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Por qué es importante estimular la resiliencia en los niños

Para que los menores adquieran esta capacidad, que les ayudará a asumir y afrontar las adversidades, los padres deben favorecer su autonomía, permitir que tengan frustraciones o poner límites

Un niño disfruta con entusiasmo de la lluvia.
Un niño disfruta con entusiasmo de la lluvia.Sally Anscombe (Getty Images)

La resiliencia es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. Fue el neurólogo y psiquiatra Boris Cyrulnik (Burdeos, 1937) quien dio a conocer el concepto en su best-seller Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida. Como idea que se rescata de la obra, es de gran importancia el apoyo y amor al niño, el ambiente en el que se encuentre y los vínculos de este con quienes le rodean para afrontar hechos dolorosos y traumáticos que le sobrevengan. El psiquiatra, que en el relato narra sus propias experiencias, es un claro ejemplo de resiliencia por los crudos sucesos acaecidos en su infancia, los cuales afrontó con admirable entereza.

La resiliencia empieza a adquirirse desde muy temprana edad y puede desarrollarse a lo largo de la vida. Cristóbal Pereira Abello, psicólogo especializado en neuropsicología clínica, explica que no solo en la niñez, también en la edad adulta, con el fomento de la resiliencia el desgaste emocional frente a situaciones estresantes resultará menor: “Se dota, además, a los niños de herramientas para afrontar las situaciones adversas de manera flexible y aprendiendo, algo que repercute positivamente en su autoestima, autoconfianza y ayuda a desarrollar la empatía hacia otras personas”.

Según Beatriz Martínez Núñez, psiquiatra infantil y de la adolescencia en el Hospital Niño Jesús (Madrid), existe una amplia variedad de respuestas de los menores a los factores estresantes en sus vidas (traumas psicosociales o experiencias complicadas): “Hablaríamos de una individualidad clara. Algunos niños parecen relativamente poco afectados, mientras que otros desarrollan una diversidad de consecuencias psicológicas, físicas y de comportamiento”. La doctora indica que las exposiciones breves al estrés con oportunidades para volver al punto de partida pueden ser positivas y generar crecimiento. “Un progenitor adecuado facilita esta exposición al estrés. Puede hablarse del estrés tolerable, de carácter temporal, o del estrés tóxico, más continuo en un largo período de tiempo. Cuando esto ocurre en ausencia de relaciones protectoras y en genéticas vulnerables puede suponer consecuencias físicas y psicológicas de por vida”, explica.

Frente a esta idea, la experta subraya que para promocionar la resiliencia son precisas prácticas positivas de crianza desde la infancia hasta la adolescencia: “No solo debemos estar para nuestros hijos, también hemos de permitirles exposiciones a frustraciones y límites que generarán una adaptación a las posibles dificultades del futuro”. Asimismo, identificar las fortalezas e intereses de los menores también promueve la resiliencia: “La participación en actividades académicas, atléticas, artísticas u otras que les apasionen y en las cuales destaquen les proporcionarán una sensación de logro y confianza. Estas actividades también favorecen al desarrollo de relaciones con los compañeros que promueven la resiliencia”.

Preparar a los hijos para enfrentar un mundo lleno de retos

“La capacidad de resiliencia resulta fundamental para moverse en un mundo complejo, lleno de problemas, dificultades y retos que todos los niños vivirán”, afirma por su parte Patricia Pascual, psicóloga y coach para familias. Pascual sugiere varias maneras en las que los padres pueden estimular y favorecer la adquisición de esta capacidad.

Desde la psicología se concreta que de aquellas situaciones difíciles se puede salir más fuerte y sin caer en la desesperanza. María Díaz Medina, especialista en psicología clínica, explica que la capacidad de responder con resiliencia se relaciona con el apego: “Para que los niños puedan desarrollar un apego seguro con sus progenitores habría que prestar atención a las condiciones de vida y posibles dificultades o conflictos de los propios cuidadores. Los niños necesitan un ambiente seguro, donde los límites estén claros, pero se permita también cierto grado de estrés y libertad. Del mismo modo, es preciso ese entorno donde los hijos se sientan acompañados, escuchados y reconocidos desde pequeños”. Para crear ese ambiente afectuoso, Díaz Medina lanza nueve recomendaciones para las familias.

  1. Prestar atención al modo en el que se habla o escucha a los hijos.
  2. Compartir juegos y momentos de diversión con ellos.
  3. Reconocer sus logros, sin dar por hecho que son su obligación.
  4. Estar ahí para contener, hablar, reflexionar, pero respetando sus tiempos, espacios y necesidades.
  5. Tomar con seriedad los temas que les preocupan, respondiendo con autoridad (no autoritarismo) cuando sea necesario.
  6. Respetar sus gustos y su forma de ser.
  7. Ser modelos de autocuidado.
  8. Aceptar que los adultos también se equivocan y existirán momentos de frustración y desencuentro.
  9. Transmitirle al niño que la vida merece la pena y dejarle espacio para que lo lo descubra.

Como remate, Díaz Medina entiende que “ser resilientes no implica no pasar momentos malos, sino ser capaces de seguir viviendo a pesar de todo aquello que acontezca”.

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