Enrique Dussel, filósofo del Sur global y dirigente de Morena
Dussel siempre optó por hablar de las injusticias del mundo actual provocadas por la irracionalidad del capitalismo; por esa razón, su voz estará presente en muchas de las luchas políticas e intelectuales
A Johanna Peters de Dussel,
con un abrazo cálido.
De Enrique Dussel (1934 – 2023) se ha contado mucho pero aún no se ha dicho lo fundamental. Esta semana que termina nos encontramos con la noticia de su fallecimiento a los 88 años de edad en la Ciudad de México, su lugar de residencia después de su exilio en 1975 en este país que lo recibió y por el cual él se dejó acoger.
México sería su nuevo lugar de residencia. La tradición de cobijo a exiliados de este país y su lugar como centro de debate entre diferentes tradiciones filosóficas como la analítica, la marxista y la latinoamericanista, hacían del exilio un lugar más agradable para este filósofo y su familia.
Pero no se ha dicho lo esencial, considero yo, porque en esta semana de muchos recuerdos y comentarios sintéticos sobre su obra, su filosofía y su biografía, nos hemos quedado con la duda de por qué es un intelectual, un filósofo en el sentido estricto y amplio de la palabra, cuya ausencia física ha consternado al mundo intelectual progresista de América Latina y cuyo evento mereció reacción por parte de líderes políticos prominentes de esta región como la de Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, continuando con la expresada por la Vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, y el actual presidente colombiano, Gustavo Petro, así como de parte del expresidente de Bolivia, Evo Morales.
Lo anterior sin dejar de lado el mensaje de Nicolás Maduro cuyo aprecio a Dussel pasa por el apoyo que este filósofo mexicano-argentino ofreció al gobierno de Venezuela en momentos difíciles y de hostigamiento mediático por parte de los medios corporativos al servicio de los capitales transnacionales.
Encontrar el porqué Enrique Domingo Dussel Ambrosini será extrañado nos exige remitirnos a una frase y sentencia que él acostumbraba mencionar a sus alumnos en sus clases de filosofía en la Universidad Autónoma Metropolitana y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, así como en las aulas de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, en donde fue rector interino (2013 -2014), a saber que: “La filosofía no piensa la filosofía, piensa la realidad”.
Esta premisa fundamental del quehacer filosófico condujo la confección de toda su actividad teórica. Por esta razón, filosóficamente no se atenía a ninguna moda. Por el contrario, fue con el tiempo que todos sus detractores se tuvieron que sumar a los temas que él había planteado con anterioridad, junto con la generación de filósofos latinoamericanos contemporáneos de él o que le antecedieron, o bien, terminaron por darle la razón. (No deja de causar simpatía hoy en día que quienes luchaban ferozmente contra la filosofía latinoamericana hace treinta años ahora escriben sobre ella y sus representantes, en inglés o francés).
La reivindicación de la descolonización de la historia, de la conciencia y del Sur global, por ejemplo, es un planteamiento que Dussel venía realizando en sus investigaciones desde los años sesenta. Desde entonces, junto a las aportaciones del filósofo mexicano Leopoldo Zea y posteriormente de la mano del pensamiento del filósofo judío de origen lituano Emmanuel Levinas así como de la significación de su estancia en Nazaret, acuñará sus famosas críticas al eurocentrismo, al colonialismo y al helenocentrismo.
Por ello, no será casual que el grupo de entonces jóvenes intelectuales que formó el llamado giro descolonial de la filosofía a finales del siglo pasado (Eduardo Mendieta, Santiago Catro-Gómez, Linda M. Alcoff, Oscar Guardiola, Nelson Maldonado, Ramón Grosfoguel, entre otros) haya visto en Dussel una columna fundamental de esta propuesta. Pues a la par de la producción filosófica, Dussel ofreció en esos momentos una re-escritura de la historia de la filosofía, cuyo antecedente importante lo podemos encontrar en su temprana obra Para una de-strucción de la historia de la ética (1970), así como de la historia universal, y cuya obra insigne en esos momentos era 1492: el encubrimiento del Otro. Hacia el origen del ‘mito’ de la modernidad (1994), libro que surgió de su visita como profesor invitado en la Universidad de Fráncfort en 1992, quinientos años después de la invasión militar española en Amerindia. Recordemos brevemente lo que en este último libro encontramos:
“El 1492, según nuestra tesis central, es la fecha del ‘nacimiento’ de la modernidad; aunque su gestación – como el feto – lleve un tiempo de crecimiento intrauterino. La modernidad se originó en las ciudades europeas, medievales, libres, centros de enorme creatividad. Pero ‘nació’ cuando Europa pudo confrontarse con ‘el otro’ que Europa y controlarlo, vencerlo, violentarlo; cuando pudo definirse como un ‘ego’ descubridor, conquistador, colonizador de la alteridad constitutiva de la misma modernidad”.
