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Andrés Neuman: “En la literatura hay un silencio inquietante respecto a la relación entre hombres y bebés”

Del asombro, “de pequeños relámpagos de emoción y de fogonazos de realidad cotidiana”, nace el último libro del escritor argentino, ‘Umbilical’, una carta de amor a su hijo y a su compañera de vida

Andrés Neuman publica 'Umbilical' que narra su relación con su hijo y su compañera de vida.
Andrés Neuman publica 'Umbilical' que narra su relación con su hijo y su compañera de vida.Rafa Mart

Andrés Neuman (Buenos Aires, Argentina, 45 años) deja a un lado su café solo y el plato de fruta que estaba desayunando en la cafetería de un hotel de la calle Goya de Madrid, se coloca de pie en un lateral de la mesa y se agacha como si fuese a hacer una sentadilla. Con una flexión de piernas y un movimiento de brazos, explica el particular método que ha ideado para coger en brazos a su hijo de año y medio a raíz de la hernia inguinal de la que fue operado hace unos meses. “Me dijo el médico que tenía que hacer reposo”, dice irónicamente. Neuman ya sabe que el concepto reposo es una entelequia para un padre. Más aún para uno como él, consciente de su nuevo rol, con ganas de estar presente en la vida del pequeño y de asombrarse con cada nueva conquista de Telmo.

Del asombro, “de pequeños relámpagos de emoción y de fogonazos de realidad cotidiana”, nace su último libro, Umbilical (Alfaguara), una carta de amor a su hijo y a su compañera de vida en la que, a través de textos breves, poéticos y fragmentarios, narra el embarazo y los primeros meses del niño fuera del útero materno, tras eso que en uno de sus líricos textos bautiza como el carpe ventrem. “Aprovecha tu exacta residencia, estar en alguien es raro privilegio. Aprovecha el espacio y la falta de espacio, esas coreografías. Aprovecha el festín del cielo digestivo antes de que la boca trabaje. Paladea esta vida anterior a tu vida y, si acaso tuvieras la ocasión en tu reino de urea, proteínas y ritmo, ten presente esta mano que te busca. Carpe ventrem”, se lee en sus letras. “Tengo la sensación de que cada vez más hombres sentimos la necesidad de hablar sobre cuestiones que la ortodoxia patriarcal de algún modo nos reprimía o nos enseñaba a omitir”, afirma Neuman.

PREGUNTA. Cada vez más hombres sentimos la necesidad de hablar de esas cuestiones, pero podríamos decir que esta realidad está infrarrepresentada en la literatura.

RESPUESTA. Existe, sin duda, una cada vez más estimulante literatura de las nuevas maternidades, un repertorio en cierto modo reciente, pero muy sólido; en cambio, con las paternidades hay una mezcla de silencio y dolor kafkiano. Conozco a muchos padres implicados de mi generación, más jóvenes, ni te cuento, pero siento que el mundo del arte, y concretamente la literatura, camina con una especie de delay respecto a los cambios que está experimentado el modelo de paternidad en los últimos años. No solo estamos luchando contra los obstáculos de la tradición, sino también contra una cierta limitación del marco imaginario, de la manera en que nos representamos.

P. No es casualidad que Umbilical arranque con unos versos de la poeta norteamericana Anne Waldman: “Que los hombres detengan su alboroto / frente a la maravilla del bebé”.

R. Hay un vacío y un silencio llamativo e inquietante respecto a la relación entre hombres y embarazos y entre hombre y bebés. Y siento que hay una especie de territorio muy sensorial, primario e intuitivo del que un bebé te enseña a disfrutar y en el que los padres podemos entrar para crear otra especie de cordón umbilical simbólico que termina teniendo consecuencias físicas. Las labores del cuidado, del afecto y del acompañamiento pueden pasar en los hombres también por el cuerpo. Yo siento que todo eso es una gran oportunidad para que los hombres reflexionemos y nos vinculemos poco a poco con el hijo. Para que cuando se produce el nacimiento no sea un principio, sino una continuación de un vínculo que ya has ido generando poco a poco. Por eso me interesaba que la primera parte del libro estuviese dedicada a la parte prenatal. Porque según el canon tradicional es el territorio que nos está vedado completamente a los hombres por limitaciones biológicas evidentes.

