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Columna
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Al trans, trans

Persíganse los fraudes de ley y los delitos cuando se produzcan, pero no se criminalice por ello a todo un colectivo

Luz Sánchez-Mellado
Protesta durante el día del Orgullo de 2018.
Protesta durante el día del Orgullo de 2018.Marcos del Mazo / GETTY

Hay en las redes un fenómeno interesantísimo para quien levante la vista un palmo de su ombligo. Lo lidera una generación de chicas y chicos que no sienten pertenecer al sexo que le asignaron en el paritorio a la vista de los genitales con los que vinieron al mundo, y que se reivindican como transexuales orgullosos de sí mismos. Son filólogos clásicos, físicas cuánticas, estudiantes, reponedores de súper, parados, paradas. Guapas, feos, listas, tontos, brillantes, anodinos. Como cualquier hijo de vecino, vamos. Algunos son reservados con sus cosas, y mantienen un perfil bajo. Otros ilustran su proceso de transición al sexo sentido con un despliegue de pelos y señales que habla más de su necesidad de autoafirmación y cariño que de ningún afán de exhibicionismo. Se me dirá que nada de esto es nuevo, y será cierto. Desde 2007, la Ley de Identidad de Género les permites a estas personas cambiar su nombre y su sexo legalmente sin acreditar cirugía. Y varias leyes autonómicas les permiten ser considerados por la Administración local como personas del sexo que sienten sin que ningún psiquiatra les diagnostique de ningún trastorno, entre otras cosas, porque la transexualidad desapareció en 2012 del catálogo de enfermedades mentales.

Así estaban las cosas, fuera del radar del gran público, hasta que el Gobierno anunció una Ley Trans aún no escrita en piedra ni sometida a debate parlamentario, en la que, teóricamente, se instaura la autodeterminación de género. Desde entonces, algunas autodenominadas feministas radicales y algunas personas transexuales de ambos géneros se han enzarzado en una deplorable guerra tuitera a costa de qué es ser mujer y qué no es serlo que abochorna a otras mujeres tan feministas o más que ellas, y hace las delicias de los machistas de toda la vida, encantados con las grescas mientras siguen disfrutando de sus privilegios. Arguyen las radicales que la autodeterminación de género “borra” a las mujeres, al suprimir el sexo, y que podría ocasionar que hombres con toda la barba se declaren mujeres arbitrariamente y con fines espurios. Parecen no saber que ya hay mujeres con pene duchándose en vestuarios femeninos. Que ya hay hombres con vagina orinando de pie en servicios de chicos. Y que ya hay hombres y mujeres transexuales opositando a policías y funcionario de prisiones, si es que no lo son hace lustros. Persíganse los fraudes de ley y los delitos cuando se produzcan, pero no se criminalice por ello a todo un colectivo. A mí no me borran ni ellas ni ellos. A mí lo que me da es gloria de verlas y verlos felices sin que nadie les diga cómo tienen que sentirse, llamarse o hacer aguas menores ni mayores. Igual es porque haber nacido con útero, vagina, un remedo de mamas y el cariotipo XX no me define ni me deja de definir, y, antes que mujer, soy persona.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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