Vallecana
Quienes difunden eslóganes equidistantes y descontextualizados son los que de verdad polarizan la sociedad española describiéndola desde postulados falsarios que diluyen los méritos de militantes antifranquistas
No soy del Rayo. Pero uno de mis primeros domicilios, cuando aún no había echado los dientes, se ubicaba en la calle de Gandía. He participado en Batallas Navales y he tomado cervezas en el Bule. Acudo a los actos organizados en las librerías de Vallecas y, hasta mayo, voy a recorrer distintos institutos vallecanos —Magerit, Arcipreste de Hita, Villa de Vallecas, Tirso de Molina— para hablar de estas columnas y del oficio de escribir. En el centro cultural Pilar Miró se iba a estrenar la versión teatral de Daniela Astor y la caja negra gracias a la generosidad de Laura Santos, Miriam Montilla, Helena Lanza, Raquel Alarcón, Mónica Miranda… Las representaciones se han suspendido por un caso de covid, pero volveremos en estos tiempos funambulistas para el teatro y la cultura. Tengo en Vallecas amistades excelentes desde hace años. Gente trabajadora, luchadora, comprometida, alegre que, con sentido de comunidad, arrima el hombro para construir una sociedad democrática, igualitaria, con valores antagónicos a los que defiende Vox. En las pancartas vallecanas se leía: ”Voxmitando: machismo, racismo, odio”. En Vallecas, el otro día se estaba ejerciendo el legítimo derecho de protesta contra el acto electoral de un partido que, tergiversando el sentido de la legitimidad democrática, actúa como agente provocador. Yo habría permanecido calladita si no hubiese visto cómo, desde los medios de comunicación, se demonizaban los “populismos” tanto de derecha como de izquierda y se abogaba por la necesidad de un centrismo moderado, a poder ser tan apolítico como el de la famosa cita de Franco: “Usted, haga como yo. No se meta en política”. La Transición democrática carece de sentido si nos ponemos a imitar al avestruz y aceptamos el postulado de que los extremos y los extremeños —a lo Muñoz Seca por seguir con la farándula— se tocan. Por si acaso, Rocío Monasterio dice que no es de ultraderecha y da a entender que ella es “de la gente” mientras exegetas con un particular sentido de la historia de España gritan a los cuatro vientos que ser antifascista es tan urgente como ser anticomunista: olvidan que sin los y las comunistas en este país no tendríamos democracia y con Vox corremos el riesgo de perderla. Quienes difunden eslóganes equidistantes y descontextualizados son los que de verdad polarizan la sociedad española describiéndola desde postulados falsarios que diluyen los méritos de militantes antifranquistas y presentan a la comprometida gente de Vallecas como violenta y antidemocrática. No lo son. Son una vecindad con memoria. Consciente de su clase, su historia y de esa violencia de guante blanco que los segrega, explota, maltrata y discrimina. En Vallecas vive Gsús Bonilla, uno de los mejores poetas del país, que hoy es jardinero y cuelga fotos botánicas en la Red.
Marx y Engels definieron el “socialismo feudal”: “En la revolución francesa de 1830 (…) para despertar simpatías la aristocracia estaba obligada a aparentar que no tenía en cuenta sus propios intereses, que formulaba su acta de acusación contra la burguesía en interés exclusivamente de la clase obrera explotada (…) A guisa de bandera blandían en su mano el zurrón del mendigo para congregar al pueblo tras de sí”. Eso es Vox y la white trash que asalta el Capitolio disfrazada de vikingo. La gente de Vallecas lo sabe. Y no se deja.
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