Sonrisas
El PP y Ciudadanos han invertido demasiado tiempo en llevarse las manos a la cabeza, sin dejar de sonreír, cada vez que alguien definía al partido de Abascal como fascista
Hace poco más de dos años, cuando Moreno Bonilla formó Gobierno en Andalucía, todavía era una expresión que provocaba risas y sonrisas. ¿Cordón sanitario?, exclamaban los dirigentes del PP dentro y fuera de Andalucía, ¡no, por favor, nosotros somos demócratas! En democracias europeas más sólidas, más antiguas y experimentadas que la nuestra, los cordones sanitarios para aislar a la ultraderecha nunca han hecho sonreír a nadie. En España sí, porque aquí, para que un partido sea considerado democrático, basta con que se presente a unas elecciones, aunque sus palabras, su ideario, su programa, resulten intrínsecamente totalitarios. El PP y Ciudadanos han invertido demasiado tiempo en llevarse las manos a la cabeza, sin dejar de sonreír, cada vez que alguien definía al partido de Abascal como fascista. Lo necesitan tanto para conservar el poder, que han consagrado su impunidad. Los dirigentes de Vox son como esos niños chulos de patio de colegio que hacen y deshacen a su antojo porque saben que sus hermanos mayores siempre llegarán a tiempo para defenderlos a puñetazo limpio. Y así hemos llegado hasta aquí. Vox, temeroso de no entrar en la Asamblea, moviliza a los suyos a base de provocaciones, aplicando la táctica favorita de los fascismos clásicos, y logra radicalizar a quienes van de moderados. La apelación al diálogo de Bal en el debate de la SER, con amenazas de muerte encima de la mesa, fue bochornosa. La intervención de Almeida, pidiendo a los amenazados ―de muerte, insisto―que no se victimicen, ni criminalicen a quienes no condenan las amenazas, directamente inconcebible. Esta es la consecuencia de rechazar los cordones sanitarios con una sonrisita de suficiencia. Y aún nos queda mucho por ver.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.