_
_
_
_

Prohibida la fiesta por la liberación de Rose Khwais, la prisionera palestina más joven

Condenada a 10 años de cárcel por intentar supuestamente acuchillar a un agente israelí, la chica, de 17 años, salió el domingo de prisión beneficiada por el intercambio por rehenes acordado con el alto el fuego en Gaza. El siguiente canje está previsto para el sábado

Rose Khwais
Yousef Khwais besa a su hija Rose en la residencia familiar de Jerusalén este jueves.Luis De Vega Hernández
Luis de Vega

Ni ceremonia de bienvenida, ni pasteles, ni banderas, ni jolgorio familiar… Las autoridades de Israel prohibieron el pasado fin de semana que se celebrase cualquier tipo de acto festivo durante el regreso a casa de Rose Khwais. A sus 17 años, es la más joven de las prisioneras palestinas liberadas a cambio de rehenes israelíes como parte del acuerdo de alto el fuego en Gaza, donde los muertos superan ya los 47.000. La joven es, a su vez y según sus allegados, la que mayor condena soportaba entre los liberados, 10 años. Los rumores ante una posible salida de la cárcel se habían extendido hacía semanas en prisión, señala este jueves en la residencia familiar de Jerusalén. “No sabíamos si había acuerdo, pero un día nos prepararon como si lo hubiera. Nos hicieron fotos, nos tomaron las huellas. No estábamos seguras, pero intuimos que sí lo había”, explica.

El segundo de los canjes previstos en la tregua está previsto para este sábado, cuando el conocido como Movimiento de Resistencia Islámico (Hamás) entregará al Comité Internacional de la Cruz Roja, en un proceso como el del domingo pasado, a cuatro mujeres secuestradas. Israel prevé liberar a unos 2.000 prisioneros palestinos a cambio de 33 rehenes en las seis semanas que ocupará la primera de las tres fases del alto el fuego.

Khwais fue detenida en mayo del año pasado, acusada de intentar apuñalar a un agente israelí en la ciudad vieja de Jerusalén Este, bajo ocupación israelí. Su padre, Yousef, de 59 años, muestra en la pantalla del móvil las imágenes grabadas aquel día por una de las miles de cámaras que vigilan de cerca la vida de los palestinos. Se ve a varios policías reduciendo a Khwais a punta de pistola y rifles junto a una de las entradas a la explanada de las mezquitas, el lugar más sagrado para los musulmanes en Tierra Santa. La familia Khwais asegura que no encontraron ningún arma blanca en su poder y que nadie resultó herido.

Para evitar que se hubiera preparado alguna ceremonia de recibimiento, explican los familiares, varios agentes habían vigilado y registrado previamente la casa, ubicada en un callejón de la zona del Monte de los Olivos de Jerusalén. Una vez que Khwais quedó en libertad en la madrugada del lunes pasado en la conocida como comisaría del barrio ruso, en Jerusalén Oeste, fue trasladada en compañía de su progenitor a la vivienda en un vehículo policial. Yousef cuenta que le habían hecho firmar un compromiso de que no festejarían la vuelta de su hija, a la que no han podido visitar en los más de ocho meses y medio que ha permanecido detenida.

Tras ser detenida, primero fue trasladada a la comisaría del barrio ruso. Allí permaneció 37 días aislada en medio de interrogatorios, insultos, golpes y noches en las que no le dejaban dormir, relata Khwais sentada en un sofá del salón. Durante cinco días, añade, estuvo ingresada en un hospital, aquejada de problemas cardiacos. Después estuvo de paso en el penal de Hasharon, al norte de Tel Aviv. De allí, a la cárcel de mujeres de Damun, cerca de Haifa, donde ha permanecido hasta su puesta en libertad. “Ese fue el momento más feliz de mi vida porque ya no me golpeaban. La comisaría fue un infierno”, describe para compararlo con las semanas de acoso descritas en las instalaciones de Jerusalén.

Khwais habla tranquila, con frases cortas salpicadas por alguna que otra sonrisa. No esconde que siente cierto miedo por la posibilidad de que sus palabras la lleven de nuevo a la cárcel, un periodo del que prefiere pasar página. “Me mantenía tranquila y en silencio porque no quería tener problemas. Solo quería pasar ese día lo más rápidamente posible y, al día siguiente, ya veríamos. Les tenía miedo”, comenta.

En la noche del domingo al lunes, 90 reclusos palestinos, la mayoría mujeres y menores, entre ellos Rose Khwais, salieron de penales israelíes horas después de que Hamás liberara a tres mujeres israelíes que permanecían cautivas en la Franja desde el 7 de octubre de 2023. Ese día comenzó la actual guerra con el ataque liderado por ese grupo palestino en el que fueron asesinadas unas 1.200 personas en territorio israelí y 250 fueron secuestradas, de las que quedan todavía 94 en el enclave palestino, decenas de ellas ya dadas por muertas.

Los términos de la actual tregua llevaban sobre la mesa de negociaciones desde mayo del año pasado, pero el acuerdo no se ha alcanzado hasta que el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no presionó para que lo aceptara el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu. De hecho, Khwais y algunas de sus compañeras habían sido trasladadas a la sección 3 de Damun dos meses antes de quedar en libertad en medio de rumores de que se estaba pactando su salida. Allí coincidió con algunas mujeres de Gaza que se quedaron en las celdas cuando a ellas se las llevaron. Los nervios, explica la joven, estaban a flor de piel en los últimos días mientras se cerraban los flecos del pacto. No fueron trasladadas en autobús hacia Jerusalén hasta la misma tarde del domingo, una vez había empezado ya el alto el fuego.

“Tu hija va a ser liberada con el acuerdo”, explica Yousef que escuchó a través de una llamada de teléfono en la que las autoridades israelíes le pidieron que acudiera a la comisaría. Allí estampó su firma en un documento en el que se comprometía a no llevar a cabo celebraciones. La sobriedad del regreso a casa de su hija Rose contrasta con la muchedumbre enfebrecida que, entre banderas mayoritariamente de Hamás y fuegos artificiales, recibió al grueso de los 90 liberados en los alrededores de la cárcel de Ofer, a las afueras de Ramala, capital administrativa de Cisjordania. La sonrisa de satisfacción de la abuela de Rose Khwais, recostada en un sillón de la estancia contigua al salón, muestra la felicidad con que la familia ha acogido a la joven.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Luis de Vega
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear en la sección de Madrid. Antes trabajó en el diario Abc, donde entre otras cosas fue corresponsal en el norte de África. En 2024 ganó el Premio Cirilo Rodríguez para corresponsales y enviados especiales.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_