Sandra Cuevas: las muchas personas
La exalcaldesa de Cuauhtémoc, acaso el personaje político más ruidoso de nuestros tiempos, no es ninguna anomalía ni novedosa categoría
![Sandra Cuevas en una conferencia de prensa en Ciudad de México, en enero pasado.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/BJANFEA4LRD4LL3MOS342WHA2A.jpg?auth=cbc251e4686620d16e36fa5e16d635379541befc02ad4a84ff71e275c4634880&width=414)
En junio 2021, el camaleón llegó sin despertar sospechas. Menos de la mitad de los votos de la Cuauhtémoc sumados a la inolvidable traición de Ricardo Monreal, le entregaron la alcaldía. El centro del centro, el 5% del PIB nacional.
Así, acompañada de su osito, Sandra Cuevas se enfundó el título de alcaldesa. Devota, femme fatale de labios rojos, amante del lujo y de la moda. Llegaron todas al mismo tiempo.
La multifacética política, desde entonces, no ha dejado de hacer ruido. Apenas hace apenas un par de días, emitió la convocatoria de su nueva organización política. Propongo —contrario a toda expectativa— que Sandra Cuevas no ha perdido la cabeza ni deambula en la periferia: su camino tiene un claro eje rector.
De Azcapotzalco para el mundo
—A mí no me gustan los pobres. Yo fui pobre y no me gustan los pobres —afirmó Cuevas a Carlos Alazraki en 2021.
Puede que no mienta. Las fuentes coinciden: su padre era un comerciante de electrodomésticos que —con un salario de apenas 1.200 pesos semanales— sostenía a una familia de ocho.
En el principio fue Sandra Xantall Cuevas Nieves. Hoy, es simplemente Sandra Cuevas: una marca registrada.
La joven de 38 años acumula —su verbo favorito— dos licenciaturas, dos maestrías, un doctorado. Comercio internacional, Derechos humanos, Derecho fiscal y administrativo. En su currículum, también desfilan cursos sobre delitos de propiedad intelectual impartidos por Interpol y entrenamientos en identificación de drogas y estupefacientes en el Campo Militar 1. A Cuevas no le importa el qué, sino el cuánto: tantas credenciales como versiones de sí misma.
Listas, listas, listas. Sandra Cuevas presume —su otro verbo rector— haber estudiado en diez países: China, Panamá, Colombia, Cuba, Argentina, Uruguay. Un recorrido fugaz por sus redes sociales, antes de irrumpir en la vida pública, la sitúa en San Diego, Las Vegas y La Habana. —Hasta la victoria siempre —se lee en una fotografía donde posa frente al icónico mural del Che en la capital cubana.
Los viajes, asegura, fueron posibles gracias a su primer emprendimiento: una comercializadora de dulces llamada Dulce Becerrita. Dulces, galletas, pistas de hielo. Las versiones son tan borrosas como inverosímiles.
Su vida institucional comenzó en el SAT —específicamente en la Agencia Nacional de Aduanas—, donde trabajó de 2008 a 2014. De los 22 a los 28 años. Para tener alguna referencia, notemos que, en nuestros días, un puesto similar reporta un salario mensual de 20.000 pesos.
Luego, entre 2014 y 2015, emigró a la cancillería de José Antonio Meade como jefa de Departamento. De los 28 a los 29 años. Un puesto que, hoy día, no supera los 30.000 pesos mensuales. Perdemos el tiempo si buscamos ahí el origen de su fortuna.
Un año después, era 2016, creó la fundación Por un México Bonito, A.C. En el papel, prometía proteger a niños y adolescentes. En la práctica, era el reflejo de una ambición mayor: la alcaldía que la vio nacer. Azcapotzalco. A través de la fundación, Cuevas repartía tabletas, regalos y servicios. Sandra Cuevas quería ser delegada.
Un año después de su creación, la asociación ya presumía un buen aliado: Ricardo Monreal. Juntos, ayudarían a niños que luchan contra el cáncer.
No sorprende que, años después, la fundación se transformara en el trampolín de una ambición más grande. Lo que alguna vez fue bandera filantrópica terminó convertido en herramienta política en su camino hacia la alcaldía Cuauhtémoc.
La conexión entre Cuevas y Monreal —se especula— habría llegado a través de su esposa, quien, lo mismo que su hija Caty, teje redes en organizaciones sociales para operar asambleas y movilizar territorialmente a los votantes.
Para cerrar esta primera etapa de su vida política, Sandra Cuevas diversificó su naciente imperio. Abrió una galería de arte contemporáneo en la Condesa; fundó una productora de eventos —Danika— y un despacho de abogados. Y, aunque a usted le cueste creer que alguien pueda ser tan prolífico y exitoso en terrenos tan dispares, ella tiene una buena respuesta para calmar sus dudas.
—Trabajo desde las cinco de la mañana hasta las dos de la mañana, diario —mencionó Cuevas a Carlos Loret un año atrás.
Podemos estar tranquilos.
Movilización mata movilización
En la elección intermedia del sexenio macuspano, con la alcaldía Cuauhtémoc en disputa —territorio emblemático de la izquierda en la capital—, Monreal hizo un Monreal.
Lo leal —que no siempre es lo racional— habría sido que el zacatecano, quien gobernó la demarcación en 2018, respaldara a la candidata de su partido, Dolores Padierna. En cambio, decidió apoyar a su vieja aliada: Sandra Cuevas.
