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Aprendizaje
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cómo potenciar el sentido crítico o la empatía en los niños con el aprendizaje basado en el pensamiento

Esta metodología educativa promueve un aprendizaje activo y logra una comprensión en profundidad. Se puede aplicar en el colegio y en casa

Alumnos y alumnas de un colegio de Murcia
Alumnos y alumnas de un colegio de MurciaMarcial Guillén (EFE)

El prefijo meta que tanto escuchamos últimamente desde que Facebook ha transitado al Metaverso entraña en realidad un significado que es mucho más que una moda. Meta significa algo así como más allá de, y me interesa este prefijo porque existe un concepto que se conoce como metacognición que incluye esa idea de superar o dar un paso más, pero esta vez en relación con el aprendizaje.

La metacognición va de la mano del aprendizaje basado en el pensamiento. Tal vez hayáis visto a vuestros hijos alguna vez hacer un ejercicio que viene organizado gráficamente para que respondan en columnas en las que se puede leer: “Veo, pienso, me pregunto”. Una búsqueda de imágenes en Google de los términos “rutinas de pensamiento” arroja una gran cantidad de gráficos como el que acabo de describir. Si habéis visto una de esas fichas y no sabíais qué estaban haciendo vuestros niños, se trata precisamente de esto que estoy hablando.

¿Os acordáis de cómo estudiábamos cuando íbamos al colegio o al instituto? ¿Cuánto de todo aquello recordábamos, ya no hoy, sino un par de semanas más tarde del examen? ¿Sabíamos lo que estábamos estudiando realmente? Algunas cosas sí, pero otras, sin el contexto del libro o del tema en cuestión, no habríamos sabido ni dónde encasillarlas ni dónde usarlas ni con qué relacionarlas porque no éramos capaces de conectarlas con nada. De hecho, dice Robert Swartz, máximo promotor del aprendizaje basado en el pensamiento, que entre el 92 y el 95 por ciento de lo que se estudia en las escuelas no afecta a la vida de los estudiantes una vez que las abandonan.

La verdad es que para los que aprendimos todo sin cuestionarnos mucho, porque hace dos, tres o cuatro décadas no se estilaba para nada el tratar que los estudiantes tomáramos consciencia de nuestro aprendizaje, puede que nos resulte chocante ver a nuestros hijos completando esas fichas con ejercicios de metacognición en las que a veces no saben ni qué responder. Claro que sin haber desarrollado el hábito previamente, la capacidad metacognitiva, las habilidades de pensamiento pueden estar muy aletargadas. Por eso es muy bueno e importante que las ejerciten y aprendan a desarrollar esas destrezas cognitivas.

¿Y qué es entonces esto de la metacognición y el aprendizaje basado en el pensamiento? Se trata fundamentalmente de tomar consciencia sobre el propio proceso de aprendizaje: aprender a aprender. Se trata de ir un paso más allá, y no memorizar sin más. Por supuesto que la memoria es relevante y para aprender algo es indispensable memorizarlo, pero no memorizar sin contexto.

Por ejemplo, la rutina de pensamiento más sencilla que se me ocurre es la que se conoce como “antes pensaba-ahora pienso”. Casi todos sabemos algo antes de empezar a estudiar un tema, es prácticamente imposible no haber escuchado nada antes, o en el caso de los niños, seguramente habrán estudiado ya algo previamente en el colegio, en cursos anteriores, con menor profundidad. Pues bien, si al empezar un nuevo tema los alumnos reflexionan sobre lo que ya saben al respecto y lo apuntan en la columna correspondiente, debajo de donde pone previamente suponía, ya parten con una motivación diferente hacia la materia.

Imaginaros que empiezan a estudiar en el cole en la asignatura de ciencias naturales el sistema circulatorio. Seguro que tienen alguna noción de qué es y cómo funciona. Creo que es una buena idea que desde casa les preguntemos en ese momento qué saben sobre ello. Y que los animemos a anotarlo. Con toda probabilidad les surgirán dudas, tendrán preguntas, y en cualquier caso su cerebro se habrá puesto en marcha, intentando recuperar información que tenían olvidada o que no tenían del todo atada. La predisposición hacia el aprendizaje cambia totalmente haciendo simplemente esta reflexión previa.

Si, además, cuando acabe el tema volvemos a recapacitar sobre lo que ahora sabe acerca del sistema circulatorio, se habrá dado cuenta de todo lo que ha aprendido, en qué momento y cómo lo ha aprendido. Sabrá qué conceptos desconocía antes de que el profesor introdujera la materia, y cómo el estudiarlo ha dejado un aprendizaje duradero en su memoria.

También hay otras maneras de llevar a los estudiantes a reflexionar o a hacer estos ejercicios de metacognición, como son los mapas conceptuales o los mapas mentales. Tal vez las rutinas de pensamiento sean más indicadas para alumnos más jóvenes, y según avanzan en edad los mapas conceptuales puedan ser más apropiados.

Aunque los ejemplos que he puesto antes son muy sencillos, con el aprendizaje basado en el pensamiento se pueden desarrollar muchas destrezas de pensamiento que les servirán a los estudiantes no solo para superar con éxito su etapa educativa, sino también para enfrentarse a la vida. Con diferentes tipos de actividades, hay muchas más propuestas que los organizadores gráficos que he mencionado previamente, se puede entrenar por ejemplo la toma de decisiones o cómo relacionar las partes de un concepto con el todo. Introduciendo esta metodología en la educación de los niños se desarrollan en realidad muchas habilidades, como la curiosidad, la creatividad, la resolución de problemas, la toma de decisiones o la empatía.

En definitiva, el aprendizaje basado en el pensamiento promueve un aprendizaje activo, logra una comprensión en profundidad, y se complementa muy bien con otras metodologías activas como el aprendizaje basado en proyectos o el trabajo cooperativo. Es una metodología innovadora que desde mi punto de vista está muy bien fundamentada desde su origen. Ya he mencionado antes a Robert Swartz, profesor, investigador y filósofo que desde el “Center for teaching thinking” o centro para la enseñanza del pensamiento promueve en nuestro país esta metodología. Swartz llevó a cabo en la década de los 80 una investigación que le llevó a desarrollar el aprendizaje basado en el pensamiento. Con lo cual, no se trata de una innovación sin más, sino que tiene detrás una sólida base científica.

Así que si veis a vuestros hijos completando fichas en las que pone cosas como “pienso, me interesa, investigo” o “veo, pienso, me pregunto” espero que ahora sepáis que están desarrollando sus destrezas de pensamiento, y tomando consciencia de su propio aprendizaje. Y si no llegan estas propuestas de metacognición desde el cole, os animo a que investiguéis sobre el tema y a lo mejor podéis invitar a vuestros hijos a pensar y reflexionar sobre lo que aprenden y cómo lo aprenden.

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