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Columna
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El terrorismo más letal

La última fecha de la infamia es la del asalto al Capitolio, el 6 de enero, 20 años después del 11-S y 10 de la muerte de Bin Laden

Lluís Bassets
Seguidores de Trump a las afueras del Capitolio el día 6 de enero.
Seguidores de Trump a las afueras del Capitolio el día 6 de enero.Eric Lee (BLOOMBERG)
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Biden: “Es el momento de terminar con la guerra más larga”

Concluyen al alimón dos eras, la de Ronald Reagan y la de George W. Bush. Una es la del Gobierno mínimo en la economía, y la otra, la del Gobierno que desborda el Estado de derecho en la guerra global contra el terror, legaliza la tortura y la detención sin juicio y vulnera la legalidad de Naciones Unidas con sus guerras preventivas.

El próximo 11 de septiembre, cuando se cumplan 20 años del ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono, no quedarán en Afganistán soldados de Estados Unidos ni de sus aliados. Joe Biden ha declarado cumplida la misión encomendada entonces al Pentágono. Perdieron el poder los talibanes y la vida Osama Bin Laden, el jefe de los atacantes de Washington y Nueva York, acribillado justo hace 10 años por los marines estadounidenses.

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Al Qaeda y el Estado Islámico siguen vivos y activos en numerosos puntos de África, Oriente Próximo y Asia. Sabemos de su letalidad por el infame asesinato de los periodistas españoles David Beriain y Roberto Fraile. Son numerosos los territorios perdidos como la provincia de Cabo Delgado (Mozambique) donde estos grupos asesinan y controlan a las poblaciones.

Pero el presidente Biden acaba de reconocer que ya no son una amenaza interior para Estados Unidos: “La amenaza más letal para la seguridad interior es el terrorismo supremacista blanco”, dijo en su discurso antes las dos cámaras del Congreso. No ha desaparecido la amenaza global, localizada en regiones desgobernadas, y ha surgido un nuevo yihadismo de atmósfera, expresión del islamólogo francés Gilles Kepel para designar a los terroristas que actúan individualmente en Europa.

Es un triste capítulo de la historia contemporánea. El antiterrorismo de Washington alcanzó a organizaciones que no eran terroristas, incluidas en las listas internacionales a instancias de aliados circunstanciales como Rusia y China. Ambas potencias lo aprovecharon para ahogar a sus minorías étnicas y religiosas en el Cáucaso, Tíbet y Xinjiang, pero también para avanzar sus peones en la larga partida por la hegemonía global.

Ahora, la amenaza, según las agencias de inteligencia, afecta a la democracia de Estados Unidos directamente y viene representada por extremistas que promueven la superioridad de la raza blanca, se organizan a través de las redes sociales y cuentan con acceso a abundantes arsenales de armas.

Queda lejos el 11-S. La última fecha de la infamia es el 6 de enero, cuando las huestes trumpistas asaltaron el Capitolio para evitar el relevo presidencial.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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