—Ricardo Monreal se acercó al PAN, PRI y PRD para evitar que Dolores Padierna se quedara con la Cuauhtémoc —admitiría años después Jesús Zambrano.
Con ello, Ricardo le daba la espalda al matrimonio Padierna-Bejarano, los amos y señores de la movilización capitalina desde el terremoto del 85. Arquitectos de una máquina electoral capaz de mover decenas de miles de votos, sostenidas por redes clientelares bien aceitadas: vecinos, puestos ambulantes y un sinfín de organizaciones sociales.
La victoria de Ricardo Monreal —perdón, de Sandra Cuevas— llegó arropada por las siglas del PAN, PRI y PRD con una ventaja de diez puntos sobre los viejos señores feudales. La Cuauhtémoc terminó siendo como Monreal: multicolor.
A la izquierda le habían arrebatado su más viejo y preciado tesoro: la cuna del poder en la capital. Hogar de los tres poderes de la unión, sede de los corporativos más influyentes y del comercio formal, pero sobre todo el informal.
Cuentan que el tabasqueño rugió.
Dolores Padierna atribuyó la derrota a tres apoyos clave que habrían apuntalado a Monreal y a su (¿entonces?) aprendiz: Diana Sánchez Barrios —dirigente de ambulantes—, Cuauhtémoc Gutiérrez —el Príncipe de la Basura y exlíder del PRI en la Ciudad; y la Unión Tepito.
Había nacido Sandra Cuevas.
Motomami
Desde el primer día de su gobierno, la alcaldesa que se refiere a sí misma en tercera persona dejó claro su estilo. En medio de los peores días de la pandemia, tomó protesta entre alfombra roja, fuegos artificiales y mariposas. Lo que en show empieza, en show termina.
Su gestión fue un espectáculo de escándalos y excesos. El sueño de convertir la Zona Rosa en Las Vegas, pelotas con billetes para sus simpatizantes, agresiones a policías, el barrido del arte urbano, la aniquilación del sonidero, volantes contra Claudia Sheinbaum, atuendos imposibles para un salario público, fotos en pijama, coqueteos con la ultraderecha mundial. Una metralleta.
—Orden y disciplina —afirma ella.
Para un servidor público amante de la riqueza, el camino a la catástrofe es la adoración por las cámaras y el alto perfil. Salvo que seas Sandra Cuevas. En tiempos de las redes sociales, el morbo es el motor y los desvaríos reciben el nombre de personalidad.
Después de dos años y medio al frente de la alcaldía —y con el 70% de sus gobernados rechazando su reelección—, Cuevas decidió no intentarlo. Se conformaría, decía, con ser secretaria de Seguridad Ciudadana de Ciudad de México o, en su defecto, jefa de Gobierno. Elocuente testimonio de que Sandra Cuevas está enamorada de Sandra Cuevas.
Ni lo uno ni lo otro. Finalmente, terminó como candidata al Senado por Movimiento Ciudadano. No le alcanzó para convertirse en senadora, pero sí para que su entonces candidato, Jorge Álvarez Máynez, fuera el único en pisar Tepito durante la campaña y un fugaz romance con Adrián Ruvalcaba.
Afirmar que Cuevas cerró el año con las manos vacías sería del todo impreciso. En el tablero político, eso sí, el azar no le sonrió: la jugada la mando a la casilla uno.
![Sandra Cuevas conduce su cuatrimoto como parte del Operativo Diamante, en Ciudad de México, en septiembre de 2023.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/H5NK2S3S33M3QDCAR7OSHY2CYU.jpg?auth=86fb88ce26ca1ac550b06749802896d73a60cdde9cf67adb2a4a5ac9d2eca104&width=414)
Del Operativo Diamante a Sandra Cuevas Diamond Group
A confesión de parte, relevo de prueba.
A inicios del 2025, Sandra Cuevas anunció sus —ya tradicionales— propósitos de año nuevo. Uno de ellos era seguir haciendo política con recursos propios a través de Sandra Cuevas Diamond Group, S.A. de C.V.
Entre la impunidad y la torpeza habita el descaro.
Esos recursos propios —sabrá dios padre de dónde salieron— han sido canalizados hacia una sociedad anónima que funcionará como brazo financiero de su organización: la Organización por la Familia y la Seguridad de México.
A través de esta entidad mercantil, Cuevas podrá sostener su organización política. Así pretende responder en el futuro a una respuesta del pasado. En el origen de sus recursos habita el misterio.
La sociedad anónima lo abarcará todo: cosméticos, dulces, mezcal, gimnasios, agua, una galería de arte. Todo cabe en Sandra Cuevas sabiéndolo acomodar.
La organización política que Sandra Cuevas ha construido —y que recientemente abrió su convocatoria— no se define ni como de izquierda ni de derecha. Según su propia fundadora, ella se encuentra en el punto medio entre Mujica y Bukele. Menos mal.
Aunque el nombre de la organización parece explicarse por sí solo, su verdadero propósito lo supera. En esencia, es un regreso al origen: un instituto de formación de cuadros políticos opositores, pero, sobre todo, un aparato de movilización territorial de base.
Sandra Cuevas, acaso el personaje político más ruidoso de nuestros tiempos, no es ninguna anomalía ni novedosa categoría. Puede intentar distraernos con declaraciones, videos o imágenes estruendosas en la frontera del decoro. Su estrategia no es periférica: irá de vuelta al inicio.
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