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Chipre: votar en las elecciones europeas bajo la protección de los cascos azules de la ONU

Es el último país comunitario dividido por un muro y parcialmente invadido por otro. Pese al aumento del euroescepticismo, en ambos lados se ve a la UE como una garantía de paz y seguridad

Varios funcionarios abren una urna para contar los votos durante las elecciones parlamentarias y locales de la Unión Europea en Nicosia (Chipre), este domingo.
Varios funcionarios abren una urna para contar los votos durante las elecciones parlamentarias y locales de la Unión Europea en Nicosia (Chipre), este domingo.Yiannis Kourtoglou (REUTERS)
Andrés Mourenza

En la plaza de Pyla, hay un café turco con carteles de la cerveza EFES; un café griego, con carteles de la cerveza KEO, y un pub inglés, con carteles de ambas y de alguna más. Sobre este último se erige una torreta en la que ondea la bandera de Naciones Unidas: es el cuartel de la policía de los cascos azules.

Pyla es uno de los pocos pueblos donde turcos y griegos de Chipre conviven puerta con puerta. Se debe a que se encuentra en la Línea Verde, la zona de seguridad patrullada por la ONU que divide en dos la isla mediterránea, con muros, alambradas, torretas, soldados armados, check-points y controles de pasaporte. Y también con campos minados. Si bien, citando a fuentes del Gobierno chipriota, el diario Cyprus Mail publicó este domingo que se ha completado la limpieza de todas las minas antipersona en el área de separación (no así las antitanques, consideradas “parte integral de la defensa” de Chipre). Para la mayoría de los habitantes de Pyla, los británicos, eslovacos y argentinos que patrullan en traje militar se han convertido en parte del paisaje y ya no les prestan atención. “Pero no deja de ser algo que te entristece”, añade el anciano Periklis. Es un reflejo de la singularidad de Chipre.

El mes pasado se cumplió el 20º aniversario de la entrada de Chipre en la UE. El hecho de que parte de su población viva bajo protección de los cascos azules de la ONU tiene que ver con la gran anomalía del país: un tercio de su territorio está ocupado por otro que, para más inri, es candidato a miembro del club comunitario, Turquía.

”Este 9 de junio es un momento crucial, porque elegimos a quienes mantendrán la Unión Europea como un proyecto sostenible y estable. Y es necesario hacer la UE más fuerte, incluyendo cuestiones de seguridad”, opina Christiana Xenofontos, candidata del partido centroderechista DISY al Parlamento Europeo. “La paz es muy frágil. Lo hemos visto en Ucrania y en Gaza, donde está ocurriendo un genocidio. Y lo vemos y experimentamos todos los días en Chipre, donde aunque tenemos un status quo, no dejamos de sentirnos inseguros”. Y apunta al otro lado del muro, al norte, donde Turquía mantiene desplegados unos 40.000 militares.

Los soldados turcos desembarcaron en 1974 para proteger a la minoría turcochipriota de los ataques de las organizaciones ultranacionalistas griegas y de un golpe de Estado que pretendía la anexión de Chipre a Grecia. Pero los soldados turcos se quedaron, llevan 50 años en la isla y la partición del país se ha consumado.

No debería haber sido así: la idea era que el plan de reunificación patrocinado por el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, fuese aprobado en el referéndum del 24 de abril de 2004 y, una semana más tarde, toda la isla, de nuevo unificada, entrase en la UE. Sin embargo, los grecochipriotas votaron mayoritariamente en contra tras un cambio de parecer de sus dirigentes, los mismos que habían aprobado el plan en las negociaciones previas. En Bruselas sentó muy mal la jugarreta, pero la rueda ya estaba en marcha —Grecia había amenazado con vetar la entrada de los otros nueve países que se debían adherir a la UE ese 2004 si no se permitía entrar a Chipre, aunque fuese mutilado—, así que la UE incorporó la isla, sus muros, sus alambradas, sus cascos azules y su conflicto sin resolver. Y sin visos de que vaya a resolverse en un futuro cercano.

Las sucesivas rondas de negociación han terminado sin resultado. La última, en 2017. Y la Turquía de Recep Tayyip Erdogan, más rica, más poderosa militarmente y más nacionalista que hace 20 años, está cada vez menos dispuesta a retirar sus soldados y su control sobre el tercio norte de la isla, sobre todo desde que se han ido descubriendo grandes reservas de gas submarino en sus costas. Esto ha repercutido en la visión sobre la UE. “Los chipriotas eran los más entusiastas sobre la UE, había grandes expectativas, pero no se han materializado”, sostiene Andreas Theophanous, de la Universidad de Nicosia. Las últimas encuestas indican que hasta el 42% de los grecochipriotas ven de forma favorable o parcialmente favorable abandonar el club, un euroescepticismo que este profesor atribuye a que la UE “ha tolerado la ocupación de Chipre por parte de Turquía, y los chipriotas no pueden evitar la tentación de compararlo con la reacción europea ante la agresión rusa a Ucrania”.

El recorrido de Chipre en la UE no ha sido fácil: en 2013 tuvo que aplicar un corralito y fue sometido a la dura supervisión de la troika tras el contagio de su sistema financiero por la crisis griega. En 2022, la entrada en vigor de las sanciones contra Rusia forzó la quiebra de otro de los grandes bancos chipriotas y afectó a las industrias de la isla crecidas en torno a la inversión rusa.

