Aprender a aprender
Es correcta la intención de reformar el sistema educativo para reducir el componente memorístico
No podemos avanzar en un siglo XXI marcado por la aceleración constante del conocimiento y la revolución tecnológica con planteamientos y metodologías docentes propias del siglo XIX. El modelo de enseñanza basado en la acumulación enciclopédica y memorística de datos no sirve para el nuevo paradigma social y productivo en el que lo que cuenta es la capacidad de aplicar los conocimientos y de afrontar nuevos requerimientos. La capacidad de adaptación a los cambios será la clave de una buena educación, tanto para la vida como para ejercer una profesión. Si el reto es aprender a aprender durante toda la vida, el objetivo del sistema educativo debe ser facilitar las herramientas que permitan al alumno alcanzar las competencias y habilidades necesarias para ello. Y eso exige una reforma en profundidad del actual currículo educativo.
Los primeros documentos que se han conocido sobre la reforma del currículo prevista en la nueva ley educativa, la Lomloe, van en esta dirección y por tanto abren la puerta a un cambio sobre el que existe un amplio consenso en la comunidad educativa. El nuevo currículo está orientado a sustituir el sistema de aprendizaje memorístico exhaustivo por un modelo competencial centrado en el desarrollo de habilidades para aplicar los conocimientos que adquieren. Esta era hasta ahora una de las principales carencias que los informes Pisa observaban en los alumnos españoles. Para ello es preciso sustituir la acumulación memorística por el aprendizaje por resolución de problemas; el trabajo individual por el trabajo en grupo cooperativo; y las asignaturas concebidas como un compartimento estanco por ámbitos de aprendizaje que permitan relacionar diferentes conocimientos. El planteamiento es correcto y solo cabe esperar que la aplicación práctica no rebaje las expectativas.
Muchas veces se ha planteado que la mejora de la calidad educativa exige rebajar la ratio de alumnos por aula. Siendo este un elemento importante, otra forma de mejorar la calidad es la presencia de un segundo profesor en el aula, algo que también contempla la Lomloe. Otro de los retos es adaptar la aplicación práctica del currículo a las diferentes realidades sociales. En su afán por controlar los contenidos y evitar desviaciones, la ley Wert introdujo una rigidez que ha sido muy contraproducente. El proyecto de reforma prevé que los centros tengan mayor autonomía a la hora de adaptar la aplicación del currículo a cada realidad concreta. El grado de autonomía de los centros dependerá de lo que resuelva cada comunidad autónoma, pero sería un error privarlos de esa flexibilidad. Lo que sí deben garantizar las administraciones educativas es que los centros dispongan de los recursos necesarios y establecer mecanismos de evaluación que permitan asegurar que se alcanzan los objetivos.
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