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Un tsunami de ira desborda a la sociedad de Marruecos

Las protestas de los jóvenes para reclamar mejoras sociales reflejan el malestar acumulado por la desigualdad económica en un país en crecimiento que se dispone a organizar eventos deportivos globales

Protesta de jóvenes en Casablanca (Marruecos), este jueves. Foto: Associated Press/LaPresse | Vídeo: EPV
Juan Carlos Sanz

Hace poco más de dos años, Jadiya Ryadi, dirigente histórica de la Asociación Marroquí para los Derechos Humanos (AMDH), reconocía en medio de una minoritaria concentración ante la sede del Parlamento en Rabat la escasa capacidad de convocatoria de sus protestas sociales. “Hace mucho tiempo que no logramos reunir a mucha gente en las manifestaciones”, admitía la responsable de la AMDH, organización que ejerce como conciencia crítica tolerada del país magrebí. “Pero el malestar ya ha generado un movimiento en marcha, aunque aún no está organizado. El descontento no deja de crecer, a mucha gente ya no le llega para comer”, remachaba, “y la gota está a punto de desbordar el vaso”.

El pasado miércoles, la muerte de tres manifestantes en el área metropolitana de Agadir, en el sur de Marruecos, en los disturbios registrados en un puesto policial que cientos de jóvenes intentaron asaltar, mostró que el tsunami de la ira ciudadana ya se ha desbordado en la sociedad marroquí. Las protestas que han convulsionado el país en la última semana fueron impulsadas inicialmente por sectores de jóvenes de clase media y convocadas, a través de redes como TikTok o plataformas de juegos en línea como Discord, por el grupo GenZ 212: un nombre que hace alusión a la Generación Z o posmilenial (nacidos entre 1995 y 2010) y el prefijo telefónico internacional de Marruecos.

Las fuerzas de seguridad intervinieron para disolver las concentraciones no autorizadas, pero sin contundencia. Las movilizaciones han continuado también durante la noche del jueves, aunque con menor intensidad que en la jornada anterior. En Tánger, las marchas se desplazaron hacia la periferia de la capital del norte ante el masivo despliegue de seguridad, patente también en el aeropuerto Ibn Batuta. En Tetuán, antigua capital del Protectorado español sobre Marruecos, una multitudinaria manifestación coreó las consignas de las reivindicaciones juveniles, donde ondeaban banderas festivas de personajes del cómic manga y no las viejas enseñas revolucionarias, como sucedió en Nepal y Perú recientemente.

A partir del lunes y el martes se fueron sumando a las movilizaciones jóvenes de sectores desfavorecidos, de ese 25% de marroquíes de entre 15 y 24 años que ni estudia ni trabaja. Ese grupo engloba a los hinchas juveniles de los equipos de fútbol que se enfrentan cada fin de semana con los antidisturbios y a los marginados de las barriadas periféricas y los pueblos aislados. En Marruecos, el 55% de los menores de 30 años piensa en emigrar por razones económicas, según el Barómetro Árabe, el principal estudio social para el norte de África y Oriente Próximo.

El Gobierno ha contabilizado al menos 354 personas heridas en los disturbios registrados el miércoles en 23 provincias, de los que 326 son miembros de las fuerzas de seguridad, con daños en 446 vehículos, incluidos 271 coches policiales, así como la destrucción de 80 instalaciones privadas y públicas. Las protestas han cobrado mayor intensidad en el sur del país, donde en septiembre fallecieron ocho mujeres embarazadas a las que se practicaron cesáreas en un hospital de Agadir, unas muertes atribuidas por medios locales al mal estado del material anestésico.

Las movilizaciones de GenZ 212 surgieron precisamente para exigir mejoras no solo en la sanidad, sino también en materia de educación y empleo, así como para denunciar la corrupción en la Administración. El 72% de los ciudadanos reconoce que las prácticas fraudulentas están muy extendidas, según la encuesta elaborada por el organismo oficial Instancia Nacional de Probidad, Prevención y Lucha contra la Corrupción.

Muchos de los jóvenes que se manifiestan estos días en las calles de Marruecos con la bandera del reino jerifiano dan vivas al rey Mohamed VI, pero exigen la dimisión del primer ministro, el conservador Aziz Ajanuch (en la noche del jueves los manifestantes la reclamaron abiertamente). El jefe del Gobierno se muestra ahora dispuesto a responder a las demandas de los jóvenes y a abrir, según informa Efe, “un diálogo y un debate dentro de las instituciones y los espacios públicos” y a “acelerar la implementación de políticas públicas que respondan a las demandas sociales”.

Mientras el Ejecutivo intentaba aplacar la ira juvenil, el monarca de la dinastía alauí presidía un acto religioso en la principal mezquita de Rabat para conmemorar el 26º aniversario de la muerte de su padre, el rey Hasán II, fallecido el 23 de julio de 1999. Mohamed VI ha multiplicado en las últimas semanas sus apariciones públicas tras sus vacaciones de verano en la costa mediterránea del norte del país. Algunos de los actos a los que ha asistido tienen que ver con las ingentes inversiones ante la celebración del Mundial de Fútbol de 2030, que Marruecos coorganiza con España y Portugal.

“Es inconcebible que un país que se dispone a organizar una Copa del Mundo de Fútbol tolere este sufrimiento”, decía el campesino Said Ait Mehdi hace un año ante los restos de su casa en una aldea del Atlas, donde la mitad de las viviendas resultaron destruidas por el terremoto que golpeó el Alto Atlas en 2023. Ait Mehdi fue juzgado y encarcelado a comienzos de este año tras haber encabezado concentraciones ante el Parlamento en Rabat por el retraso en la reconstrucción de las casas dañadas por el seísmo.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.
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