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Irritación y nervios en Ucrania por las acusaciones de sabotaje del Nord Stream

El poder político ucranio niega su implicación en la explosión del gasoducto mientras el entorno de Zelenski intenta asegurar que el presidente no se ve afectado por las investigaciones

Volodymyr Zelenskiy Guerra de Rusia en Ucrania
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, el viernes 23 de agosto en Kiev.Gleb Garanich (REUTERS)
Cristian Segura

Entre Alemania y Ucrania hay una bomba de relojería que nadie quiere activar. El Gobierno alemán desea esquivarla y el Ejecutivo ucranio niega que sea responsabilidad suya. Se trata del sabotaje en 2022 del gasoducto Nord Stream, que suministraba gas ruso a Alemania. La justicia alemana e investigaciones de varios medios de comunicación apuntan a que la autoría es de un equipo de buzos bajo las órdenes del excomandante en jefe de las Fuerzas Armadas Ucranias Valeri Zaluzhni. La situación en Kiev se vive con nervios. Y se replica con irritación que las acusaciones son un sinsentido que solo favorecen a Rusia. En el entorno de Volodímir Zelenski, los esfuerzos se centran en exculpar al presidente.

El Nord Stream era el principal suministro del gas que alimentaba la economía alemana hasta la invasión de Ucrania, cuando las importaciones por el gasoducto se detuvieron. La infraestructura es de mayoría accionarial de la empresa estatal rusa Gazprom y está participada por varias empresas energéticas de la UE. La explosión se produjo en aguas danesas del mar Báltico a 75 metros de profundidad.

La fiscalía general alemana emitió en junio una orden de arresto sobre un ciudadano ucranio, instructor de buceo, residente en Polonia. Para cuando las autoridades polacas respondieron, esta persona ya no se encontraba en el país. La fiscalía también investiga a un matrimonio ucranio experto en buceo. La policía encontró restos de explosivos, muestras de ADN y huellas dactilares en el barco que el grupo alquiló con pasaportes falsos y que zarpó desde la ciudad alemana de Rostock. El barco fue detectado en las fechas del sabotaje navegando en la zona del siniestro.

Las autoridades ucranias evitan la cuestión, pero Mijailo Podoliak, miembro de la oficina de Zelenski, afirmó el 15 de agosto a Reuters que “Ucrania no tiene nadar que ver” con el sabotaje. Podoliak, como otras fuentes consultadas por este diario, apuntó a una autoría rusa: “Una acción así solo puede llevarse a cabo con una amplia capacidad de recursos técnicos y de financiación. ¿Y quién tenía todo este en aquel momento? Rusia”.

Imagen de la fuga de gas que provocó la explosión en el gasoducto Nord Stream 2, en septiembre de 2022.
Imagen de la fuga de gas que provocó la explosión en el gasoducto Nord Stream 2, en septiembre de 2022. Anadolu (Anadolu Agency via Getty Images)

La primera señal de alarma para Kiev la publicó The New York Times en marzo de 2023: fuentes de los servicios de inteligencia estadounidenses indicaron que “un grupo proucranio” era el responsable del ataque. En aquel artículo se concluía que no había pruebas de que ni Zelenski ni otros altos cargos ucranios estuvieran detrás de ello. Una noticia en The Washington Post en noviembre de 2023 cambió el guion: el coordinador del atentado habría sido un coronel retirado, Roman Chervinski, que daba cuenta de los preparativos a Zaluzhni.

La puntilla la dio el pasado 14 de agosto otro diario estadounidense, The Wall Street Journal: el sabotaje lo ideó un grupo de militares y empresarios que aportaron la financiación. El operativo fue comunicado a Zelenski y a Zaluzhni, según el rotativo. El presidente ordenó frenarlo después de que Estados Unidos lo exigiera: Washington descubrió el complot a través de los servicios secretos neerlandeses. Zaluzhni desobedeció y dio luz verde al golpe contra el Nord Stream.

Inmunidad diplomática

El general, que actualmente es embajador de Ucrania en el Reino Unido, tildó esta acusación en The Wall Street Journal de “mera provocación” y afirmó que es imposible que la llevara a término porque en aquel momento no estaban autorizadas las operaciones militares en el extranjero. El medio estadounidense indica que la policía alemana centra sus pesquisas en Zaluzhni y su equipo. El exjefe del ejército, al ser embajador, cuenta con inmunidad diplomática.

Tanto medios alemanes como The Wall Street Journal han señalado que las autoridades polacas boicotearon la orden de arresto del ciudadano ucranio investigado. August Hanning, exjefe de los servicios secretos alemanes (BND), acusó al Gobierno polaco el 16 de agosto en una entrevista en Die Welt de ser cómplice del sabotaje: “Según la investigación alemana, [la acción] fue llevada a cabo por un equipo ucranio, y si miramos el mapa, vemos que solo es posible con el apoyo de Polonia”. “Estas decisiones no se toman a nuestro nivel”, añadió Hanning, “se toman al más alto nivel político, y creo que hubo un acuerdo entre Zelenski y [Andrzej] Duda [presidente polaco] para realizar el ataque”.

