_
_
_
_

Alarma en Ucrania por el aumento de las deserciones en el ejército

Al menos 80.000 soldados han abandonado sus unidades en lo que va de guerra, más de la mitad de ellos en los primeros ocho meses de este año

Ucrania
Un soldado ucranio en la región de Donetsk, el pasado 10 de octubre.Anadolu (Anadolu via Getty Images)
Cristian Segura

Kiril Babii estaba convencido en mayo de 2023 de que lucharía hasta liberar de la ocupación rusa a Crimea, su tierra de origen. Babii era teniente en la 43ª Brigada de Artillería ucrania. Se alistó voluntario al inicio de la invasión, en febrero de 2022, renunciando a seguir con su sueño de ser arquitecto, según explicó en una entrevista con EL PAÍS. Pero algo se rompió dentro de él a finales de aquel 2023. “Hace un mes me pregunté: ‘¿Y si la guerra dura cinco años, Kiril?’ Y me puse a llorar. No quiero pasar tres años más en la guerra. Estoy exhausto”, escribió Babii en noviembre de 2023 en Instagram.

Babii también contó entonces que el 27 de febrero de 2024, cuando se cumplieran sus dos años de servicio, abandonaría su regimiento, “desmovilización voluntaria”, o SZCH, como se le llama en el argot militar ucranio. Fue su último mensaje. Babii se fugó y se encuentra en paradero desconocido. Es uno de los 45.543 soldados que han desertado del ejército ucranio entre enero y agosto de 2024, según datos de la Fiscalía General filtrados en la prensa ucrania. Es más de la mitad de los 81.167 casos registrados por acusación pública desde 2022. Militares consultados por medios como Hromadske o LB elevan la cifra al menos a 100.000, es decir, el equivalente al 10% de todo el personal de las Fuerzas Armadas de Ucrania.

Un caso idéntico al de Babii ha causado un terremoto nacional y ha llevado a afrontar el problema por primera vez en muchos medios ucranios. Serhii Gnezdilov, soldado de la 56ª Brigada de Infantería Motorizada, anunció en sus redes el abandono del servicio militar hasta que no se le especifique cuánto tiempo más tomaría parte en la guerra. Gnezdilov añadió que también estaba harto de la corrupción que permite, a cambio de miles de euros, que una persona pueda evitar ser alistada. Los Servicios de Seguridad de Ucrania (SSU) lo detuvieron el 9 de octubre. Está acusado de evasión de sus responsabilidades durante la ley marcial.

Las autoridades ucranias diferencian entre esta desmovilización voluntaria y la deserción: el primer caso son la mayoría, el 66% del total. Son los que aprovechan un permiso para no volver a su regimiento alegando que tienen obligaciones personales, negligencias en su unidad o supuestas imprecisiones en los documentos de alistamiento para negarse a reincorporarse a filas durante un periodo de tiempo. Los desertores son los que desaparecen de forma definitiva y sin alegar ningún motivo. Ambos casos son un crimen, castigado con penas de entre cinco y 10 años de cárcel. Pero el problema es de tal magnitud que el Parlamento aprobó el 20 de agosto una nueva ley que permite a los SZCH regresar al ejército sin castigo tras recibir una primera amonestación. “La situación es muy difícil, no podemos hacer ver que no sucede. Por eso lo tratamos desde hace tiempo en nuestras reuniones con el Estado Mayor y el Ministerio de Defensa”, admitió este domingo en la radio NV el diputado Fedir Venislavskii.

EL PAÍS habló el pasado abril con un oficial que dejó su brigada como “desmovilizado voluntariamente”. Se encuentra en su domicilio y no tiene intención alguna de regresar a la guerra. Alega negligencias cometidas por sus comandantes. Defiende que ha combatido más de dos años, también lo hizo en la guerra de Donbás de 2014 contra los separatistas prorrusos, y que merece volver a la vida civil.

¿Por qué se producen tan pocos arrestos entre estos huidos? Andrii Pisarenko, abogado y comandante de una unidad de morteros del batallón Da Vinci, ha explicado que la principal razón es que el SSU no tiene suficientes recursos materiales para afrontar tantos casos. Pisarenko da por hecho que los fugados son muchos más de los que indican las cifras oficiales, pero que hay comandantes que prefieren no reportarlo, para evitar problemas o por compañerismo. Diana Makarova, una conocida voluntaria de las Fuerzas Armadas de Ucrania desde 2014, comentó el 23 de septiembre en Facebook que ya son tantos los fugados que para el Gobierno es difícil hacer frente al asunto sin arriesgarse a una crisis. “La deserción en masa ha empezado y no hará más que crecer y cuantos más desertores, más difícil aplicar castigos”, escribió Makarova.

“Te presentas en el ejército a luchar por la libertad y lo que te encuentras es que te quedas sin libertad y por un tiempo que no sabes cuándo terminará”, explicó el desertor consultado por este diario en abril, y que para evitar ser detenido prefiere mantenerse en el anonimato. Es lo mismo que señaló Babii en su mensaje de despedida: “Pido cambios para convertir al ejército de una institución que es una prisión a una que defienda en condiciones al Estado en una guerra a largo plazo”. “El ejército tiene que dejar de ser una prisión de héroes”, señaló en Hromadske Ígor Lutsenko, comandante de una unidad de drones.

Malestar con la ley de movilización

Lutsenko confirmaba que la situación es extremadamente compleja porque mientras los civiles que llevan en el ejército desde el inicio de la guerra quieren volver a sus vidas, prácticamente nadie quiere alistarse hoy, y los que lo hacen, llegan desmotivados ante las pobres expectativas de éxito en el campo de batalla. El malestar en las Fuerzas Armadas de Ucrania se disparó en abril de 2024, cuando se aprobó la nueva ley de movilización. Cientos de miles de combatientes voluntarios desde 2022 esperaban que la norma les devolviera a sus hogares después de tres años de servicio, es decir, en 2025, pero tanto el Gobierno como el Estado Mayor del ejército descartaron la desmovilización porque el país no puede permitirse perder a soldados, y menos aún, soldados experimentados.

Un oficial de una brigada que combate en el frente de Zaporiyia, y que recibió este verano un permiso para visitar a su familia en el extranjero, explicó este septiembre a EL PAÍS que en el momento de cruzar la frontera, los agentes de aduanas ucranios le dijeron que daban por hecho que no regresaría a Ucrania. Esta persona sí volvió, pero puso su propia experiencia como ejemplo de la carestía de militares veteranos: de los soldados que tenía su batallón en verano de 2022, hoy solo quedan en activo un 5%. El resto causaron baja por herida o fallecimiento.

Rusia no solo tiene más población para engrosar las filas de su ejército, también tiene métodos más drásticos de reclutamiento y, sobre todo, de disuadir a sus tropas de desertar. Los testimonios de sus soldados y vídeos grabados por drones ucranios cerca del frente prueban que las ejecuciones sumarias son frecuentes para quien abandona su posición.

Además del agotamiento de estos civiles ucranios que se alistaron para defender a su país, se suma la falta de formación y de armamento suficiente para resistir el actual avance ruso. Fue noticia un centenar de soldados de la 123ª Brigada de las Fuerzas de Defensa Territorial que abandonaron en bloque el 3 de octubre sus puestos en el frente de Donetsk para protestar por la falta de instrucción de las nuevas incorporaciones y, sobre todo, por la falta de munición y recursos militares para hacer frente al enemigo. El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, ha tenido también en cuenta esta desmotivación al asegurar durante sus viajes a Estados Unidos y Europa que la guerra puede terminar en 2025.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_