En realidad, aunque parte de los votantes guarde cierto resquemor hacia Bruselas, no hay grandes movimientos euroescépticos entre los principales partidos. Están escarmentados por el Brexit en su antigua metrópolis colonial, cuyos ciudadanos, aunque siguen llegando en masa a veranear en Chipre, cada vez gastan menos. Las visitas de rusos e israelíes, otra fuente de ingresos turísticos también se han resentido. “Hay mucho que hacer en cuanto a democratización de la UE, especialmente en temas económicos. Pero nada de salirse, mira al Reino Unido, van a estar décadas tirándose de los pelos”, comenta Ángelos, un jubilado.

El crucial voto turcochipriota

Desafiando el bochorno que azota Chipre desde primeras horas de la mañana del sábado, Niyazi Kizilyürek y su equipo reparten octavillas en Nicosia norte y escuchan las cuitas de los votantes turcochipriotas. Como la del matrimonio Dinçer y Öykü, que no pueden enviar a su hija a una universidad checa en la que ha sido aceptada porque el Gobierno de Chipre no le otorga el pasaporte, alegando que el padre es turco. “Los turcochiprotas somos ciudadanos europeos, pero no podemos disfrutar de todos nuestros derechos, y eso crea dependencia de Turquía”, lamenta Kizilyürek, primer eurodiputado turcochipriota de la historia, elegido en las filas del partido eurocomunista AKEL en 2019 y que repite como candidato.

Özer y Munise, dos turcochipriotas de Pyla, lo dejan claro: “No tenemos problemas con los grecochipriotas, vivimos en paz, pero para ellos seguimos siendo ciudadanos de segunda. Así que nos sentimos más seguros gracias a que Turquía está aquí”.

El acervo comunitario —es decir, el conjunto de las leyes y normas de la UE— solo se aplica en la parte de la isla bajo control efectivo de la República de Chipre, es decir, el sur. Aun así, los en torno a 100.000 turcochipriotas mayores de edad que tienen el carnet chipriota pueden votar en las elecciones europeas, aunque vivan en el norte. “Lo importante de estas elecciones es que son las únicas en las que turcochipriotas y grecochipriotas votan juntos, y eso nos da la oportunidad de mejorar los lazos entre ambas comunidades. Mi campaña es bicomunal, en ambos lados de la isla, en griego y en turco, y eso crea un sentimiento de amistad”, afirma Kizilyürek: “Yo sé que mis compañeros del grupo de La Izquierda [en el Parlamento Europeo] son críticos con la UE, y yo comparto las críticas a las políticas económicas neoliberales de la UE, pero para nosotros es un foro muy importante que contribuye a la paz y la reconciliación en Chipre”.

El avance de la ultraderecha

Con una abstención cercana al 50%, los partidos tradicionales perdieron apoyo, si bien en centroderechista DISY conservó sus 2 escaños. Los eurocomunistas de AKEL perdieron uno, que ganó un influencer que concurría como independiente y obtuvo el 20% de los votos. Los otros dos escaños se los repartieron la ultraderecha y una formación de centro nacionalista.

La migración se ha convertido en el principal tema del debate electoral. Desde mediados de mayo una treintena de migrantes permanecen atrapados en la zona de separación controlada por la ONU, soportando temperaturas de 43 grados, tras intentar cruzar desde el norte y después de que las autoridades grecochipriotas se negasen a aceptarlos (tres han sido evacuados a hospitales por los cascos azules). “No vamos a permitir la apertura de una nueva ruta migratoria”, declaró el presidente chipriota, Nikos Christodoulides, calificando la llegada de migrantes, tras la que ven la mano de Turquía, de “crisis seria”.

En los primeros cuatro meses del año llegaron 4.295 migrantes de manera irregular a las costas de Chipre, cuadruplicando las cifras del mismo periodo en el año anterior, que ya era un récord. Chipre ha desplegado patrulleras en su costa oriental, pues la mayoría son refugiados sirios que huyen de la cada vez más desesperada situación en el vecino Líbano. Con todo, las cifras de llegadas irregulares no son tan elevadas en comparación con Canarias o las islas griegas (Lesbos ya ha recibido más que todo Chipre este año), pero han logrado poner el asunto en el candelero.

Y eso lo ha aprovechado el partido ultraderechista ELAM, al que las encuestas sitúan como tercera fuerza, con el 13% del voto. ELAM fue fundado como la versión isleña del partido neonazi griego Amanecer Dorado, pero desde que los dirigentes de la matriz griega fueron encarcelados por sus actividades criminales —asesinato, extorsión, trata— el partido grecochipriota ha intentado alejarse de esa imagen. El profesor Theofanous, además, recuerda que otros partidos han ayudado a normalizar a la formación extremista. Cita el caso de DISY, que se apoyó en sus votos para elegir a la presidenta del parlamento. Y el de los socialdemócratas de EDEK, que participaron en actos contra la inmigración junto a la extrema derecha.

“Estamos en un periodo en que la ultraderecha está creciendo en toda Europa. La democracia europea está en peligro, incluso el propio proyecto de la UE, porque los extremistas no quieren una UE unida, quieren un grupo de Estados-nación que únicamente compartan un mercado común. Así que las fuerzas democráticas de Europa debemos unirnos”, opina Kizilyürek. Sabe de lo que habla: las formaciones de ultraderecha fueron las que iniciaron los enfrentamientos intercomunales y organizaron el golpe de Estado de 1974 que, como reacción, provocó la invasión por parte de Turquía.

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