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Huida, secuestro y asesinato en Gaza de Eden Yerushalmi: “Era mi hija y mi mejor amiga”

Tras 330 días de cautiverio en manos de Hamás, esta joven fue ejecutada en un túnel junto a otros cinco rehenes. “Me están disparando”, alertó a la policía por teléfono el 7 de octubre antes de caer en manos de los yihadistas en el festival en el que trabajaba de camarera

Naor, padre de Eden Yerushalmi, asesinada en un túnel de Gaza por sus captores, durante el entierro de su hija en Petach Tikva, cerca de Tel Aviv, el 1 de septiembre.
Naor, padre de Eden Yerushalmi, asesinada en un túnel de Gaza por sus captores, durante el entierro de su hija en Petach Tikva, cerca de Tel Aviv, el 1 de septiembre.Shir Torem (REUTERS)
Luis de Vega

Shirit Yerushalmi levanta los brazos y se cubre el rostro con las manos en actitud defensiva para ilustrar el relato de cómo fueron los últimos segundos con vida de su hija. Eden, que cumplió los 24 años durante sus casi 11 meses de secuestro en Gaza, acabó siendo asesinada a finales del pasado agosto por sus captores, según los datos de la autopsia facilitados a la familia y la versión del ejército israelí. La familia tuvo acceso a tres pruebas de vida, la última pocos días antes de que la joven recibiera un disparo a corta distancia. “Le pegaron un tiro en la cabeza. Ella trató de protegerse y la bala atravesó ambas manos”, detalla la madre, que se apoya en la información de los investigadores. Habla con EL PAÍS en su casa, a las afueras de Tel Aviv. Aún le cuesta trabajo referirse a su hija en pasado.

Queda un centenar de secuestrados en la Franja y el curso de la guerra, con varios frentes incendiados y el líder de Hamás, Yahia Sinwar, asesinado, no deja entrever un acuerdo próximo para su liberación, aunque muchos de ellos ya han sido dados por muertos. Este viernes, 18 de octubre, un día después de anunciarse la muerte del jefe del grupo fundamentalista, el ejército dijo que había acabado también con la vida del responsable de esa organización, Mahmud Hamdan, en Tel al-Sultán (Rafah), a solo 200 metros de donde cayó Sinwar. Israel consideraba a Hamdan no solo responsable de la seguridad del líder, sino también del grupo de seis rehenes del que formaba parte Yerushalmi. Todos fueron asesinados en un túnel excavado en los alrededores.

Shirit no quiere, sin embargo, verter culpas ni sobre el ejército ni sobre el Gobierno de Benjamín Netanyahu. “Israel está haciendo todo lo que puede para liberarlos”, afirma mientras un gran retrato de su hija, apoyado en el suelo del salón, la observa entre las idas y venidas de sus hermanas May, de 19 años, y Shani, de 26. Con Shani es con la que más tiempo conversó Eden por teléfono mientras daba cuenta en directo aquel 7 de octubre, durante varias horas, del ataque de Hamás, su intento de huida y, finalmente, su captura por los fundamentalistas. “Shani, me han pillado”, fue lo último que susurró su hermana, como detalló la familia a este diario el pasado noviembre.

La familia ha facilitado y autorizado a este diario la publicación de la grabación de una llamada de Eden a la Policía durante la matanza, mientras veía a su alrededor a los yihadistas disparar a diestro y siniestro. Son cuatro minutos de vértigo, que dan una idea de la peripecia de la joven antes de caer en manos de sus captores. “Están disparando hacia mí. No me puede estar pasando esto”, alerta mientras se escuchan tiros por el teléfono y una agente de policía, a la que Eden pide alguna vez silencio ante la proximidad de los atacantes, le dice que intente abrir un mensaje que la joven, desesperada, no ve en su teléfono. Son los primeros momentos del gran ataque liderado por Hamás que causó 1.200 muertos, casi un tercio de ellos en el festival de música Nova donde Eden trabajaba de camarera y desde donde pidió ayuda, a pocos kilómetros de Gaza.

