El Congreso certifica hoy la victoria de Trump cuatro años después del asalto al Capitolio
Kamala Harris presidirá la sesión, mientras el republicano insiste en que el que fuera su vicepresidente, Mike Pence, podría haber cambiado el resultado de 2020
Las cajas de caoba en que se trasladarán los votos ya están preparadas y las medidas de seguridad se han reforzado. El Congreso se dispone este lunes a certificar la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre pasado. La sesión estará presidida por la que fue su rival en las urnas, Kamala Harris, en lo que supone un trago amargo para ella, que ha mantenido un perfil muy bajo desde su derrota. La proclamación de la victoria de Trump se produce en el cuarto aniversario del asalto al Capitolio, cuando los partidarios del republicano trataron de impedir que se eligiese a Joe Biden. Trump todavía sigue insistiendo en que su vicepresidente, Mike Pence, tenía la posibilidad de haber dado un vuelco al resultado electoral en 2020, según señaló este sábado en su club de Mar-a-Lago, en Palm Beach (Florida).
Formalmente, Trump aún no ha sido elegido presidente. Aunque ya lleve la etiqueta de presidente electo, eso ocurrirá en realidad este lunes. La Constitución estadounidense establece un sistema de Colegio Electoral por el que los delegados o compromisarios de cada Estado votan por el candidato al que representaban. De acuerdo con la legislación, el cómputo de esos votos y la certificación del resultado se produce el 6 de enero. Tras ella, la toma de posesión de Trump será el 20 de enero, como marca la Constitución.
Trump ganó las elecciones con 77,3 millones de votos, el 49,9% del total, frente a Harris, que logró 75 millones, el 48,4%. Aunque en términos de voto popular fue el resultado más ajustado desde las elecciones de 2000, el republicano se impuso en los siete Estados más disputados y se aseguró así 312 votos del Colegio Electoral, frente a los 226 de la demócrata. Trump logró tres millones de votos más que en 2020, pero aun así se quedó a unos cuatro millones de votos del apoyo récord logrado por Joe Biden en aquellas elecciones.
La sesión conjunta del Senado y de la Cámara de Representantes en que se certifica la victoria ha sido tradicionalmente un mero trámite. Sin embargo, hace cuatro años, Trump se negó a reconocer su derrota electoral y presionó a su entonces vicepresidente, Mike Pence, para que alterase el resultado. Los republicanos diseñaron un plan para cambiar la voluntad popular. La idea era remitir listados paralelos de votantes desde los siete Estados donde Biden había ganado con un margen más ajustado para que Pence dijese que, debido a la disputa, no había votos válidamente emitidos procedentes de esos Estados. El vicepresidente, entonces, se limitaría a computar el resto (donde Trump tenía 232 votos y Biden, 222) y proclamase a Trump presidente.
La autoría de ese plan se atribuye a John Eastman, abogado de Trump, que ha sido perseguido por la justicia por sus intentos de robar aquellas elecciones. Este mismo sábado, con la primera ministra italiana, Georgia Meloni, como invitada ilustre, Trump le rindió homenaje en su mansión de Mar-a-Lago con la proyección de un documental en el que se sostiene que las acusaciones contra él son injustas. Al presentar el documental, Trump insistió en que el plan era viable: “Ha resultado que él tenía razón. Nadie quiere hablar de ello, pero han cambiado la ley. Esos votos podían haber sido devueltos y deberían haber sido capaces de hacerlo. Dijeron que no se podía hacer y convencieron a nuestro vicepresidente de que no podía hacerlo. Entonces, justo después de las elecciones, dijeron: ‘Vamos a cambiar la ley para que no se pueda hacer’. Pero tenían a todos convencidos de que no podía hacerse, excepto a John”.
