Un entorno seguro: el espacio de calma y comprensión que los niños necesitan
Los expertos consideran que nadie puede ser autónomo sin haber recibido previamente grandes dosis de dependencia
Las familias tienen que ser un abrigo en caso de frío o un abanico en caso de 40 grados sombra. El hogar como lugar de paz. Y la tribu (familia elegida también) un amparo frente al daño, el terror, la duda y la discordia de los niños. Cuando leemos o hablamos sobre el entorno seguro, unión de palabras que cada vez casan más y mejor, nos referimos a las relaciones que se basan en el amor y en el respeto. Como la psicóloga Gemma Benito considera: “Un entorno donde las figuras de referencia están disponibles y se comportan como adultos responsables, cuyas funciones están claras y bien delimitadas para los niños y las niñas”. La seguridad y la tranquilidad son los mayores logros de este entorno amable. Con seguridad el mundo queda pequeño si se trata de explorar.
“Si hablamos de recién nacidos nos referimos al cuerpo materno”, asegura la psicóloga y psicoterapeuta Paola Roig-Gironella García. Sentir el latido del corazón de la madre, su olor, su calor, su voz es el hogar que necesita para crecer y madurar con tranquilidad. “Poco a poco este bebé va a ir creciendo y va a querer explorar el mundo al que ha llegado y para eso están también nuestros brazos, para que el bebé pueda ir descubriendo desde una mano que le dé seguridad o un abrazo que le reconforte”, afirma. A través de la voz, las palabras y la mirada materna o paterna les damos la seguridad y la calma para que ellos puedan ir aventurándose y aprendiendo. “Las madres y padres somos esa base segura desde la que salir a explorar y el puerto firme al que volver si hay dificultades. Y así va a ser en todas las etapas de crecimiento de la criatura”, cuenta Roig-Gironella. Si ellos son conscientes de que sus referentes están cerca podrán hacerse propio el espacio que vaya recorriendo.
En el libro Educar sin GPS el maestro Ares González trata sobre la importancia del entorno seguro. “Forma parte de las necesidades básicas. Sin seguridad los niños y niñas ponen su energía en sobrevivir en vez de crecer”. Afirma que la seguridad depende de los adultos y que poco a poco, en la medida que haya constancia en las respuestas positivas a sus necesidades, se irán haciendo más independientes. Este vínculo se inicia en la etapa de bebé respondiendo y cubriendo sus necesidades, pero cuando crecen y desarrollan pensamiento es por medio de la escucha, el respeto a los ritmos, establecer las normas claras, poner rutinas, además de como padre y madre estar físicamente presente lo que hace que el ambiente familiar sea cálido y seguro.
“Cuando las madres y padres satisfacemos las necesidades de nuestro bebé, cuando lo cogemos cuando llora, cuando lo arrullamos, cuando los acariciamos nos suelen tachar de sobreprotectoras. Se nos dice que vamos a criar niños dependientes. Y funciona justamente al revés”, afirma Paola Roig-Gironella García, que dice que si ellos disponen de este entorno seguro, de estas figuras seguras, de saber que están protegidos, podrán lanzarse a explorar y descubrir el mundo con tranquilidad. “Necesitan un entorno amable para interiorizarlo, para mentalizarlo y para ser capaces de lanzarse a todo lo que vendrá fuera de nosotros, de la familia, del entorno con energía y arrojo”. Ares González habla de la batería de seguridad: “Los niños podrán explorar el mundo porque antes han estado bien cerca de los suyos. Estén o no estén en familia, si esa batería está cargada pueden desarrollarse en otros entornos. Pero no para siempre, necesitan la presencia y cuidados de sus figuras de referencia para volver a cargar la batería”. González considera que nadie puede ser autónomo sin haber recibido previamente grandes dosis de dependencia.
Roig-Gironella señala que no hay ninguna clave ni receta mágica para convertirnos en una figura segura. “Sí que puede haber variables importantes. El psicólogo y psicoanalista creador de la teoría del apego John Bolwby las resumía en tres: la empatía, la sensibilidad y la disponibilidad”, cuenta. La empatía es la capacidad para ponerse en el lugar del otro; la sensibilidad es la capacidad de captar y entender cuando el niño nos da señales de que necesita algo; y la disponibilidad se trata de estar presente cuando nos necesita, además de satisfacer sus necesidades de manera adecuada.
Damos seguridad a través de nuestro tono muscular cada vez que los cogemos en brazos o les acariciamos. También mientras les cambiamos el pañal, les bañamos o cada vez que les hablamos. “Es tan sencillo como dar besos, acariciar, abrazar, ayudarles en sus procesos, compartir comida, bailar, jugar”, dice Ares González. Nuestros hijos no necesitan grandes regalos, mucha fiesta o petardos sonoros y llamativos; precisan cariño, apego y una oreja dispuesta a escuchar qué sienten o qué miedos les quitan el sueño.
Gemma Benito González ha preparado una selección de libros infantiles para abordar la cuestión de la parentalidad: desde 1 año Buenas noches, pingüinito de Amanda Wood (Editorial Flamboyant). A partir de 3 años Superlucas de Marina Hernández Ávila (Apila Ediciones). Desde los 4 años Madre Medusa de Kitty Crowther (Ediciones Ekare), Lo que construiremos. Planes para un futuro juntos de Oliver Jeffers (Andana Editorial) y Ramiro el boxeador de Lirios Jorda Bou (Andana Editorial).
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