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COLUMNA
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Los idus de marzo

El disparate de la política española ha alcanzado esta semana cotas inimaginables y mira que llevamos tiempo sumidos en la locura y en la osadía

Julio Llamazares
"La muerte de Julio César”, de Vicenzo Camuccini (1798).
"La muerte de Julio César”, de Vicenzo Camuccini (1798).

“Guárdate de los idus de marzo”, le previno a Julio César un agorero sin que este lo tomara en serio. La frase, eso sí, pasó a la historia, incluso Shakespeare la recogió en Julio César, la tragedia en la que relata su asesinato, por lo que conserva toda su vigencia hoy, dándole al mes de marzo un halo de peligrosidad que acentúan las turbulencias climatológicas propias de este tiempo en el que el invierno da paso a la primavera y que en mi León natal nombran con una palabra que está entre mis preferidas por su aliteración: zarazos.

Peligroso o no, lo cierto es que el mes de marzo suele venir rodeado de acontecimientos (los atentados yihadistas de 2004 en Madrid, las polémicas sobre las manifestaciones del Día de la Mujer de todos lo años, la declaración del estado de alarma el pasado…) que contribuyen a su fama de época conflictiva tanto en la vida de las personas como en la de los países. Pese a lo cual hay gente que no escarmienta y se empeña en elegir este mes para iniciar cualquier aventura, quizá por aquello de que la primavera altera la sangre o porque las hormonas se descontrolan con la floración. Solo de esta manera puede entenderse la sucesión de acontecimientos que se han producido en España en esta semana que comenzó precisamente el día 15, los idus de marzo para los romanos, aniversario por tanto del asesinato de Julio César. “Los idus de marzo ya han llegado”, se jactó cuando iba hacia el Senado al cruzarse con el agorero que le había advertido de que se guardara de ellos sin que nada raro le hubiese ocurrido; a lo que el agorero le respondió: “Sí, pero aún no han acabado”.

No llega a tanto como la historia de Julio César, pero lo sucedido en España en esta semana comparte con ella muchos de sus ingredientes: la ambición, la traición, la ceguera del poder, el alejamiento de algunos políticos del pueblo al que gobiernan… Dice Shakespeare en su obra: “Los hombres pueden interpretar las cosas a su manera, en sentido contrario al de las cosas mismas”, pero, como nuestros políticos no suelen leer a Shakespeare, tanto les da lo que diga, que ellos siguen a lo suyo, sin importarles que el espejo de la historia los refleje como son: “Todo el mundo es un escenario y todos, hombres y mujeres, son actores”, escribió también el dramaturgo inglés para advertir de su falsedad.

El disparate de la política española ha alcanzado esta semana cotas inimaginables, y mira que llevamos tiempo sumidos en la locura y en la osadía, sobre todo en ciertas regiones que más parecen repúblicas africanas que lugares pertenecientes a Europa, a juzgar por lo que sucede en ellas. No diré cuáles, pues están en la mente de todos, así como los políticos que están haciendo de la política una verbena que sería divertida si no fuera peligrosa, y más en medio de una pandemia que está sumiendo al país en una gran crisis de la que le costará salir, pero sí quiero recordar que marzo es un mes cambiante y que en él las turbulencias se suceden haciendo de la imprevisibilidad la norma. Que lo tengan en cuenta todos esos que vinculan su futuro a su ambición sin escuchar a los agoreros que les advierten como a Julio César: “Guárdate de los idus de marzo”.

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