Los partidarios de Trump que asaltaron el Capitolio lo hicieron con “Colguemos a Mike Pence” como grito de guerra, incendiados por el propio presidente. “Mike Pence va a tener que cortar por lo sano y si no lo hace, será un día triste para nuestro país. Y, Mike Pence, espero que te plantes por el bien de nuestra Constitución y por el bien de nuestro país. Y si no lo haces, voy a estar muy decepcionado contigo. Te lo digo ya mismo”, arengó el 6 de enero de 2021 Trump a la multitud en un mitin antes de que se dirigieran al Capitolio. “Si Mike Pence hace lo correcto, ganamos las elecciones, nos convertimos en presidente y vosotros sois felices”, decía el aún presidente a sus seguidores cerca de la Casa Blanca, a unos dos kilómetros del Congreso.
Tras el asalto al Capitolio, la sesión se reanudó. Pence se mantuvo fiel a sus deberes constitucionales y certificó la victoria de Biden aquel mismo día. Pero, efectivamente, el Congreso endureció las normas tras aquel ataque a los cimientos de la democracia. La nueva redacción de la Ley de Recuento Electoral, aprobada en 2022, define de forma más explícita el papel del vicepresidente y deja claro que no tiene poder para determinar los resultados el 6 de enero.
Trump y sus aliados han tratado de reescribir la historia de lo que ocurrió en el asalto al Capitolio, presentándolo falsamente como una protesta pacífica y difundiendo teorías de la conspiración según las que los protagonistas de los actos violentos fueron izquierdistas infiltrados. El presidente electo ha prometido indultos masivos en su primer día en el cargo para procesados y condenados por los hechos de aquel día, aunque está por ver su alcance.
Esta vez no se esperan incidentes, pero las autoridades han empezado a tomar ya medidas de seguridad de cara a la toma de posesión de Trump del próximo 20 de enero. El tráfico está cortado en numerosas calles de la zona y se han levantado vallas y controles.
Harris no es la primera que tiene que certificar su propia derrota como candidata a la presidencia. En 2001, el vicepresidente Al Gore presidió el recuento de las elecciones presidenciales de 2000, que perdió de forma polémica por un estrecho margen frente al republicano George W. Bush. De hecho, el demócrata tuvo que desestimar varias objeciones de congresistas de su propio partido al resultado. En 2017 fue Biden, como vicepresidente, el que presidió el recuento que declaró ganador a Trump en las elecciones de 2016.
Durante la sesión, se abren y presenta los certificados de los votos electorales por orden alfabético de los Estados. A continuación, representantes de ambos partidos designados por la Cámara de Representantes y el Senado leen cada certificado en voz alta y registran y cuentan los votos. Al final, la presidenta del Senado, Kamala Harris, anunciará que Trump y J. D. Vance han obtenido la mayoría de votos para presidente y vicepresidente.
Después de que se lea el certificado de cualquier Estado, un congresista puede levantarse y objetar el voto de ese Estado por cualquier motivo, pero el presidente no escuchará la objeción a menos que sea por escrito y esté firmada por una quinta parte de cada cámara. La nueva ley elevó el umbral en 2022 para dificultar las objeciones, que empezaban a convertirse en frecuentes, pues solo se requería el apoyo de un miembro del Senado y otro de la Cámara de Representantes.
Si alguna objeción alcanzase ese umbral, algo que no se espera, la sesión conjunta se suspende y la Cámara de Representantes y el Senado pasan a sesiones separadas para estudiarla. Para que la objeción prospere, ambas cámaras deben respaldarla por mayoría simple de votos. Si no se ponen de acuerdo, los votos electorales originales se contabilizan sin cambios. En 2021, tanto la Cámara de Representantes como el Senado rechazaron las impugnaciones a los votos electorales de Arizona y Pensilvania.
Antes de 2021, la última vez que se consideró una objeción de este tipo había sido en 2005, cuando la representante Stephanie Tubbs Jones, de Ohio, y la senadora Barbara Boxer, de California, ambas demócratas, objetaron los votos electorales de Ohio, alegando que había irregularidades en la votación. Tanto la Cámara de Representantes como el Senado debatieron la objeción y la rechazaron.
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