No es un accidente
Hay algo que la presidencia de Trump, la pandemia y el ‘Ever Given’, atravesado en el canal de Suez, tienen en común: el exceso
No lo fue Trump. Tampoco la covid-19. Ni siquiera el Ever Given, varado en el canal de Suez. Todos tienen algo en común: el exceso. La escalada extremista del Partido Republicano condujo a la victoria de Trump. La explosión demográfica, la sobreexplotación de la naturaleza y la globalización hiperconectada trajeron la pandemia. También la dimensión del portacontenedores, uno de los mayores del mundo —420 metros de eslora, 224.000 toneladas de desplazamiento— facilitó el accidente y amplificó sus consecuencias.
Gran parte del tráfico de contenedores se debe a la cadena global de producción just in time (justo a tiempo), que ahorra costes de almacenamiento e incrementa el riesgo. Si hay un símbolo de la globalización es este buque monstruoso, propiedad de una compañía japonesa, operado por otra taiwanesa, que navega con bandera de Panamá y tripulación india. Salió el 22 de febrero de Taiwán, hizo dos escalas en la China continental y tenía prevista su llegada a Rotterdam el 1 de abril.
Como en la circulación sanguínea, este trombo en una de las vías marítimas más transitadas tiene repercusiones catastróficas sobre la economía global: afecta al conjunto de la navegación, obliga a tomar rutas alternativas con mayor gasto en salarios y combustible, corta la cadena de suministros, produce pérdidas en productos perecederos, dispara el precio del combustible y daña a la economía egipcia, muy dependiente de los ingresos del canal.
Cada accidente es un experimento a escala real. Estados Unidos es más consciente ahora de los peligros que representa la ultraderecha trumpista. La humanidad ha tomado las dimensiones de su fragilidad ante los contagios asociados a las sociedades masificadas. Algunas lecciones sobre el tráfico marítimo se extraerán del buque varado.
Cualquier accidente ocasional evoca la eventualidad del provocado, el sabotaje. Situar a alguien como Trump al frente de las tropas enemigas, desatar una pandemia o cortar una vía marítima pueden ser también actos de guerra. Como Suez hay otras tres válvulas globales: el canal de Panamá, bien vigilado por Washington; el estrecho de Ormuz amenazado por Irán; y el estrecho de Malaca, apetecible objetivo para una globalización bajo control de Pekín.
No hay que desaprovechar un accidente para aprender la lección. Si la primera es averiguar las causas, la segunda es ponerle remedio. A estas alturas, ya no sabemos si a nuestro mundo le queda mucha capacidad de aprendizaje.
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