Entonces, la era histórica moderna no comienza con René Descartes, sino con Colón y la historia del colonialismo en Amerindia. El yo no se afirma en el siglo XVII, como nos relata la historia eurocentrada, sino en el siglo XVI con Cortés y su ego conquiro, el yo conquisto. Este tipo de tesis defendidas y consistentemente argumentadas por Dussel tanto histórica como filosóficamente serán subsumidas por el mencionado giro descolonial.
Y precisamente Dussel aportó con este tipo de tesis a la filosofía descolonial, al marxismo, a la filosofía política, a la historia mundial, etc., porque él pensaba desde el mundo desde el cual hacía filosofía. Y ese mundo, llamado Latinoamérica, es uno dependiente, colonizado territorialmente y neocolonizado ideológicamente, empobrecido, explotado y saqueado.
De modo que Dussel, siendo el filósofo que piensa la realidad y no modas o eternamente libros, no podía producir otra filosofía ni otra historia que la que encontramos en su extensa obra. Más aún, esos rasgos que son compartidos en el Sur global, nos exige deconstruir los relatos geopolíticos y económicos que se construyeron en los parámetros de la globalización neoliberal toda vez que ellos sólo explican cómo incrementar el capital global y no cómo la miseria y explotación es condición necesaria de ello, llevándose al ecosistema y a la naturaleza entre los pies.
Frente a esto, Dussel insistía y se preciaba de fundamentar una filosofía de la vida. Esto significa que siendo la amenaza de la vida humana y de la naturaleza una de las patologías que el propio capitalismo hace suya y no sabe cómo deshacerse de ella haciéndola parte cotidiana de nuestra realidad, la filosofía de Dussel, sobre todo la ética, la política y la económica, busca dar una respuesta a esta patología del sistema que nos acecha cotidianamente.
Y esta filosofía no podía hacerse sin una reflexión sistemática sobre la vida de la comunidad humana y, en especial, de aquellos y aquellas a quienes se les ha arrebatado los medios para vivir: los pobres, los excluidos, los oprimidos, los condenados de la tierra, los desarrapados del mundo. Estos dejaron ser historia del Sur global, de las periferias explotadas. Ahora también son parte de la realidad mundana de las metropolís neocoloniales.
De tal forma que esta filosofía que tiene como contenido la vida del ser humano y la naturaleza, es una que surge desde el contexto de nuestro mundo actual dominado por el capital global financiero y el modelo neoliberal. En otras palabras, el capitalismo neoliberal-global actual amenaza la vida de todos y cada una, incluida la naturaleza, y la filosofía de la liberación de Enrique Dussel busca dar respuesta a ello.
Por esta razón no es casualidad que él haya simpatizado con la opción política mexicana que defendió reivindicativa e institucionalmente la consigna “por el bien de todos, primero los pobres”. Dussel pasó comprometidamente de la teoría a la praxis. De filósofo a dirigente nacional del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), espacio desde el cual defendió que esa consigna sería históricamente posible por medio de la formación de cuadros políticos que asumieran con convicción racional principios normativos en su praxis. En este renglón cabe añadir solamente que esta participación puede entenderse de mejor forma si recordamos la onceava tesis sobre Fuerbach de Marx: “Los filósofos han interpretado el mundo de diferentes formas, de lo que se trata es de transformarlo”.
Así, asumiendo esta tarea, Enrique Dussel dejó de ser en septiembre del 2022 líder formal de MORENA para pervivir como una columna ideológica fundamental de este partido-movimiento. El lector el día de hoy no debe recibir un resumen apretado de algunas de las tesis teóricas de Dussel. Para eso están sus más de setenta libros que comenzó a escribir desde los años sesenta, o bien, los centenares de artículos publicados en revistas especializadas, actas académicas o en libros colectivos. Hay también centenares de trabajos especializados que abordan su filosofía y que son de fácil acceso hoy en día.
Lo que sin embargo debe encontrar quien lee estas líneas es el porqué el fallecimiento de Dussel fue de impacto internacional; y esto fue debido a que los intelectuales, los filósofos, que piensan nuestra realidad desde marcos que han sido ocultados por las narrativas dominantes, por lo normal eurocéntricas, escasean.
Más aún, siendo la filosofía dominante hoy en día en exceso academicista, timorata frente a las injusticias de nuestro mundo global, neoliberal, neocolonial, racista, las figuras que se comprometen con su negación también escasean. Pues siendo fieles al espíritu dusseliano, podemos afirmar que es menos comprometedor hablar por 40 años sobre los filósofos muertos que hablar de nuestro mundo actual lleno de injusticias provocadas por la irracionalidad del capitalismo. Dussel siempre optó por lo segundo; por esa razón, su voz estará presente en muchas de las luchas políticas e intelectuales a la vez que ausente en los momentos en los cuales busquemos escuchar algún consejo sabio.
Esta la razón por la cual su fallecimiento no hizo más que entristecernos para darnos sin embargo impulso a continuar el legado crítico que nos ha dejado en su amplia obra.
¡Pura vida a Enrique Dussel Ambrosini, mi Maestro!
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