La inflación asedia a millones de mexicanos
Fuertes desequilibrios en los mercados han disparado los precios en el último año. Entre los incrementos más duros se encuentra el GLP, con un alza del 21%
En un pedacito de acera sobre la Avenida Sonora en la Ciudad de México, a unas cuadras del Paseo de la Reforma, Valentín González invita a los transeúntes a su puesto de tacos. Tiene guisados de bistec, de chicharrón prensado en salsa verde y de costilla, todos acompañados de arroz. Cada día que el taquero abre su negocio le cuesta dinero y últimamente, los costos son tan altos que se regresa a casa sin un peso de ganancia.
La tortilla de maíz ha subido un 30%, asegura González. El aceite más. El gas que utiliza para cocinar nunca había estado tan caro. Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) lo respaldan: la inflación interanual subió un 6% en septiembre y, entre los incrementos más dramáticos, está el precio del gas licuado de petróleo, GLP, con un alza del 21%. El precio de la cebolla, ingrediente básico en la gastronomía mexicana, ha subido un 27% y el chile serrano, un 12%.
“El problema es que todo ha subido y se sabe que es por la pandemia, pero debería de haber un control,” dice González, mientras revuelve uno de los guisados, “en esta pandemia lo que era necesario era que hubiera apoyo del Gobierno o que se controlaran los precios”. Tacos El Fish, como se llama su puesto, pasó de vender 250 tacos por día a 60 y, para poder cubrir los gastos, González tuvo que subir sus precios.
La zona, una colonia de ingreso alto, combina residencias, negocios y oficinas, pero la pandemia adelgazó el personal que atiende en los negocios y cerró oficinas a cambio del teletrabajo. González tiene más de un año de no ver sus clientes “de siempre”. ”La estamos pasando difícil económicamente”, dice el taquero cabizbajo, “nosotros dependemos de esto y está crítica nuestra situación”.
“Mi pregunta es ¿por qué está subiendo todo tanto?”, se cuestiona frustrado, “yo a mis clientes les digo que tuve que subir dos pesitos porque, la verdad, está todo caro”. No hay una respuesta simple a la pregunta que frustra a González. El fenómeno inflacionario que se está experimentando en todo el mundo tiene complejas raíces que tienen que ver con la baja en la producción por los confinamientos o el distanciamiento social y la alta demanda impulsada por los estímulos al gasto. A diferencia de lo que se pensaba hace unos meses, autoridades monetarias y analistas no saben con certeza si es transitorio o no.
“¿Cuánto va a durar? No lo sabemos, es un fenómeno inédito en el mundo, en 90 años no hemos visto cosa parecida”, asegura Rodolfo Navarrete, director de análisis y estrategia de inversión en Vector Casa de Bolsa. Los mercados están desequilibrados, ya que la oferta y la demanda tuvieron cambios rápidos y fuertes por la pandemia, explica el especialista, creando choques. “Ahora, nuevamente los mercados están buscando a ver cuál es el nuevo punto de equilibrio y eso quiere decir ¿cuál es el nuevo precio de equilibrio y cuál es el nuevo nivel de producción de equilibrio?” agrega el analista.
Navarrete no usa la palabra “espiral” para describir esta inflación — una palabra temida en este contexto que trae recuerdos de las hiperinflaciones que se han visto en América Latina en el pasado—. Sin embargo, el economista no espera que esto termine pronto. Según su pronóstico, México terminará el año con una inflación anual de 7,1% y 2022 también cerrará por encima del rango meta del banco central, con 4,4%. A pesar de que tiene una estimación, advierte: “Yo no sé qué va a pasar con la inflación. Francamente, el modelo ya no funciona, ningún modelo funciona. Lo único que sé es que están viviendo choques y choques y van a seguir haciéndolo”.
La mejor herramienta que tienen los países para contener la inflación son sus bancos centrales y su trabajo tiene varias dimensiones. Por un lado, la percepción de la institución como robusta, seria, técnica, autónoma y con suficientes reservas, ofrece una tranquilidad a quienes utilizan la moneda nacional. Es por esto que el banco, en sus anuncios y comunicaciones, habla de “expectativas de inflación”: porque hay una parte de la inflación que tiene que ver con lo que la gente espera sucederá con su moneda. “En alguna medida, esto tiene que ver con la percepción de la gente de si el fenómeno que estamos viviendo es transitorio o es duradero”, asegura Navarrete.
Por otro lado, el banco central define la tasa de interés referencia para el sistema financiero como una herramienta para contener las expectativas de inflación, ya que, en una economía que está creciendo a un ritmo tan acelerado que se genera inflación, una tasa de interés elevada puede ahuyentar la inversión, a su vez reduciendo la inflación. El Banco de México ha subido la tasa de interés en tres ocasiones consecutivas desde junio para hacer frente a la inflación, pero uno de sus subgobernadores ha votado consistentemente en contra de esta decisión, por considerar que el fenómeno actual no es uno que se pueda resolver de esta manera.
“Una mayor tasa no resuelve los factores que originan las presiones inflacionarias: aumento en precios internacionales de los insumos y disrupciones en las cadenas de suministro”, expresó el subgobernador Gerardo Esquivel en la última reunión de política monetaria, de acuerdo con las minutas publicadas el jueves. “El aumento también podría ser contraproducente. Aumentos continuos podrían interpretarse como señales de que la inflación tiene un carácter permanente”, dice el reporte.
Lo que el banco central le interesa es que la expectativa de los próximos cuatro a ocho años no se mueva porque generalmente las empresas hacen contratos en función de expectativas inflacionarias, asegura Navarrete. “Si en algún momento cambiaran las expectativas, entonces los contratos lo van reflejando y se va generando inflación”.
A las ocho de la noche, González, su pareja y su hija, de un año y medio, comienzan a guardar en contenedores la comida que no se vendió durante el día y se preparan para cerrar el puesto. Antes podía transportarse a su casa, a unas dos horas de distancia, en taxi. Ahora, paga 18 pesos por subirse al autobús, aunque llegue a su casa cerca de la medianoche. “Hemos hecho muchos sacrificios en esta pandemia”, cuenta el taquero, “desde que empezó no ha habido ropa nueva, no ha habido zapatos, no ha habido nada. Pero aquí seguimos porque si trabajamos ganamos y si no, pues no”.
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