Ni dimisión ni cese
Los lectores opinan de la gerente del hospital de Alcalá de Henares (Madrid) y de las huellas que deja en nosotros la pandemia de la covid-19
En medio del agotamiento propio de una pandemia mundial, salen sujetos a cuestionar el trabajo de los sanitarios en primera línea o de los que pronto estarán allí. Me gustaría ver a unos cuantos comprobar en propias carnes qué es trabajar contra este particular enemigo, el coronavirus, cuando hay desertores en nuestras propias filas disfrutando de fiestas clandestinas donde parece escucharse de fondo “que muera la vida, que viva la muerte”. Escuchar a la gerente de un hospital hablar de los pacientes como si de “ganado” se tratase, sugiriendo que se les retire el móvil, y con ello la posibilidad de comunicarse con sus familias, colma el vaso. No ha dimitido, nadie la ha cesado.
Entre tanto, cientos de personas siguen muriendo. Decían algunos que de esta saldríamos más unidos, pero lo único claro hoy por hoy es que de esta salimos muchos menos. Y un poquito menos humanos.
Juan Sánchez Cano. Ávila
La vida tras el virus
La pregunta recurrente en mi cotidianidad es: cuando me halle inmunizado, ¿me atreveré a estrechar la mano, a besar y abrazar? Estoy seguro de que no soy el único que se lo pregunta. El miedo tal vez ha llegado para quedarse. El virus ha cambiado nuestra existencia. Lejos quedan ya esos tiempos en los que nuestra vida social, nuestro ser una realidad abierta, nos definía como personas. La covid-19 marca un antes y un después. La pandemia dejará una huella indeleble. Sin embargo, confío en que, sin prisa, pero sin pausa, retomaremos el contacto afectivo, el apego emotivo, a pesar del miedo, de la incertidumbre, de la duda y de la inseguridad. Y es que estamos hechos para unirnos mediante el corazón antes que hacerlo a través de las ideas.
Manuel Castellanos Plaza. El Palmar (Murcia)
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