El memorizar se va a acabar
El nuevo modelo que prepara el Gobierno reduce los contenidos e impulsa las competencias. El saber enciclopédico está en crisis
En 2013, el colegio Princesa de Asturias de Elche empezó a adaptar en Infantil “las inteligencias múltiples” como centro pionero en el sistema educativo público valenciano. La formulación de Howard Gardner, profesor de Harvard y Príncipe de Asturias 2011, entiende la inteligencia más allá de la matemática y lingüística de la escuela convencional. Basado en una metodología que no privilegia el aprendizaje memorístico, el colegio ilicitano pone al alumno en el centro del sistema para desarrollar sus competencias, una tarea complicada cuando el currículum exige memorizar contenidos.
“El problema del aprendizaje memorístico viene cuando se aleja de la emoción por aprender”, lamenta el equipo directivo del centro que encabeza Leticia Goméz Perpiñá. Un currículo extenso y enciclopédico encorseta la escuela como mera transmisora de conocimiento. “La relación entre las inteligencias múltiples y las competencias requiere globalizar el currículo, cuando todos los aprendizajes están interconectados”, dicen las docentes.
Este colegio dota los ambientes de aprendizaje con materiales manipulativos para favorecer la experimentación y la autonomía. “Hemos estructurado espacios y tiempos, buscando la manera de acompañarlos a conectar con sus pasiones, y observando las inteligencias predominantes. En el tiempo de patio, el alumnado puede realizar las diferentes propuestas de aprendizaje que le interesa y potenciar su inteligencia más desarrollada”, explica el equipo.
Basado en el método de proyectos, el Princesa de Asturias fomenta la investigación en equipos para propiciar el pensamiento crítico, desarrollando la inteligencia interpersonal e intrapersonal. “Se necesita priorizar estas inteligencias. Cada alumno aporta sus fortalezas y aprende de las del resto con acuerdos, lo que ayuda a superar las desigualdades”.
La memorización, basada en la repetición, tiene mala prensa, reconoce Fernando Doménech, profesor titular del área de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universitat Jaume I de Castelló. “En la educación tradicional se ha abusado de ella, pero es menos valiosa que adquirir procedimientos prácticos para desarrollar competencias” sostiene.
Con el auge cognitivo-constructivista, el paradigma al que aspira el Ministerio de Educación, en contraposición con el conductista predominante hasta la LOGSE, el foco se desplaza al aprendiz. “Se aprende más y mejor si se parte de lo que el alumno ya posee en su mente, a través de mediadores sociales como profesores y compañeros de clase y con metodologías participativas (debates, role playing), activas (resolución de problemas, WebQuest, aprendizaje basado en proyectos, estudio de casos, contratos de aprendizaje) y grupales, compartiendo objetivos comunes (aprendizaje cooperativo) o ayudándose entre ellos en tareas individuales (aprendizaje colaborativo)”, describe este profesor de la UJI.
Sin embargo, hablar de métodos participativos o activos puede no decir demasiado, señala Bernado Gargallo, catedrático de Teoría de la Educación de la Universitat de València. “La metodología expositiva puede ser participativa si provoca el debate en el alumnado, si le plantea retos y preguntas interesantes. El trabajo en grupo puede ser muy poco participativo. Por ejemplo, cuando los alumnos se reparten el trabajo en partes, cada uno hace la suya, las pegan unas detrás de otras sin compartir ni discutir”, señala.
Centrar solo el foco en el aprendizaje cooperativo también puede ser peligroso, advierte Gargallo. “Puede llevar a una total dependencia del grupo. En la facultad encontramos alumnos que habían ido aprobando apoyados en el trabajo en grupo, pero con un alto nivel de incompetencia para desarrollar textos expositivos-descriptivos-argumentativos de calidad y para gestionar con solvencia una exposición y defensa individual del trabajo”, reconoce.
En las aulas taller de la American School de Valencia, la metodología potencia las habilidades de comunicación, análisis y pensamiento crítico como alternativa al aprendizaje memorístico. “Si solo pedimos que los alumnos repitan nuestras palabras, que memoricen datos, hechos o normas gramaticales, corremos el riesgo de que no entiendan lo que aprenden”, asegura Amanda Bird, profesora de Secundaria y coordinadora de currículum de un centro donde los profesores trabajan como guías.
En una sesión de cuarenta minutos, la exposición del profesor dura diez y la práctica ocupa los treinta restantes. El trabajo más duro está en esa media hora, en la que los alumnos trabajan individualmente o en parejas. “La participación no es solo levantar la mano. Hay muchos alumnos tímidos que no quieren hablar, pero no significa que no sean activos, sino que necesitan la cercanía con el profesor”, advierte Bird. Mayor confianza y capacidad para argumentar sin llegar al conflicto son los resultados de aplicar los métodos participativos. “Cada año, la discrepancia entre primavera y otoño se reduce. Transfieren lo que aprenden, no abren la cabeza para vaciarla, sino que retienen y profundizan la información. Se reducen los estándares y se enfoca más el aprendizaje”, subraya.
Los tiempos actuales exigen aligerar y reestructurar los contenidos, recuerda Gargallo, partidario de fomentar el aprendizaje permanente. “Una cosa son las competencias clave de los documentos oficiales, y otra que los docentes implementen un enfoque competencial. El gobierno logrará cambios positivos en el sistema si gestiona bien el proceso, si convence al profesorado y si es capaz de superar la gestión partidista”.
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