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Niños arcoíris: los retos de volver a ser madre tras la pérdida de un bebé

Los padres pueden sentir culpabilidad y una enorme vulnerabilidad tras el fallecimiento de un hijo en el periodo perinatal, lo que convierte el proceso de un nuevo embarazo en una etapa muy compleja. Haber pasado el duelo y el acompañamiento psicológico es clave para enfrentarse de nuevo a la paternidad

Niños arcoiris duelo perinatal
La pérdida de un bebé es un evento vital muy doloroso, supone elaborar un duelo complejo, ya que donde se esperaba vida aparece muerte.Iuliia Burmistrova (Getty Images)

La Asociación Umamanita, dedicada al apoyo, sensibilización y humanización de la atención a la muerte y el duelo perinatal, calcula que, cada año, fallecen en España alrededor de 2.000 bebés de muerte perinatal. Es decir, el fallecimiento que se produce entre la semana 22 de gestación o en neonatos con 500 gramos de peso o más, y hasta los 28 días después del parto. “La pérdida de un bebé es un evento vital muy doloroso, supone elaborar un duelo complejo, ya que donde se esperaba vida aparece muerte”, sentencia Raquel Huéscar, coordinadora del grupo de trabajo de Psicología Perinatal del Colegio de Psicólogos de Madrid. “Este terrible acontecimiento supone un proceso de aceptación de la pérdida de un hijo, un proyecto, un rol (madre o padre). Es el fin de una ilusión, que además no se ve validada socialmente”, afirma Huéscar. “En ocasiones, es un duelo que se transita con culpa”, añade, “dando vueltas una y otra vez a lo que se hizo o no se hizo con el bebé”. “Las familias intentan encontrar explicaciones y dar un sentido a lo que resulta complejo de integrar”, incide.

Los padres que sufren esta pérdida también deben enfrentarse a la decisión de si quieren tener otro hijo, al que se denomina bebé arcoíris. Un momento que no siempre resulta fácil de encontrar, y en el que es imprescindible haber pasado el duelo por la pérdida, según afirma Huéscar, porque entonces ya “es posible otorgarle un espacio diferente, nuevo y distinto al hijo que se desea. Para algunas familias este proceso psicológico se produce en algunos meses, para otras en años”. El resultado depende, entre otras cosas, de las variables del fallecimiento del hijo, cuenta Sandra García Lumbreras, responsable de la Unidad de Psicología de Dexeus Mujer: “Va a depender de los padres, de las semanas de la pérdida, si la mujer tuvo un parto por vía vaginal o fue cesárea…”. A estas cuestiones, Huéscar añade una más: “Cómo se haya podido o no hacer la despedida. Si se han podido conservar recuerdos, fotografías, si se ha podido tener en brazos al bebé”.

Para Laura Carrascosa (31 años, Madrid) y Ramón Garretas (33 años, Valladolid) la decisión de ser padres de nuevo no les llevó mucho tiempo. Precisamente haber tenido contacto con su hija Julia, aunque naciera sin vida, fue clave en la decisión. “Tenerla en mi regazo y sentirla piel con piel nos recordó las ganas inmensas que teníamos de ser padres”, recuerda Carrascosa, “sentíamos una necesidad bestial de ejercer la maternidad y la paternidad que no habíamos podido llevar a cabo al perderla”. Pocos meses después del fallecimiento de su hija Julia, Carrascosa y Garretas esperaban la llegada de un nuevo bebé. Pero aquello no fue un camino de rosas. “Lo más duro para mí fue sentir que no era capaz de tener hijos, que mi cuerpo no podría. Y, por otro lado, me sentía culpable por haberme quedado embarazada tan pronto de Luis. Incluso me preocupaba que la gente me juzgara por ello”, reconoce ella.

El siguiente embarazo a una pérdida es un proceso complicado. “Las mujeres en estas segundas gestaciones sufren mucho, tienen miedo a una nueva pérdida, inseguridades que se pueden traducir en ansiedad, insomnio… Y todo ello con emociones diversas e incluso contradictorias”, continúa García Lumbreras. “Suelen mezclarse sentimientos de tristeza por la pérdida anterior, con alegría por el nuevo embarazo que puede desencadenar en culpa al mismo tiempo”. Incluso, a menudo, las propias madres intentan retrasar el vínculo con el bebé como medida de protección, como si fuera complicado creer que es real, añade Huéscar. “En ocasiones, el nuevo embarazo está marcado por hitos donde se recuerdan los momentos donde hubo problemas y se viven con angustia e incertidumbre. Si el fallecimiento tuvo lugar en el parto, este se convierte en un momento de gran intensidad emocional por el miedo que se genera”, sostiene esta experta. “El miedo a repetir la historia está presente en la mayoría de las familias”, añade.

Laura y Ramón perdieron a su hija Julia antes de nacer, aunque reconocen que tenerla en su regazo les recordó las ganas inmensas que tenían de ser padres.
Laura y Ramón perdieron a su hija Julia antes de nacer, aunque reconocen que tenerla en su regazo les recordó las ganas inmensas que tenían de ser padres.

Carrascosa también sintió ese miedo. Por eso contó con una psicóloga durante el proceso. “Su trabajo, sobre todo, consistió en recordarme que yo no era culpable de lo que le había pasado a Julia, que mi cuerpo sí podía dar vida”, explica. Luis nació el pasado mes de enero: “Se adelantó varias semanas, nació poco antes del primer aniversario del fallecimiento de su hermana”.

El acompañamiento a los progenitores es clave. “El segundo embarazo supone un estado psicológico de vulnerabilidad en muchas familias, lo que puede influir después en el vínculo con el bebé. Y desde la evidencia científica sabemos que los problemas de vinculación padres-hijos están en la base de la mayoría de los problemas psicológicos de los hijos”, apunta Huéscar. La figura del psicólogo o acompañante ayudará a los progenitores a hacer frente a todos esos sentimientos y emociones de cara a la llegada de su bebé arcoíris. Por eso, lo adecuado es que vayan juntos, aunque, según afirma García, “a veces las mujeres acuden solas a terapia psicológica porque necesitan tener su espacio para poder expresar sus emociones sin angustiarse por preocupar a la pareja”. Pero hay que tener en cuenta que “los padres o las parejas también sufren la pérdida, a veces les cuesta encontrar su sitio, espacios donde poner palabras a sus emociones. Ellos sufren por lo que ha ocurrido y por ver a sus parejas en duelo, en ocasiones con sensación de impotencia para la ayuda”, asegura Huéscar. “La pareja suele acompañar a la mujer escuchando y no juzgando, pero en general hacen el proceso de duelo más rápido porque no tienen el cambio físico añadido”, puntualiza García.

La labor del psicólogo es ayudar a los padres a disfrutar del nuevo nacimiento. “Que esto suceda dependerá en gran medida de si se dejó ir al bebé perdido. La pérdida de un hijo no se olvida, pero, en algún momento, uno necesita dejarlo ir para continuar con la vida. El hijo que llega necesita un espacio nuevo en la mente de sus padres, necesita de ilusión, de la opción de poder generar placer en su madre y en su familia”, sostiene Huéscar.

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