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Crianza
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Por qué no haré más chistes sobre los padres organizados: los horarios funcionan

Me he pasado años haciendo bromas sobre los adultos prusianos con las rutinas diarias, que me parecían totalmente antinaturales para las costumbres españolas. Ahora que tengo dos hijos me he dado cuenta de que es una buena medida para controlar el caos

Conseguida la calma nocturna, el modelo de crianza 'premium' pide también aprovechar nuestros ritmos y buscar el descanso adulto.
Conseguida la calma nocturna, el modelo de crianza 'premium' pide también aprovechar nuestros ritmos y buscar el descanso adulto.Cavan Images (Getty Images/Cavan Images RF)

Marcel Proust empezaba su monumental En busca del tiempo perdido diciendo que durante mucho tiempo se fue a dormir pronto. De Proust no tengo el móvil y no puedo comentar con él esta costumbre. Pero sí que conozco a unos cuantos de esos padres tan planificadores que siempre comentan con orgullo y asertividad que a sus hijos los duchan a las seis y media, cenan a las siete y media y a las ocho ya están en la cama, con todos los juguetes recogidos y habiéndose lavado los dientes voluntariamente. Tengo que confesar que he hecho unos cuantos chistes a su costa, porque me parecían horarios totalmente antinaturales para las costumbres españolas, por mucho que en media Europa sea lo más normal.

Igual que hay escritores de mapa y escritores de brújula (y cuando lees una novela a la que le sobran 200 páginas te quejas un poco en la poca planificación de los autores que te hacen perder el tiempo), también hay padres metódicos y padres improvisadores (que quizá si lo cronometrásemos también pierden mucho tiempo batallando con el caos diario).

Durante años, como mi mujer y yo somos autónomos, fuimos adaptando los horarios de nuestra primera hija según el día. ¿Que quería jugar más? Pues jugábamos más. ¿Que tenía hambre antes? Pues le dábamos la cena antes. ¿Que ella estaba viendo la tele un rato y nosotros teníamos algo urgente de trabajo al mismo tiempo que tocaría hacer la cena? Pues cenábamos un poco más tarde. ¿Que quería quedarse un rato despierta con nosotros? Pues ya la despertaremos más tarde al día siguiente. Para nosotros, mientras la niña comiera y durmiera feliz y sin montar pollos, ya nos estaba bien la situación, y no necesitábamos ir controlando el reloj como un árbitro en un partido. Sí que es verdad que alguna mañana la niña se hacía la remolona en la cama y nos costaba levantarla, pero en general todo era muy improvisado y libre.

Pero al tener dos hijos, la semilla del descontrol fue creciendo poco a poco, porque cada uno tenía su propio ritmo. Y solo acababan coincidiendo en sus ganas de ver la tele… Así que acabamos probando la versión temprana de cenar y dormir, y sin pantallas después de lavarse los dientes (que todos hemos cedido alguna vez cuando se ponen insistentes).

Y prometo que no haré más chistes sobre los padres organizados. Porque la cosa funciona.

Y aunque los primeros días se me hacía rarísimo cenar los adultos a la hora en la que normalmente yo merendaba, también he acabado agradeciendo tener una logística familiar con dos horas menos de agotamiento y sincronizar los procesos. En vez de dos servicios de cena como en un restaurante, cenábamos toda la familia a la vez, y a la que el pequeño ya masticaba, tomábamos los mismos platos, que esto ya libera carga mental y ratito de cocinar.

Y después, repetir como en un entrenamiento ninja los mismos pasos cada día (dientes, lavabo, cuento de buenas noches, ratito de compañía a su lado) hace que lo interioricemos todos y no haya ni que pensar demasiado, ni sobre todo discutir diariamente con los niños.

Al acompañarlos en la cama, mi mujer y yo nos seguimos quedando dormidos igual que antes, y el despertar súbito de después, sabiendo que hay que recoger la mesa, poner el lavaplatos y pasear al perro, sigue dando pereza y hace que te quieras esconder debajo de la manta unas cuantas horas más. Pero al menos a los niños esta rutina les ayuda a descansar más y mejor, hacer tiradas largas de sueño, despertarse mejor al día siguiente (evitando todo el ritual de tener que levantarlos con prisa y hacerles desayunar a la carrera)… Y, por supuesto, nos ayuda a los adultos a no tener que ir detrás de los críos para insistirles todo el rato, como un vigilante de prisión que tuviera que cerrar las celdas y hacer el recuento a la hora acordada, con amenaza constante de motín.

Eso sí, hay que acordarse de poner los teléfonos en silencio, porque los amigos sin niños siguen mandando WhatsApp a las tantas y es muy fácil que el castillo de naipes de la rutina nocturna se caiga con cualquier ruido imprevisto.

Conseguida esta calma nocturna, el modelo de crianza premium pediría también aprovechar nuestros ritmos circadianos naturales y buscar el descanso nosotros en vez de forzarnos a ver un capítulo de esa serie que en el fondo no nos gusta tanto o desvelarnos hasta la madrugada porque nos ponemos furiosos con las burradas de desconocidos en las redes sociales.

Cuando lo consigamos os lo cuento…

Y, por cierto, vosotros, ¿a qué hora conseguís que se duerman?

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