como tal nunca se ha permitido ir tan lejos y no ha pedido en sus editoriales el voto para ningún partido, algo que sí hacen, por ejemplo, otros medios anglosajones.

Por el contrario, EL PAÍS ha protagonizado escenas muy estrictas en ese terreno. La más relevante ocurrió hace 35 años, cuando el inolvidable Javier Pradera, histórico editorialista y primer jefe de Opinión, dimitió porque parte de la Redacción le afeó que en plena campaña del referéndum sobre la OTAN hubiera firmado un manifiesto a favor de la permanencia de España en la Alianza Atlántica.

Por supuesto, no es equiparable la figura del editorialista a la del colaborador. Aun así, el Comité Profesional de la época difundió un comunicado en el que destacaba que, al suscribir aquel manifiesto, Pradera había ejercido “un derecho constitucional incuestionable, que no puede ser limitado ni siquiera por el derecho de los lectores a ser informados imparcial y objetivamente”.

Con matices diferentes, la historia se repite y el hoy jefe de Opinión, Andrea Rizzi, señala ahora: “El diario aspira a garantizar el máximo grado de libertad de expresión y pluralismo en los artículos de opinión. El Libro de estilo traza los límites: que las opiniones estén dentro del marco de los valores democráticos, no inciten a la violencia, no tergiversen hechos y sean respetuosas con las personas. Anunciar una intención de voto no quiebra esas normas. Lo consideramos un tipo de pronunciamiento perfectamente aceptable. El hecho de que haya habido declaraciones de distinto signo es una prueba del pluralismo que este diario quiere cultivar”.

En efecto, el periódico demuestra así la vocación de acoger opiniones diferentes en un medio en el que los columnistas ejercen sin cortapisas la libertad de expresión; exactamente del mismo modo que en este espacio los lectores ejercen su derecho a opinar sobre lo que quieran, también sobre los opinadores.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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