Lo que dice la ciencia
Los verdaderos científicos son conscientes de que su trabajo se construye sobre la duda ante el saber existente, no pretenden legitimar su punto de vista haciéndolo pasar por único
“Tenemos que hacer lo que dice la ciencia”. Pero, ¿cómo se hace eso con una conversación? Porque la ciencia es eso: un intercambio en el que una mayoría a veces está de acuerdo, otras no, y casi siempre cambia de parecer a medida que surge nueva evidencia. Pero quienes enuncian el mandato inicial parecen dar a entender que existe una sola voz.
No suelen ser científicos. No de los de verdad: de los que ensanchan la frontera del conocimiento, porque ellos son conscientes de que su trabajo se construye sobre la duda ante el saber existente. Son, en cualquier caso, personas que quieren legitimar su punto de vista haciéndolo pasar por único.
La conversación que es la ciencia es la que debemos escuchar para obtener la información clave en la toma de decisiones. Pero estas no son la responsabilidad de un científico ni de una universidad, sino nuestra. Por ejemplo: la ciencia nos ayudaba hace un año mostrándonos que existía evidencia sólida de que el uso de mascarillas servía contra otros virus. ¿Tenía sentido que esperásemos a disponer de datos específicos para el SARS-CoV-2? No, eso fue no entender ni la ciencia ni la relación que tiene con la política: cuando una medida no presenta apenas costes y sus beneficios potenciales son altos, aunque inciertos, lo lógico es tomarla.
Igualmente, no priorizar la apertura de escuelas cuando disponíamos de evidencia para hacerlo de manera segura fue una decisión nuestra: en esa batalla, cada uno blandió un trocito de la conversación que es la ciencia ignorando de manera sistemática el resto, resultando en un daño para quienes no disponían de esa posibilidad estratégica: los niños y niñas. En ese caso, asumimos un coste gigantesco cierto para ellos en lugar de explorar el beneficio potencial que la conversación científica nos ofrecía.
Hoy, hay investigaciones emergentes que apuntan a la conveniencia de usar una sola dosis de vacunas en ciertas situaciones. Por ejemplo, cuando ya se dispone de inmunidad por infección pasada. Si dicha evidencia se solidifica y seguimos igual, la decisión de ignorar esa parte de la conversación, de no considerar siquiera si vale la pena adaptar nuestras decisiones porque no queremos enfrentarnos a la dificultad política de modificar expectativas, será solo nuestra. Pero, tranquilos: seguro que encontramos un pedacito de “ciencia” para retorcerlo y justificar nuestra posición. @jorgegalindo
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