Ir al contenido
_
_
_
_

“No, no estoy llorando”: por qué algunos padres esconden su tristeza y cómo afecta a los hijos

La represión emocional de los progenitores puede dificultar que niños y adolescentes aprendan a gestionar sus sentimientos de forma saludable

Padres
Jorge Marzo Arauzo

El mundo se cae a los pies de una persona cuando llora por pena o enfado. Los sentimientos brotan como lágrimas y busca ocultarse el rostro con las manos y pasar cuanto antes el mal trago. Pero la situación se complica aún más cuando el hijo aparece y pregunta: “¿Estás llorando?”. Algunos padres encuentran este momento una crisis aún mayor de la que están viviendo, se quedan paralizados, se secan las lágrimas y contestan: “No, cariño, está todo bien, estoy bien, no me pasa nada”. Con este ejemplo, Leticia Falagán, experta sanitaria en psicología infantil, expone una situación típica. “Si contestamos que todo está bien, el niño se da cuenta de que no es cierto. Y, al final, lo que le estamos enseñando es a que oculte su tristeza. Y le estamos diciendo que llorar no está bien”, sostiene. Y estos niños, al convivir con esta represión de sentimientos, cuando sean adultos, según la psicóloga, puede que gestionen mucho peor el estrés y la ansiedad.

El estudio sugerido por la experta ¿Guardarlo para sí mismo? La supresión emocional de los padres influye en el vínculo fisiológico y la conducta de interacción, publicado en la revista Journal of Family Psychology en abril de 2020, concluye que cuando los progenitores reprimen sus emociones delante de los hijos la interacción entre ambos se enfría, se reduce la calidez y el compromiso, y aumenta la tensión fisiológica.

La actriz Angelina Jolie, en una entrevista para Vanity Fair, admitió que prefería llorar en la ducha que delante de sus vástagos. “Necesitan saber que todo va a ir bien, incluso cuando ni tú estás muy segura de que así sea”, explicaba la intérprete. “Muchos padres y madres evitan llorar delante de sus hijos porque creen que así los protegen. Sin embargo, las emociones no desaparecen por no mostrarlas: las situaciones difíciles siguen existiendo, aunque se silencien. En otros casos, lo que hay detrás es el temor a que los hijos los vean como vulnerables, aunque esto sea un mito”, añade la experta. “Nos han enseñado a veces que mostrar las emociones es de personas débiles, y esto nos lleva a pensar que si los adultos muestran tristeza o angustia perderán autoridad ante sus hijos”, lamenta Falagán.

No solo se busca no mostrar a través de lágrimas el dolor o una situación de estrés, sino también cualquier tipo de emoción desagradable, según la especialista, quien pone un ejemplo también sobre esto: una madre que, en un proceso de separación, evita decirle a su hija que va al psicólogo para no preocuparla, y le dice una mentira.

Los niños pueden desconocer si un adulto está o no triste, pero sí que notan un cambio en su actitud hacia peor en la relación intrapersonal, afirma la psicóloga: “Un niño puede que diga: ‘Mi papá no me cuenta que está triste, pero le noto distante o no me hace tanto caso’. Esa ausencia, sin explicación, puede ser más confusa y dolorosa que la emoción en sí. El mensaje que recibe es: ‘No soy importante’. La información, adaptada a su edad siempre es poder. Los niños necesitan saber, aunque sea con palabras sencillas, qué está pasando”.

Los niños pueden desconocer si un adulto está o no triste, pero sí que notan un cambio en su actitud hacia peor en la relación intrapersonal.

Además, para Falagán, es fundamental buscar ayuda profesional si la situación se escapa de las manos de los padres, pero también tiene un papel muy relevante la prevención: “Es muy positivo que empiece en casa. Si eres capaz de anticiparte a un problema, probablemente no llegue a ocurrir. Tal vez mi hijo aún no haya expresado una emoción, pero puedo hablarle de ella, psicoeducarle, explicarle cómo podría sentirse, qué puede pasarle y lo que puede hacer”.

Entre las consecuencias de esconder las emociones destacan que “ellos no tengan la mejor psicoeducación acerca de qué y cuáles son, y para qué sirven. Ocultarlas a los hijos sería un error”, alerta Falagán, y valora que “lo mejor sería expresarlas y enseñarles a mostrarlas y a gestionarlas adecuadamente al adaptar el contenido de su edad”. En un estudio publicado en Social Development en 2024 (titulado Los procesos convergentes y divergentes de socialización de las emociones parentales moldean la respuesta emocional de los niños), también se sugiere que la coherencia entre lo que los padres dicen y lo que hacen en cuanto a gestión emocional puede influir en la forma en que sus hijos responden emocionalmente.

Como recomendaciones de la experta, a los hijos no hay que cargarles con la responsabilidad de nuestras emociones ni dejarnos llevar con lo que sentimos y gritarles: “Usamos mucho los mensajes ‘tú’: ‘Haces que te grite’. No, el que gritas eres tú, que estás gestionando mal la emoción. Es importante dar explicaciones a los niños, pero adaptadas a su edad, sin sobrecargarlos con detalles que puedan generarles ansiedad o preocupación”. Entre los consejos de lo que sí hay que hacer destacan reconocer las propias emociones y expresarlas si van a afectar a ese día con él: “Por ejemplo: ‘Hoy mamá se siente muy cansada. Así que vamos a hacer actividades un poco más tranquilas”, en vez de que el hijo proponga 500 cosas y decir a todo que no. De esta forma, aprende que las emociones son transitorias, que no van a durar para siempre. También es clave darles recursos, porque los niños no saben gestionar sus emociones. Necesitan que les legitimemos sus emociones, que las validemos, y que agradezcamos que las expresen. La inteligencia emocional les va a abrir muchas puertas en su vida adulta, y es responsabilidad de los adultos cuidarla desde que son pequeños”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jorge Marzo Arauzo
Es colaborador de la sección Estilo de Vida desde 2025. Antes fue redactor de Deportes en 2024 y de Narrativas Visuales en 2022/23, donde aprendió sobre el mundo de la infografía y el periodismo de datos. Graduado por periodismo en la universidad de Valladolid y máster de periodismo UAM - EL PAÍS con la promoción 2021-2023.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_