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Columna
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Orgías hipócritas

Los casos de, digamos, falsa virtud que contrasta con la reivindicación de una ortodoxia cristiana menudean en el partido de Viktor Orbán

Xavier Vidal-Folch
József Szájer en el Parlamento Europeo el pasado mes de julio.
József Szájer en el Parlamento Europeo el pasado mes de julio. DAINA LE LARDIC © European Union

El eurodiputado húngaro József Szájer, íntimo del parafascista primer ministro Viktor Orbán y cofundador de su partido ultra Fidesz, tuvo que dimitir la pasada semana al conocerse que participó en una muy nutrida orgía gay. Fue detenido por la policía de Bruselas no por el sesgo de la fiesta, pues la liberal Bélgica, a diferencia de la iliberal Hungría, no persigue la homosexualidad, sino porque contravino el límite numérico impuesto a las reuniones como medida antipandemia. Y porque violaba la obligación de portar, al menos, una sucinta mascarilla.

Szájer ejercía de paloma del halcón Orbán en el Parlamento de Estrasburgo y en el Partido Popular Europeo. Esa impostura. Él escribió en 2010, de su puño y letra, el artículo de la nueva Constitución que protege al matrimonio como “la unión entre un hombre y una mujer”. Un texto que ha facilitado la discriminación por razón de orientación sexual y la activa inquina oficial hacia el mundo LGTBI, paralela a la persecución de los gitanos, de los inmigrantes y de los jueces independientes, entre los que no se cuenta la esposa del eurodiputado dimisionario, Tünde Handó, miembro del Tribunal Constitucional.

Los casos de, digamos, falsa virtud que contrasta con la reivindicación de una ortodoxia cristiana menudean en el partido gobernante. Los más recientes eran los del atleta olímpico y alcalde de Györ, Zsolt Borkai, que también tuvo que dimitir al ser grabado en un yate con prostitutas, y el del embajador de Orbán en Perú, Gábor Kaleta, tan aficionado al coleccionismo digital que guardaba en el disco duro de su ordenador 19.000 archivos de pornografía infantil.

El vicio de la hipocresía consiste en defender lo contrario de lo que se practica, negarse a aplicarse a uno mismo los valores que se exigen a los demás, simular en la vida pública lo que se disimula en la privada. No es exclusivo ni de un país ni de la actividad política. Resulta frecuente en otros ámbitos, particularmente entre congregaciones religiosas: alguna, la de los Maristas, acaba de hacer algo infrecuente, pedir perdón público y reparar daños causados por abusos sexuales.

Y es feraz en otras actividades. No en vano tiene gran arraigo en el añejo refranero español: “Una cosa es predicar y otra, dar trigo”; “en casa de herrero, cuchillo de palo”, y, sobre todo, “dime de qué presumes y te diré de qué careces”.


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