“Todo irá bien”, trata de tranquilizarla la oficial al otro lado de la línea sin apenas entender qué ocurre ni dónde. “Están aquí, me ven, me están disparando. Se lo suplico, mande a la Policía”, afirma ella mientras se escuchan voces en árabe de fondo. “Ya está. Voy a morir”, sentencia la chica. Instantes después, sin cortar la comunicación, echa a correr entre los árboles. “No dejes de correr. Trata de esconderte (…) Tenemos que acabar la llamada, ¿vale?”, comenta la policía al otro lado de la línea. “Encuéntrenme, por favor. Estoy escondida”, implora. Ahí se acaba la grabación.

Fotografías en recuerdo de Eden Yerushlami en la explanada donde se celebró el festival Nova, donde fue secuestrada.
Fotografías en recuerdo de Eden Yerushlami en la explanada donde se celebró el festival Nova, donde fue secuestrada.Luis De Vega Hernández

Días después de esta escena, las autoridades confirmaron a la familia el secuestro. Primero, sus captores se la llevaron al centro de Gaza. Después, en noviembre, a Rafah, en el extremo sur, junto a la frontera con Egipto, donde la acabaron matando. En la tarde del sábado 30 de agosto, se dispararon los rumores, los mensajes en redes sociales, los temores… Se sucedían las llamadas y visitas de familiares y vecinos de los Yerushalmi, según se iba difundiendo la lista en la que aparecía Eden. No soplaban buenos vientos desde la Franja palestina, pero, a falta de confirmación oficial, Shirit se aferraba todavía a un posible regreso de su “niña” con vida a casa. “Nos manteníamos optimistas”, recuerda. Era lo que la había mantenido en pie durante los largos meses de guerra bajo los bombardeos de la incertidumbre.

La oficial de enlace del ejército que les había acompañado en todo este tiempo se presentó en la vivienda en medio del revuelo. Ella, una reservista sobre la que la familia Yerushalmi solo tiene buenas palabras, tampoco tenía en ese momento, al caer la noche, datos fehacientes. La militar estuvo hasta las tres de la mañana del domingo con Shirit, Shani, May y otro reducido círculo del entorno familiar.

Apenas había transcurrido media hora cuando la militar regresó junto a otros oficiales con la fatal noticia. Acababan de identificar el cuerpo de Eden gracias a las muestras de ADN que había ido facilitando Naor, el padre, a lo largo del secuestro. Ese sábado era el 50º cumpleaños de Shirit. Ella ya daba por hecho que no lo iban a celebrar juntas, pero nunca pensó que fuera a coincidir con el mazazo de su muerte.

“No solo era mi hija, era mi mejor amiga”, apostilla recordando las palabras que pronunció durante el multitudinario entierro. Ese día, delante del cuerpo le dijo: “No es así como imaginé tu final. Mi niña, tenía tantas ganas de tenerte de vuelta con vida. (…) No sé cómo lograré salir de aquí, pero haré un esfuerzo”. “Sigo con el duelo, llorando a menudo, todo está muy reciente”, comenta Shirit durante la entrevista transcurrida la shivaa, la semana de condolencias en la que recibieron a cientos de personas, algunas familiares de rehenes que siguen en Gaza. “Necesito saber cómo poder convivir con la ausencia de Eden, porque me quedan todavía dos hijas”, reconoce la madre, cuya intención, en cuanto se encuentre mejor, es volver a su puesto de trabajo en una oficina de Correos a la que nunca volvió desde el 7 de octubre.