El primer ministro polaco, Donald Tusk, reaccionó con un mensaje en la red social X: “A todos los promotores y patronos del Nord Stream 1 y 2 [son dos gasoductos], la única cosa que deben hacer es pedir perdón y callar”.

Críticas a la prensa

Hanning dirigió el BND durante los años de Gobierno del canciller Gerhard Schröder, principal responsable por la parte alemana de la construcción del Nord Stream. Schröder es uno de los pocos aliados que todavía tiene Putin en la Europa occidental. Oleksiy Melnik, codirector del centro ucranio Razumkov de estudios de política internacional y seguridad, señala estos precedentes para desautorizar las palabras de Hanning. “Los periodistas deben mirar primero quién se benefició política y económicamente del Nord Stream”, subraya este destacado analista ucranio a EL PAÍS.

Melnik concede que la fiscalía alemana “puede tener indicios” sobre la pista ucrania, pero él lo descarta porque es “prácticamente imposible que [el equipo de buzos investigado] pudieran realizarlo técnicamente”. Melnik esgrime esta valoración a partir de los datos aportados por Mijailo Gonchar, presidente del Grupo Strategy XXI, experto de referencia ucranio en materia de seguridad y energía, consultado por este diario. “Lo que han descrito estos narradores de historias de medios occidentales al estilo de las novelas de Tom Clancy no existió”, sentencia Gonchar.

En los medios de Ucrania se ha tratado poco el asunto, señala Melnik, que considera que en las fuentes anónimas que citan los periodistas de otros países puede haber filtraciones interesadas del Kremlin. Un artículo publicado el 16 de agosto por el medio ucranio Espresso acusaba a la prensa estadounidense de seguir el juego a Rusia “para denigrar a Ucrania y presentarla como terrorista”. El artículo llega a plantear que la presidenta del Estado de Mecklemburgo-Pomerania —desde donde zarpó el barco investigado—, la socialdemócrata Manuela Schwesig, está detrás de un posible atentado con falsa bandera para reactivar la importación de gas ruso y obtener beneficios económicos de ello.

“Los expertos ucranios deben aportar argumentos en el extranjero porque hay un problema, porque la publicación de estas noticias busca debilitar a Ucrania en el escenario internacional y presentarla como un Estado terrorista”, secunda Melnik. Gonchar resalta que “los autores [periodísticos] de la pista ucrania no entienden cómo funciona la estructura vertical de la Administración estatal, el mando militar y la dirección de los servicios secretos ucranios, por eso su versión es incorrecta”. “El comandante en jefe las Fuerzas Armadas Ucranias no tiene bajo su mando estas fuerzas especiales que hipotéticamente podrían llevar a cabo este sabotaje”, dice Gonchar.

Algo parecido afirma Melnik: “Si suponemos en el muy hipotético caso que hubiera sido Ucrania, la decisión se debería tomar desde el más alto nivel político, porque es una operación en el exterior y porque los servicios de inteligencia (GUR) dependen del Ministerio de Defensa, que no son subordinados del ejército”. Ninguna de las informaciones periodísticas ni tampoco la fiscalía alemana señalan al GUR.

Zelenski contra Zaluzhni

Zelenski solo ha hablado una vez sobre el Nord Stream; lo hizo brevemente en una rueda de prensa en marzo de 2023 para negar cualquier responsabilidad ucrania. EL PAÍS ha solicitado la valoración para este artículo de dos asesores de la oficina del presidente, pero han descartado participar. Una fuente próxima a Zelenski, a condición de mantenerse en el anonimato, está convencida de que, efectivamente, el sabotaje es de autoría militar ucrania, pero que el jefe de Estado no tiene nada que ver con ello: “Lo sucedido se planeó hace tiempo. La agencia militar que lo planificó no lo compartió con la oficina del presidente. Se empezó a planificar con el anterior presidente [Petro Poroshenko] junto a otras dos operaciones”. Esta fuente asegura que los militares “desconfiaban” del equipo de Zelenski porque su mano derecha, Andrii Yermak, impidió una de estas operaciones secretas, el secuestro en 2020 de miembros del grupo de mercenarios Wagner en un vuelo de Bielorrusia a Venezuela.

Esta fuente también recuerda que “la oficina de Zelenski no ha tenido la confianza del estamento militar”, y que la situación ha cambiado con el nuevo comandante en jefe, Oleksandr Sirski. El presidente nombró a Sirski como jefe del ejército el pasado febrero tras meses de múltiples desencuentros con Zaluzhni.

Melnik asegura que las acusaciones sobre el Nord Stream no tuvieron influencia en la ruptura entre Zelenski y el general: “El distanciamiento fue más político, porque Zaluzhni gozaba de una popularidad que podía hacer sombra a Zelenski. Y Zaluzhni tenía sus ideas, no es alguien que obedezca siempre con un señor, sí, señor”. El codirector del centro Razumkov admite que “definitivamente hay un riesgo de daño de las relaciones con Alemania”, con el segundo aliado en ayuda militar de Ucrania, con la mayor potencia de la UE, “pero de momento no es un asunto que se haya tratado al más alto nivel”.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.
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