P. Ese vínculo frágil que empezaste a producir cantando a tu hijo a través de la barriga de tu compañera requiere necesariamente de un tiempo y de una dedicación que se aprecian necesariamente en lo fragmentario de tus textos.

R. Tenía muy claro que si no escribía en el aquí y el ahora aunque fuese de esta manera fragmentaria, la nitidez de esos instantes se iba a ir perdiendo. Creo que en la medida en que los padres tengamos una implicación más cotidiana, diaria y pegada a la realidad doméstica, es posible que los discursos sobre las paternidades se vayan aproximando más a esa experiencia fragmentaria, a esa especie de ética y afecto del instante.

P. También se aprecia en el contenido de los mismos, en los que sobresalen temas como la falta de sueño, los baños, las cacas, los pises y los vómitos, que hace no tanto muchos padres rehuíamos.

R. Muchos hombres hemos tendido a ser aprensivos con ciertas cuestiones médico-hospitalarias, de la higiene o de la escatología. Un bebé en ese sentido te enseña algo así como la vía escatológica del amor más puro. Yo siempre he sido un hombre muy aprensivo, así que transformarme en un transportista diario de excrementos, sentirme permanentemente meado, cagado y vomitado y aceptarlo es un acto de entrega y una prueba irrefutable del amor. Es como una especie de revelación que te regala esa pequeña criatura.

Portada de 'Umbilical' del poeta y escritor Andrés Neuman.
Portada de 'Umbilical' del poeta y escritor Andrés Neuman.

P. ¿Se puede explicar el amor irracional e incondicional que despiertan los hijos?

R. Sí y no. Es la respuesta más honesta que te puedo dar. A mí me costó por la introspección de género, por la inseguridad que me producía adentrarme en un terreno del que sentía que no sabía mucho y que tampoco podía ser sostenido por una gran variedad de discursos que pudieran ayudarme. Pero, por otro lado, me sorprendió la espontaneidad y la torrencialidad de las emociones que se abrieron paso de una forma imperativa. Realmente no podía no escribir este libro.

P. Decía Manuel Jabois que le fascinaba ese amor irracional que te haría matar por tu hijo de dos días, por ese niño al que ni siquiera conoces y que luego igual resulta que es un gilipollas. “Serás quién sabe quién”, escribes precisamente en el capítulo 15.

R. (Risas) La extraña certeza del vínculo. Creo que es una gran y misteriosa verdad que, como todo este tema, tendrá muchas capas superpuestas de biología y de instinto de especie, pero también de discursos familiares, de mandatos sociales. De alguna manera, esa incondicionalidad es inconscientemente aprendida. Por eso me parecen también dignos de escucha y análisis los casos de madres que dicen que no se sienten concernidas por su embarazo, que no sienten ese amor inmediato. Yo opino que en eso que observamos como una supuesta anomalía hay una señal muy interesante de que a veces las cosas que suponemos instintivas pueden ser hábitos y mandatos colectivos muy fuertes. Yo he sentido un amor irracional, soy parte de la norma desde el primer piel con piel con mi hijo, pero no puedo no preguntarme cuánto habrá de reflejo condicionado en ese amor.

P. El último texto de tu diario esconde un brillante juego de opuestos: “Mi vida no ha cambiado (…) Mi vida no será jamás la misma”. ¿Se puede salir indemne de la paternidad?

R. Supongo que sí y lo lamento por quien salga indemne, porque qué tristeza y qué pobreza, la verdad. Al final se puede salir indemne de cualquier experiencia de la vida, pero vaya, es muy poco saludable. Del amor, de la muerte y de las nuevas vidas tanto mejor si salimos transformados. En mi caso, siento que no hay una sola fracción de mi pensamiento y de mi cuerpo que hayan salido indemnes. Pero tampoco quisiera dividir el mundo en dos clubes, los que tienen y los que no tienen hijos. Al final yo he pasado la mayor parte de mi vida sin hijos, he sido un padre relativamente tardío y he pasado demasiado tiempo en el equipo de los no padres como para subirme ahora en un pedestal y decir que de repente he visto la luz.

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