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‘Mapas corporales’: el cuerpo como un campo de batalla en el que siempre se está desnudo

Claudia de la Garza y Eréndira Derbez crean una especie de diccionario corporal que trata de explicar científica y teóricamente cómo recaen en él todos los significados impuestos socialmente

Eréndira Derbez y Claudia de la Garza, autoras de 'Mapas Corporales'.
Eréndira Derbez y Claudia de la Garza, autoras de 'Mapas Corporales'.Ana Chirino
Erika Rosete

Dime qué cuerpo tienes y sabré cómo te trata el mundo. Mapas corporales (Lumen, 2023), el libro de las autoras mexicanas Claudia de la Garza y Eréndira Derbez, puede leerse como un diccionario o manual de divulgación que se detiene en las partes del cuerpo donde histórica y socialmente han recaído todas las lecturas posibles —y sus significados— de lo que es una persona. Su piel, su cabello, el tamaño de su nariz, la forma de sus brazos, e incluso sus lágrimas, el sudor, las uñas, etc. “Hablar del cuerpo y de todos los significados sociales que le cruzan es necesario para acceder a la más básica justicia que es la del derecho a estar vivos”, explica Derbez. Este libro es una caja de herramientas para poder entender la forma en el mundo y la sociedad, determinan parte de la calidad de vida de una persona de acuerdo a cómo su corporalidad es leída y codificada.

Hay varios temas puntuales por los que Claudia de la Garza y Eréndira Derbez —ambas historiadoras del arte y estudiosas del tema de género— construyeron este libro. Ya de antes, desde la publicación del primer título en el que trabajaron juntas No son micro. Machismos cotidianos (Grijalbo, 2020), habían planteado la problemática que algunos de los gestos, dichos, conductas y actitudes de violencia sutil que se usan casi sin pensarlo de manera cotidiana construían lo que se comenzó a definir como micromachismos, pues eran tan comunes que solían pasar desapercibidos. Entre la publicación de ese libro y Mapas corporales, en México, sucedieron algunas cosas —como el aumento de los crímenes de odio— que les hizo reflexionar sobre la necesidad de hacer una especie de material que pudiera ser de utilidad para adentrarse desde otra posición, más informada y más consciente, a algunas de las violencias que pueden llegar a poner en peligro la vida de las personas.

Eréndira Derbez —quien se ha encargado de ilustrar el libro— asegura que parte de este proyecto en común respondía a la necesidad de posicionarse ante situaciones de discriminación y de miedo: “Era muy importante abordar temas como la gordofobia, racismo, capacitismo y transfobia, porque hay que hacerlo desde los feminismos, por supuesto, pero también creo que hay una muy mala conceptualización, un error, entre chantaje, pero también poco entendimiento de temas teóricos, que eso no es malo per se, pero cuando se usa como arma, tergiversaciones, para promover discursos de odio, que como sabemos, cuestan vidas, para mí fue urgente. Además, soy una persona que tiene muchas, muchos y muches amigas trans, que tienen miedo de salir a la calle, yo les he visto llorar de pavor. Ya no es solo bullying, ya es un miedo por su integridad física”, cuenta.

Durante unos seis meses, De la Garza y Derbéz trabajaron a contra reloj para armar un texto que han definido como “una investigación de una serie de investigaciones muy profundas” que van desde la historia, la ciencia, la genética y otras disciplinas, hasta las ciencias sociales, en la que han volcado sus conocimientos, experiencias y sensaciones recopiladas en muchos años de estudio. De la Garza, explica: “Es además un universo que nos permitía hablar también, además de hacer esa crítica, de plantear alternativas, porque hablar del cuerpo en conjunto, es entender que dependemos siempre de los otros cuerpos. Y en un contexto como el nuestro está la intención de hacer ver cómo algunas discriminaciones, violencias, ese borramiento de ciertas personas y de ciertos cuerpos, tienen una historia y un contexto”

Así han logrado definiciones tan claras y cercanas como el de la boca: “[...] Pese a ser tan pequeños, los labios están cargados de simbolismo, sobre todo los de las mujeres. Al tratarse de una zona erógena, están estrechamente ligados con el placer y la sensualidad, Los pintamos de colores con labiales, usamos maquillajes para aparentar que son más carnosos, los rellenamos con ácido hialurónico para hacerlos más grandes. Estos gestos y formas de embellecer nuestro cuerpo pueden parecer triviales, sin embargo, poseen un valor simbólico muy poderoso en ciertos momentos.” O el que dan sobre los músculos: “El cuerpo masculino musculoso ha simbolizado poder y fuerza, un componente fundamental para forjar el ideal hegemónico de masculinidad [...] A las mujeres se nos recomienda fortalecer los músculos ‘sin exagerar’: no entrenar tanto ‘para no parecer hombres’ y no aparentar ser tan fuertes”.

Posicionarse ante las violencias sobre los cuerpos

Eréndira Derbez observa el libro y puede nombrar a cada uno de sus dibujos con nombre propio. Todos están basados en alguna persona cercana a ella que contribuyó posando y desnudando su propia historia para los trazos de las páginas. La pasión que comparte con Claudia de la Garza por la divulgación científica le viene desde pequeña, y recuerda que esa relación que existe entre un cuerpo y los mensajes que fluyen a través de su conceptualización le recuerdan a cuando era una niña y sus padres comenzaron a elegir el contenido al que ella podía tener acceso en los periódicos que llegaban a su casa. Era el inicio de la llamada guerra contra en narco en México, y los grupos delincuenciales usaban justamente los cuerpos de sus víctimas para “dejar mensajes” que aterrorizaron —y siguen horrorizando— a la población.

De la Garza y Derbéz están de acuerdo con que Mapas corporales fija esta posición de defensa ante esa violencia magnificada, pero también la violencia hacia los otros cuerpos distintos, los independientes, los que no siguen el camino que cultural, histórica y hegemónicamente se les dictó. “Trabajamos en algunas situaciones que nos permitieran ver, por ejemplo, esa violencia trans que se vive en el país, y sobre todo ir poniendo las visiones del cuerpo que nos dejan en un punto en el que nos hace invisibles o que nos violentan y no nos permiten vivir dignamente. Entender eso con todo su contexto y que detrás hay una violencia con muchas capas de racismo y de clasismo”, concluye De la Garza.

En las primeras páginas de Mapas corporales, puede leerse la intención de las autoras por posicionarse ante un tema que en México es primordial para entender muchas de las violencias que suceden todos los días: “Quienes escribimos e ilustramos este libro somos mujeres cisgénero —la realidad de una persona que se siente conforme con su identidad de género asumida al nacer— habitantes de ciudades grandes, complejas y diversas. Aunque hemos vivido en múltiples ocasiones violencia de género, reconocemos que tenemos acceso a espacios educativos como universidades, cierto reconocimiento institucional y cuerpos relativamente hegemónicos que nos permiten trasladarnos por el mundo sin mayores retos. La manera en la que habitamos nuestro cuerpo es muy distinta a la de otras mujeres y no pretendemos hablar en nombre de ellas. Queremos que este libro sea una herramienta que brinde información sobre el cuerpo...”.

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Sobre la firma

Erika Rosete
Es periodista de la edición mexicana de EL PAÍS.

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