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El parto, la lactancia y el contacto piel con piel, esenciales para fortalecer el sistema inmune de los bebés

La mujer embarazada puede ayudar al desarrollo de un microbioma intestinal óptimo con una buena alimentación, ejercicio y reduciendo la exposición a ambientes contaminados o al estrés

El primer contacto con microbios se da en el parto y es muy importante para el recién nacido.
El primer contacto con microbios se da en el parto y es muy importante para el recién nacido.Petri Oeschger (Getty Images)

Las contracciones comenzaron hace un par de horas. Al principio eran esporádicas, dispersas en el tiempo, pero, poco a poco, la duración entre una y otra se ha reducido pasando a ser frecuentes y coordinadas. Durante este proceso, el cuello del útero se ha dilatado para facilitar la expulsión del bebé, que ya está en posición descendente en el canal del parto hacia el exterior. Este momento del nacimiento es clave en el recién nacido para el desarrollo de su microbiota [también llamada microbioma], el conjunto de microorganismos (bacterias, hongos, arqueas, virus y parásitos) que reside en nuestro cuerpo, un hecho que tiene consecuencias para su salud presente y, sobre todo, futura. La microbiota que adquirimos al nacer prepara el intestino del bebé para la entrada de otras bacterias y antígenos.

Hace algún tiempo se creía que la vía intrauterina no tenía influencia en esta adquisición, pero varios estudios han comprobado que el descenso por el canal del parto actúa de manera decisiva en ello. Uno de ellos es el realizado por el Departamento de Gastroenterologia y Nutrición Pediátrica de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile en 2019. Titulado Importancia de la ruta de parto en la adquisición del microbioma en la temprana infancia, la investigación concluyó: “La vía de nacimiento juega un papel importante en la variedad de bacterias presentes en la microbiota del recién nacido, siendo el parto natural la mejor opción para ayudar al desarrollo del microbioma del bebé. La microbiota obtenida por medio de este canal de nacimiento se ha relacionado con la prevención de enfermedades como alergias y obesidad”.

“Cuando el bebé comienza el descenso desde el útero, recibe un primer inóculo —introducción voluntaria o involuntaria— de los microorganismos que residen en el canal de parto, en su mayoría bacterias de la especie Lactobacillus. Durante el parto también es posible que se transmitan al recién nacido microbios maternos de la región perianal, por su cercanía”, explica por correo electrónico José Carlos Clemente Litrán, investigador y profesor en la Escuela de Medicina de Monte Sinaí de Nueva York. Posteriormente a su nacimiento, el niño pasa a estar expuesto a cualquier microbio del medio ambiente. La transferencia de este tipo de microorganismos difiere dependiendo del tipo de parto, vaginal o por cesárea: “Dado que en estos últimos el recién nacido no pasa por el canal de parto y, por tanto, no recibe esas bacterias maternas”, matiza Clemente.

“Además de los microbios y bacterias que incorpora el recién nacido durante el nacimiento, existe una colonización también inmediata que tiene que ver con la microbiota del pecho, de la lactancia, que también van a influir en el bebé”, asegura Marcos Cuerva González, del departamento de Obstetricia del Hospital Universitario La Paz, en Madrid. “Cuándo se produce esa transmisión no está del todo claro, aunque parece que hay una serie de momentos determinantes: uno va a ser el parto, otro al inicio de la lactancia o el contacto piel con piel con la madre”, puntualiza Cuerva.

La microbiota de los recién nacidos tiene una enorme capacidad de adaptación. Aunque se empiece la vida con ciertos microbios, estos van cambiando de forma drástica durante los dos primeros años, en particular durante la transición de la alimentación por leche materna o de fórmula a una dieta que incorpora sólidos y mayor diversidad de nutrientes. “La microbiota que se adquiere al nacer no es, por tanto, el único determinante del riesgo de enfermedades a corto y medio plazo, aunque juega un papel fundamental en establecer respuestas inmunes adecuadas durante la infancia, lo cual sirve para proteger contra el riesgo de ciertas enfermedades inmunes”, puntualiza Clemente. “Una de las áreas de investigación en la que estamos trabajando es en cómo podemos restaurar la microbiota de bebés nacidos por cesárea”, prosigue, “para que su desarrollo inmune sea más robusto y tengan un menor riesgo de desarrollar alergias alimentarias, por ejemplo”.

Es posible aumentar el patrimonio de microbios de los bebés: facilitando el contacto prolongado con la madre y la lactancia materna.
Es posible aumentar el patrimonio de microbios de los bebés: facilitando el contacto prolongado con la madre y la lactancia materna. Albert Martinez Pardo (Getty Images/Westend61)

¿Puede la madre durante el embarazo favorecer el desarrollo de un microbioma intestinal —también conocido como flora bacteriana o flora intestinal en referencia al conjunto de bacterias que viven en el intestino— óptimo que proteja a un recién nacido de enfermedades inmunes y metabólicas? Parece ser que sí. “Si se siguen las recomendaciones de la pirámide de alimentación, con las adaptaciones propias del embarazo, para garantizar la mejor salud materno-fetal posible, haciendo ejercicio adaptado a la edad gestacional y características del embarazo y reduciendo también la exposición a ambientes contaminados y al estrés”, apunta Juan Miguel Rodríguez Gómez, catedrático del departamento de Nutrición y Ciencia de los Alimentos de la Universidad Complutense de Madrid. Según explica este especialista, se puede tratar también de mejorar el microbioma intestinal de la madre y, por ende, el del feto/bebé, mediante el consumo de probióticos, prebióticos o simbióticos: “Pero solo de aquellos para los que existan evidencias científicas de efectos beneficiosos durante este periodo de la vida”.

La importancia de la transferencia de microorganismos de la madre al bebé radica en que normalmente son los microbios que mejor se adaptan a las necesidades del recién nacido: “Aunque hay que tener en cuenta también su base genética, el entorno geográfico de la progenitora, su alimentación, etcétera. La microbiota participa muy activamente en el aprendizaje del sistema inmunitario del recién nacido, pero, especialmente, en la programación de su metabolismo”, asegura Rodríguez.

Un patrimonio de microbios, hongos y bacterias que es posible seguir incrementando durante el desarrollo del niño: “Hay que facilitar un contacto lo más precoz y prolongado posible con la madre, por ejemplo, a través del contacto piel con piel, independientemente de la edad gestacional y de la forma de nacimiento; y con el ambiente familiar”. Asimismo, es importante fomentar la lactancia materna: “Es una práctica particularmente importante para la salud a corto y largo plazo”. Este experto recomienda también reducir lo máximo posible la exposición a antimicrobianos —medicamentos que se utilizan para prevenir y tratar infecciones en los seres humanos—, tanto de la mujer como de su hijo, siempre, claro está, que no sean realmente necesarios para su salud.

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