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Claves para evitar diagnosticar falsos positivos del TDAH

Es importante que los padres se cuestionen si su hijo puede o no tener este trastorno más allá de que sea un niño hiperactivo. Las expertas recomiendan acudir a servicios especializados para obtener un resultado certero

TDAH
No todos los niños que son movidos o nerviosos tienen TDAH. Los expertos alertan de un aumento de falsos positivos.Catherine Falls Commercial (Getty Images)

En los últimos años, se ha generado cierta polémica en torno al sobrediagnóstico de los casos de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Este es un trastorno del neurodesarrollo que implica dificultad para mantener la atención, hiperactividad motora o impulsividad. Inmaculada Moreno García, profesora de la Universidad de Sevilla y autora del libro Niños Hiperactivos. Cómo ayudar a los padres a afrontar los problemas de Conducta (editorial Pirámide), argumenta que muchos de los niños diagnosticados no lo padecen. Frente a esto, la docente considera que han de extremarse las medidas y ser prudentes a la hora de identificar y diagnosticar a los menores y no actuar por presión social o demanda de los padres en Atención Primaria.

A nivel social se han extendido y generalizado los conceptos de hiperactividad e hiperactivo y afirmar que alguien tiene relación con ello, para la especialista, resulta precipitado y hace que se ignore el carácter clínico que conlleva. “Conocemos casos en los que el personal del centro educativo ha dicho a los padres que su hijo puede ser hiperactivo y, en verdad, no cumple los criterios para el diagnóstico. Esa movilidad e inquietud que los adultos observan, en muchas ocasiones, tiene que ver con la edad”, sostiene Moreno García, que añade que el poner una etiqueta al niño a la larga puede ser complicada de eliminar.

Según la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría, el 5% de los menores en edad escolar tiene un TDAH. Según este manual, este trastorno se inicia en la infancia y es el resultado de un desequilibrio en los niveles químicos del cerebro. Sus síntomas son varios: dificultad para concentrarse, hiperactividad, impulsividad, dificultad para reconocer y regular las emociones, baja tolerancia a la frustración, rigidez cognitiva, necesidad de estímulos y refuerzos externos, dificultad en la toma de decisiones, pobre lenguaje interno, baja automotivación, poca perseverancia, etcétera. Síntomas que afectan al día a día del menor durante por lo menos seis meses seguidos.

“Desde mi grupo, realizamos una investigación conjuntamente con la Universidad de Baleares y la colaboración del Servicio Andaluz de Salud de Sevilla, financiada por el Plan Nacional, en la que quedó de manifiesto que aproximadamente el 40% de los casos diagnosticados como TDAH en Atención Primaria son falsos positivos. Esto es, 4 de cada 10 niños son diagnosticados sin cumplir todos los criterios identificados para este trastorno”, subraya Moreno García. Esta profesora aclara que derivando a los niños a servicios más especializados y utilizando otros recursos e instrumentos más rigurosos este porcentaje disminuye.

Un diagnóstico que no debe hacerse a la ligera

Como explica esta profesional, para diagnosticar este trastorno no hay ningún marcador (biológico, electroencefalográfico, conductual o psicológico) único y que por sí solo, hasta la fecha, identifique el TDAH. En algunos casos, cuando llega el diagnóstico del pediatra ya se prescribe un tratamiento farmacológico o se recomienda terapia psicológica o clases de apoyo al niño que, en realidad, no le corresponden.

“Este trastorno tiene una peculiaridad y es que su sintomatología nuclear (sobreactividad motora, impulsividad, déficit de atención) es común en una etapa determinada del desarrollo. Para atribuir hiperactividad a un niño debe atenderse a la disfuncionalidad, a los problemas en la vida cotidiana del menor, conflictos con los padres, dificultades con los compañeros en el colegio o con los profesores o aislamiento social”, certifica la experta en educación.

La psicóloga sanitaria Marta Márquez añade que el sistema educativo y el sanitario tienen muchas grietas en este campo, ya que para que un niño sea diagnosticado como TDAH deben asegurarlo, y por escrito, profesionales como el psicólogo clínico, un psiquiatra infantil o un neuropediatra y no maestros o pedagogos terapéuticos, entre otros, algo que supone un intrusismo profesional. Para Márquez, el que los padres vayan al médico de familia y expliquen que su hijo no presta atención, no obedece o es muy nervioso puede suponer recetarle al menor medicamentos como el metilfenidato —sustancias psicoestimulantes capaces de reducir los umbrales de alerta o de vigilia—: “Esto son pastillas que sobreactivan a nivel cerebral para contrarrestar los síntomas del trastorno y lo hace de un modo demasiado apresurado”, detalla. Por ello, y según afirma: “Los psicólogos tenemos que quitar, en algunos casos, a dichos pacientes la dependencia a esas sustancias porque en altas dosis crean adicción”.

“En el TDAH, el tratamiento farmacológico se utiliza para sustituir las intervenciones psicológicas porque son más costosas. Pero tratar al niño en terapia es mejor y permite la curación. Añadamos a esto la falta de conciliación y que muchos padres y madres llegan de sus trabajos cansados y sin paciencia para criar a sus hijos”, perfila la psicóloga. Márquez pone como ejemplo la situación de niños pequeños que desde bien temprano madrugan, asisten al aula matinal, tras las clases se van al comedor, y, sin pasar por casa, después van directos a actividades extraescolares, hallándose alterados a lo largo del día. Para ella, probablemente, a ellos se les adjudique un diagnóstico de TDAH: “Casos de este tipo, conociendo un poco más allá, llevan a descubrir que verdaderamente tienen una buena atención sostenida y son personas tranquilas a las que si se les presta algo de atención no tendrían ciertas reacciones. También influye la falta de cariño, pero no porque sus padres no los quieran, sino porque la realidad de los problemas y crónicas familiares es muy diversa”.

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