Los efectos de las bebidas energéticas en los niños (y algunas alternativas saludables)
Los refrescos azucarados y con cafeína tienen consecuencias en la salud de los menores, como insomnio, ansiedad o mayor riesgo cardiovascular. Reducir su disponibilidad en casa y dar ejemplo consumiendo otras opciones está asociado con niveles de ingesta significativamente más bajos


Cada vez más niños y, sobre todo, adolescentes consumen bebidas de alto contenido en azúcares y cafeína, más si cabe en la época estival. Según los datos publicados el pasado mes de junio por la Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia, existe un aumento de un 31% en la toma de bebidas energéticas entre los jóvenes desde 2018 hasta 2024, y, además, un 40% de los menores las consumen cada día. Y es que son muchos los padres que, desconociendo los perjuicios que tienen para la salud, permiten el consumo de bebidas energéticas a sus hijos independientemente de la edad que tengan.
En un escrito para la Asociación Diabetes Madrid, el doctor Roi Piñeiro Pérez, pediatra del Hospital Universitario General de Villalba, enfatiza que lo apropiado es restringir la ingesta diaria de cafeína en niños de menos de 12 años a 2,5 miligramos por kilogramo de peso. Por otro lado, en adolescentes que no alcancen los 18 años, la mayoría de los especialistas conviene que lo ideal es no exceder los 100 a 200 miligramos de cafeína al día.
Así lo señala también un informe de la American Academy of Pediatrics, una asociación tajante en cuanto a que los niños no deben consumir bebidas energéticas. En el artículo titulado Las bebidas energéticas y deportivas para niños y adolescentes: ¿son adecuadas?, alegan incluso que algunos menores desconocen lo que toman: “Algunos niños están consumiendo bebidas energéticas que contienen grandes cantidades de cafeína cuando lo que quieren es simplemente rehidratarse después del ejercicio”.
Rosaura Leis, pediatra y coordinadora del Comité de Nutrición y Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría, sostiene que el consumo de las que, según ella, habría que denominar “bebidas estimulantes” cada vez se da en edades más tempranas y habitualmente sin ser conscientes de sus efectos ni el menor ni sus familias. Algo, según señala, que puede deberse a que se publicitan junto a eventos deportivos o simbolizando éxito social. Apunta, además, que los refrescos frecuentemente contienen una alta cantidad de azúcares añadidos: “Tomarlos contribuye a una ingesta elevada de calorías con aporte escaso de nutrientes y al no cumplimiento de la recomendación de las sociedades científicas en relación con el consumo de azúcares simples”.
Síntomas físicos y efectos psicológicos
Leis afirma que los azúcares simples deben suponer menos del 10% de las calorías totales de la dieta, y en niños y adolescentes no superar el 5%. “Un exceso de estos azúcares se asocia con una mayor prevalencia de sobrepeso y/u obesidad, sus comorbilidades asociadas y caries dental, entre otras patologías”, explica la pediatra. Por otra parte, señala que el consumo de bebidas energéticas representa un riesgo para la salud en la población joven: “Aportan niveles elevados de cafeína, taurina y otros estimulantes, con repercusiones negativas como irritabilidad, alteraciones del sueño, neurológicas y cardiovasculares”.
Leis certifica que la ingesta de bebidas estimulantes no está recomendada a ninguna edad y ha de evitarse especialmente en edades pediátricas y en la adolescencia. “No debemos olvidar que estos periodos críticos del desarrollo son ventanas de oportunidad para la programación del metabolismo y unos estilos de vida saludables van a condicionar nuestros patrones a lo largo de la vida. Dejarán una huella metabólica, indicando de qué enfermaremos y moriremos en edades posteriores”, confirma la pediatra. “Debería regularse la venta y el consumo de estas bebidas en la edad pediátrica, así como su publicidad. Hemos de continuar comunicando y educando en estilos de vida saludables a toda la población para poder hacer una elección documentada y consciente de los productos que se toman”, añade.
La neuropsicóloga Patricia Fernández Cabeza señala que algunas investigaciones muestran que, en los niños, estas bebidas, entre otros problemas, favorecen desequilibrios en el estado de ánimo y la atención. “Las bebidas energéticas pueden provocar insomnio, taquicardia, ansiedad e incluso riesgos cardiovasculares severos. Existen estudios que han encontrado fuertes asociaciones entre la toma habitual de bebidas energéticas y mayores niveles de ansiedad, depresión y problemas de conducta en niños”, concreta. Según dice, detrás de su consumo frecuente se encuentra la fácil adquisición en el hogar y en tiendas cercanas y el “efecto imitación” de los padres. “Reducir la disponibilidad de bebidas azucaradas en casa y dar ejemplo consumiendo otras bebidas está asociado con niveles de ingesta significativamente más bajos. Medidas como etiquetado de advertencia y educación para padres han demostrado cambiar percepciones, reducir la voluntad de compra y disminuir la toma”, comparte Fernández.
Opciones saludables
Pese a tener claro que lo más acertado es dar a los menores la menor cantidad de refrescos y bebidas azucaradas posible, Melisa Gómez Allué, dietista-nutricionista especializada en pediatría, aclara que las familias pueden ser flexibles y atender a las situaciones, como en eventos, por ejemplo un cumpleaños. “Con las bebidas energéticas resulta óptimo limitar y, siempre que sea posible, evitar su consumo”, asegura.
Si los menores quieren tomar algo diferente al agua, Gómez aconseja apostar por bebidas refrescantes como:
- Agua con gas y unas rodajas de limón o, dependiendo de la edad y del caso, podrá optarse por alguna versión zero de algún refresco (intentando evitar los de cola).
- Agua con gas y frutas (como limón, sandía y hierbas como menta para hacer una limonada de sandía y menta), agua de coco, aguas saborizadas o infusiones sin teína.
- Refrescos caseros con agua con gas o agua natural y rodajas de limón, naranja, pomelo u otra fruta; rodajas de pepino, hierbas como menta o albahaca y más.
La nutricionista agrega que se pueden preparar en casa cubitos de hielo con limón o zumo de alguna fruta para saborizar con ellos el agua. “Todo ello mientras seguimos buscando la manera de darle al agua (natural o con gas) el protagonismo que merece”, puntualiza.
Por su parte, Adriana Fernández Vidal, dietista-nutricionista especializada en alimentación consciente, refiere que los refrescos y bebidas energéticas no aportan nutrientes ni favorecen la saciedad. “Se asocia con una más alta amenaza de enfermedades metabólicas: resistencia a la insulina, hígado graso no alcohólico, riesgo aumentado de diabetes tipo 2, hipercolesterolemia…”, explica. Estas las alternativas saludables que propone:
- Agua con frutas y/o hierbas aromáticas: rodajas de limón, pepino, fresas o menta/hierbabuena.
- Infusiones suaves frías (sin azúcar): rooibos, frutos rojos…
- Batidos caseros de frutas naturales: con base de agua, leche, bebida vegetal o yogur natural.
- Kombucha (en caso de poder tomar algo de cafeína).
- Batido frío de cacao, canela y leche/bebida vegetal.
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