Diarios y poemas desde el asedio a Ciudad de Gaza
Escritores y activistas culturales atrapados en la capital de la Franja relatan en redes sociales la atroz vida cotidiana en un lugar devastado


En medio del asedio y de los incesantes ataques israelíes contra Ciudad de Gaza, y mientras en Washington se debate de nuevo un plan para un fin de la ofensiva, palestinos ligados al mundo de la cultura —y atrapados en la capital de la Franja, como otros miles de gazatíes— dan rienda suelta a sus pensamientos en las redes sociales en forma de diario. En ese contexto, poetas y escritores relatan la atroz vida cotidiana en la Franja. Se han convertido en narradores de la tragedia con escritos breves que plasman testimonios íntimos de la catástrofe provocada por Israel desde sus entrañas, en un acto más de resistencia cultural en pleno cerco, y una forma de preservar la memoria colectiva y dejar constancia de la experiencia de un pueblo atrapado y masacrado.
Poco después de que Israel aprobara en agosto el plan para tomar Ciudad de Gaza, la capital de la Franja, Abed Alkarim Ashour, exdirector de una destacada ONG dedicada al desarrollo rural, escribió sus pensamientos en su perfil de Facebook. “Ahora nos enfrentamos a la cruda realidad. No hay lugar para evasivas ni embellecimientos”, publicó entonces. “No se trata de una mera escala militar”, continuaba, “sino la clara aplicación de un plan bien pensado destinado a vaciar la Franja de sus residentes y desplazarlos al extranjero”.
Unos días más tarde, Fedaa Zeyad, licenciada en Literatura y que se define como “activista cultural”, compartió una pintura de un hombre mayor cargando una imagen de Jerusalén a sus espaldas y la acompañó de un breve escrito: “En mi camino diario a casa me encuentro con la misma estampa. Todo el mundo tiene sus rasgos envueltos en la miseria y sus hombros soportan diferentes cargas”. Dirigiéndose al anciano de la tela, preguntó: “¿Tanto tiempo lleva cargando con ella, señor? Es la misma miseria. La patria imaginada está muy lejos. ¡Y los que vienen del norte están postrados!”.
En aquellas mismas fechas, marcadas por una gran incertidumbre, Anees Ghanima, poeta de Ciudad de Gaza, admitía en su muro de Facebook no entender bien la tesitura. “La situación avanza de forma confusa, como un grito atascado en la garganta. El camino está lleno de rocas y curvas. Durante dos años, siempre hemos estado en esta encrucijada. O bien irrumpirán de repente en casa y nos matarán, o bien huiremos ahora hacia otro lugar desconocido, hacia un mar que no lavará nuestras heridas o un desierto errante. No hay nada más vil y espantoso”, apuntó.

El 9 de septiembre, un mes después de aprobar la invasión, Israel ordenó a la población de Ciudad de Gaza —que antes de la guerra rondaba el millón de personas— que se marchara hacia el sur. “Una nueva mañana amanece sobre Gaza, cargada de miseria y pérdida”, escribió Ashour. El palestino también tiene en ocasiones palabras para los líderes de Hamás: “La pregunta que ahora se impone claramente, más allá de la retórica vacía y los discursos grandilocuentes que escuchamos día y noche, es: ¿Tienen algún plan realista para hacer frente a la catástrofe?”.
Tres días más tarde, Zeyad describía una escena del destierro. “Debajo de la ventana, dos niños se habían acomodado y custodiaban sus pertenencias hasta que sus padres volvieran de trasladar algunas de sus cosas”, escribió. “La madre dijo, mientras cargaba pertenencias: ‘¡No tengas miedo, Fátima! Hay gente a tu alrededor’. El padre dijo: ‘¡Pórtate bien, Hussein, hasta que vuelva!”. “En el lado opuesto”, continuaba Zeyad, “una familia se acomodó”. “La niña lloraba: ‘¡Te has olvidado las botas!’. ‘¿Qué botas?’. ‘Las blancas que estaban detrás de la puerta. Ahora duérmete. Mañana, si no bombardean, te las traeré’, le prometió la madre”.
Otros, en cambio, se niegan a irse. Junto a una orden de desalojo israelí, la periodista Samaher Al Khazindar tecleó: “Gracias por su advertencia. ¡Pero no quiero morir ahogándome! Me quedo donde estoy, respiro hondo e imagino todas las pérdidas posibles, con el dolor más intenso y extremo que pueda imaginar”. “Desde este punto en el que me hallo, en una ciudad que exhala sus últimos suspiros, veo que las posibilidades más duras son más misericordiosas que correr hacia la muerte por los caminos elegidos por quienes quemaron nuestras almas”.
En medio de los agresivos bombardeos de Israel sobre la ciudad, Zeyad escribió:
Las cicatrices de mi mano son mapas de la ciudad.
Las heridas de mi hombro son sus muros,
cada piedra en ella gime de dolor.
Este es mi dolor, que se multiplica,
lo llevamos en nuestros pulmones,
y tosemos el polvo de las casas destruidas.

Finalmente, el 16 de septiembre, el ejército israelí anunció el inicio de su ofensiva terrestre sobre Ciudad de Gaza, y Ashour destacó: “La invasión militar generalizada de Gaza continúa por tierra, mar y aire, sin descanso, sin piedad. Es vergonzoso que algunos divulguen la idea de que hay enfrentamientos militares o que la resistencia podría cambiar el curso de la batalla. Esto está muy lejos de la realidad y de la verdad: cualquier resistencia que exista es individual, débil y no impedirá que la maquinaria de destrucción arrase con la ciudad”.
El mismo día, Zeyad reflexionó sobre la tozudez de muchos para quedarse. “La ciudad, en la conciencia colectiva gazatí, es una Palestina imaginaria. La Palestina que nunca hemos visto con nuestros propios ojos la llevamos en historias y diarios, en los detalles de la cocina y en los matices de los dialectos. En cada casa de la ciudad hay un pedazo de una ciudad perdida o de un pueblo evacuado a la fuerza, o una historia sobre el sabor de la fruta en una tierra de la que solo quedan el nombre y las fronteras”, apuntó, aludiendo a quienes llegaron a Gaza tras ser expulsados de otras zonas de la Palestina histórica desde que se fundó Israel en 1948.
También a mediados de septiembre, Ghanima compartió cómo afronta la invasión israelí, resignado a no abandonar su ciudad.
De espaldas a la pared, sosteniendo la taza de café que acabo de preparar, pensando en el momento en el que ocurrirá el bombardeo, si se derramará sobre mi ropa como ayer.
Me olvidé de la casa cuando entraron en ella y la convirtieron en un cuartel general para matar gente.
Luego la quemaron.
Luego la demolieron.
Olvidé todo lo que sabía allí.
Y ahora no tengo nada entre mis manos.
La taza de café, cuya amargura es la única que quiero saborear.
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