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El tabú social del duelo perinatal, un dolor invisible y solitario

Tras la muerte de un bebé antes de su nacimiento, es importante fortalecer el diálogo abierto, respetar los tiempos de recuperación y crear rituales compartidos en familia

Duelo perinatal
La pérdida de un bebé cambia a la madre en el plano físico, psíquico y social.anja_i (Getty Images/iStockphoto)

La vida de Inés Burgueño Jiménez (Valladolid, 31 años) cambió cuando perdió a su bebé, Juan, en la semana 38 de gestación. Acudió un sábado al hospital Gregorio Marañón, en Madrid, porque hacía unas horas que no sentía a su bebé, aunque el miércoles de esa misma semana le había visto en una ecografía y todo estaba bien. “Pensé que como era grande no se podía mover”, asegura en conversación telefónica. Allí le dijeron que el corazón de su hijo no tenía latido. Días después de que le indujeran el parto, que sucedió el 12 de junio de 2022, escribía una carta a la directora de EL PAÍS: “Hace hoy nueve días me convertía en madre [...]. Cuando te enteras de que estás embarazada te preparas para muchas cosas, pero para lo que nadie te prepara es para que el corazón de tu pequeño deje de latir a diez días de tenerlo en tus brazos”.

Cuando una mujer descubre que está embarazada por su cabeza no pasa que vaya a vivir una experiencia como la que sufrieron Burgueño y su pareja. Aunque solo en España, durante el año 2021 y según los últimos datos que recoge el INE, se produjeron 920 muertes fetales tardías (las que se dan a partir de la semana 28 de gestación).

“A nivel social, no estamos preparados para asumir que un bebé pueda morir, no encaja”, explica Ana Carcedo, psicóloga perinatal. Según explica la también experta en duelo y trauma, a diferencia de la muerte de un padre, por ejemplo, donde sí hay recuerdos, “la muerte intrauterina parece que tiene menos derecho a ser llorada. Como si no hubiera hueco para ese dolor y esa vivencia”.

Tras aquella experiencia, Inés ha pasado un año emocionalmente inestable. En stand by, como ella misma describe. Una época difícil en la que tuvo que hacer frente a un aborto bioquímico en noviembre (el que se produce al poco tiempo de la concepción) y que supuso “una hecatombe absoluta” en su vida. Además, tuvo que acudir a terapia con una psicóloga con la que trabajó, entre otras cosas, el enfriamiento de la relación con ciertas amistades que dieron a luz por las mismas fechas que ella y a cuyos niños no ha podido conocer. “A la gente le cuesta un poco entender que tanto tiempo después aún no seas capaz de superar el dolor”, asegura.

Pérdida de amistades

El duelo perinatal es una etapa en la vida de la mujer, y de la pareja que ha perdido un bebé, en la que “se acompaña fatal”, como explica Carcedo. Donde a partir de cierto periodo ya es incómodo hablar: “Como si tuviéramos un reloj de arena donde, de repente, está terminando el tiempo que tenemos para sufrir por la muerte de un hijo.” Algo que también afirma Pilar Gómez-Ulla, psicóloga y presidenta de la red El hueco de mi vientre —iniciativa nacida en 2013 que apoya a familias que viven un duelo perinatal por la muerte de un hijo en cualquier etapa de la gestación o tras el parto—. Gómez-Ulla añade que se trata de un duelo que se vive en soledad; “a la madre le cuesta mucho volver a relacionarse con su entorno cuando este desconoce o calla acerca de una parte tan importante de ti”.

La pérdida de un bebé cambia a la madre “en el plano físico, psíquico y social”, asegura Gómez-Ulla. “Estas mujeres no vuelven a ser las mismas y necesitan un tiempo de reajuste.” Algo que ha vivido Burgueño este último año. Ella comenta que la parte social no le resultó tan complicada: “Soy una persona que me gusta rodearme de gente y más si estoy mal”. Aunque a veces necesitaba tranquilidad, sí reconoce que hubo “relaciones que se volvieron un poco difíciles”. Hay niños de amigas a los que no ha podido conocer porque los asocia a esa época de su vida que fue tan complicada: “Tengo una amiga que dio a luz seis días antes que yo. Esa niña es mi Juan”, explica Burgueño.

Una de las singularidades de la muerte fetal para las familias, como publicó la psicóloga Noelia Grunblatt en un artículo en la Revista de Psicología PSIUC, de la Universidad de Congreso en Mendoza (Argentina), es “la dificultad de procesar el hecho de la muerte tan cercana al nacimiento”. De cómo el duelo por un bebé que no ha nacido vivo “es un proceso doloroso y, en general, incomprendido por el entorno”. El círculo social tiende a no hablar de lo sucedido y las relaciones se enfrían. Por eso desde la red El hueco de mi vientre buscan poner en contacto a otras madres y familias que han vivido la muerte de su hijo, para que el dolor se lleve en compañía. Para mitigar la pérdida del bebé y de las relaciones sociales. “Con otras personas en duelo, se redescubre el dolor en general”, asegura Gómez-Ulla. Además, apunta, que con el tiempo y cuando la madre se encuentre mejor, es posible un “reajuste” y fortalecimiento con esos vínculos perdidos. Algo en lo que tiene puestas sus esperanzas Burgueño.

Pedagogía de la muerte

Algunas de las recomendaciones que tanto Carcedo como Gómez-Ulla aconsejan para acompañar a las madres en el duelo perinatal, educar en una pedagogía de la muerte y que las relaciones no se pierdan, es favorecer el diálogo abierto de lo que ha ocurrido. “Preguntar, nombrar, hablar, permitir la expresión de dolor, el llanto, pero no durante uno o cuatro meses porque esto dura más”, apunta Gómez-Ulla, que también vivió esta pérdida en primera persona. Ayudar a preparar rituales compartidos, como plantar un árbol o compartir en Navidad una tarjeta especial con el nombre de aquel bebé. “Con estos gestos, de alguna manera, estas parejas se sienten reconfortadas por su entorno”, apunta la psicóloga. Por su parte, Carcedo añade que la madre no tiene que forzarse a quedar con su entorno social, pero sí hay que entender que tiene que haber una cierta continuidad. Pero, sobre todo, la madre tiene que escucharse: “El duelo es un dolor que hay que transitar, que no nos vamos a saltar y si en un momento me viene y tengo que llorar, lloro. Y si en otro estoy a gusto y bien, pues también”. Un trabajo que hay que hacer en sociedad, “porque el duelo es un diálogo, no un monólogo, pero respetando siempre el estilo de cada uno”, finaliza Gómez-Ulla.

Un año después, Inés Burgueño volvió a mandar una carta a la directora de EL PAÍS. Se publicó el pasado 13 de junio. Embarazada de nuevo y después de un año muy duro, asegura que ha vuelto a sonreír, incluso a veces a ilusionarse. “Pero siempre con un halo gris. Unas ganas escondidas de llorar, una tristeza latente, una incomodidad repentina. La vida y el mundo siguen girando —sobre todo, para los demás— y cada vez soy más consciente de que mi vida y mi mundo nunca volverán a ser los mismos, y que ya han cambiado para siempre”.

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