Tras 330 días de cautiverio en Gaza, Eden Yerushalmi y otros cinco de los 251 rehenes capturados el 7 de octubre regresaron a Israel en sacos mortuorios. “Su cuerpo solo pesaba 36 kilos. Había perdido 11″, detalla su madre tratando de imaginarse las duras condiciones de cautiverio. El ejército mostró imágenes del túnel que, según las familias, medía en torno a 60 centímetros de ancho y 1,7 metros de alto, carecía de saneamiento y apenas disponía de oxígeno y luz. El nombre de Eden estaba incluido desde julio, junto al de otros dos rehenes asesinados junto a ella, en una lista para ser liberados en caso de un acuerdo en la denominada “categoría humanitaria”, confirmaron dos funcionarios israelíes a la cadena CNN tras la recuperación de los cadáveres. “Nuestro primer ministro lo retrasó”, dijo uno de ellos.

La indignación popular tras las seis muertes, espoleada por la llegada de otros seis cuerpos de rehenes pocos días antes, dio paso a las más multitudinarias manifestaciones de toda la guerra contra el primer ministro Benjamín Netanyahu. Todavía quedan 101 rehenes, de los que, según las últimas informaciones, solo la mitad estarían vivos. No hay señales para un alto el fuego que abra la puerta a la liberación de rehenes en Gaza, donde se desarrolla estos días una intensa ofensiva israelí en un enclave donde las tropas han matado ya a más de 42.500 personas.

Shirit Yerushalmi sostiene el pasado mes de noviembre un cartel en el que aparece su hija Eden.
Shirit Yerushalmi sostiene el pasado mes de noviembre un cartel en el que aparece su hija Eden.Luis De Vega Hernández

Los padres de Eden y miembros de las otras cinco familias han hecho pública una carta el 25 de septiembre a través de la revista Time en la que critican la falta de un pacto y reclaman que se haga algo para salvar a los que quedan dentro de la Franja. El Gobierno dispuso de la oportunidad de “llegar a acuerdos” para “liberar a nuestros seres queridos” y “por cálculos que consideraron estratégicos, optaron por no hacerlo”, denuncia la misiva en la que, también, señalan a la comunidad internacional por su pasividad como “cómplices de muertes evitables”.

Los seis rehenes habían sido asesinados por sus captores con disparos a corta distancia ante la proximidad de militares israelíes, según la versión oficial. Creen que fue el jueves 29 de agosto, dos días antes de que los militares hallaran los cadáveres, señala Shirit. Posteriormente, el 21 de septiembre, el ejército mostró una foto en la que aparecen dos jóvenes en uno de esos pasadizos subterráneos con la palabra eliminado escrita sobre cada uno de ellos. Afirman haberlos matado por considerarlos, gracias a pruebas de ADN, dos de los responsables del cautiverio de Eden y los otros cinco secuestrados. “Maldad en estado puro”, reacciona a través de un mensaje Guy Izhaki, hermano de Shirit días después de acompañarla en la entrevista.

Además de la referida llamada a la Policía, Eden también retransmitió a su familia durante varias horas a través del móvil lo que estaba ocurriendo en la explanada donde tenía lugar durante el fin de semana el festival Nova con varios miles de jóvenes. Este lugar fue el principal escenario de la matanza del 7 de octubre, con más de 350 muertos. Antes de tratar de escapar por el bosque, se refugió junto a sus amigas Dorin y Lior en el coche. Las dos murieron cuando el vehículo fue acribillado y Eden permaneció ilesa bajo sus cuerpos. Seguía narrando todo, principalmente a su hermana Shani, hasta que se quedó sin batería. Entonces logró seguir comunicándose con el teléfono de una de sus amigas asesinadas, relató su madre. “Siento la sangre gotear sobre mí”, afirmaba a través del móvil a su familia.

“Sabemos que Israel tiene enfrente a una organización terrorista. Si consiguen eliminarlos no volverá a haber más 7 de octubre”, entiende Shirit, que recuerda junto al reportero cómo en noviembre, en la anterior cita con él, le emplazó a regresar a esta misma casa para entrevistar a Eden tras la liberación.

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Sobre la firma

Luis de Vega
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear en la sección de Madrid. Antes trabajó en el diario Abc, donde entre otras cosas fue corresponsal en el norte de África. En 2024 ganó el Premio Cirilo Rodríguez para corresponsales y enviados especiales.
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