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Europa se vuelca en contener el empuje del espionaje de Rusia y China

Una serie de detenciones en varios países evidencia el incremento de la actividad de inteligencia de los dos regímenes en el continente y el refuerzo de la vigilancia sobre ellos

Macron recibe a Xi Jinping
El presidente francés, Emmanuel Macron, y la presidenta de la CE, Ursula von der Leyen, acompañan al presidente chino, Xi Jinping, en el palacio del Elíseo de París el pasado 6 de mayo.Gonzalo Fuentes (REUTERS)

El arresto fue rápido. En apenas unos minutos, el 18 de abril, un comando policial se llevó a Dieter S. de 39 años, de su apartamento en el distrito de Bayreuth, en Baviera. Minutos después, no demasiado lejos del centro de la bucólica localidad alemana, a orillas del Meno Rojo, otro grupo detuvo a su presunto cómplice: Alexander J., de 37 años. Ambos, ciudadanos germano-rusos, llevaban meses bajo investigación por espiar para el Kremlin. Están acusados de conspirar para atacar centros militares y logísticos por encargo de Rusia, en otro de los casos que ha sacudido Alemania, uno de los mayores proveedores de ayuda militar a Ucrania para defenderse de la agresión rusa e importante ruta logística. El país se ha convertido en uno de los principales objetivos de las operaciones clandestinas rusas en Europa y un objetivo prioritario del espionaje de Moscú.

Precisamente en Alemania, pocos días después, en la noche del 22 de abril, la policía detuvo en Dresde a Jian Guo, ciudadano alemán de 43 años y origen chino que desde 2019 trabajaba como asistente de un europarlamentario de la formación ultraderechista AfD, Maximilian Krah. Los fiscales le acusan de “un caso especialmente grave de espionaje por un servicio secreto extranjero”. Creen que Guo transmitía a China información acerca de las negociaciones y procesos en la Eurocámara y además espiaba a disidentes chinos en Alemania.

Los dos episodios son representativos de una amplia cadena de operaciones de contraespionaje para desactivar presuntas operaciones de los servicios de inteligencia de Rusia y China que se han producido recientemente en varios países de Europa, entre ellos el Reino Unido, Bélgica, Polonia y Austria, además de Alemania. Se trata de una faceta de gran relevancia en el marco de unas relaciones cada vez más turbulentas de Europa con esos dos regímenes autoritarios: confrontación indirecta con Moscú; competición estratégica tensa con Pekín.

Rusia, para la que las herramientas de guerra no convencional —como el espionaje, los sabotajes, las campañas de desinformación o los ciberataques— son cruciales, reconstruye sus redes en Europa. Los servicios de inteligencia del Kremlin —que habían sembrado bien en Occidente, colocando en puestos clave a diplomáticos, periodistas y también con ciudadanos anónimos con excelente cobertura— recibieron un duro golpe al inicio de la guerra a gran escala sobre Ucrania, cuando los Estados miembros de la UE expulsaron a unos 600 diplomáticos rusos. Fuentes de inteligencia creen que unos 400 eran espías.

El eurodiputado alemán de AfD Maximilian Krah, en Magdeburg (Alemania)
El eurodiputado alemán de AfD Maximilian Krah, en Magdeburg (Alemania), cuyo asistente Jian Guo fue detenido el pasado abril por espionaje. ANNEGRET HILSE (REUTERS)

Ahora, con sus agencias de inteligencia reestructuradas, con nueva jefatura en unidades clave, métodos más modernos y una colaboración cada vez más habitual con organizaciones criminales, que sustituyen en ocasiones a los comandos de inteligencia militar que en otra época llegaban desde Rusia, el Kremlin intensifica sus operaciones en Europa. Los servicios de espionaje de varios países europeos advierten de que Rusia ha entrado en una nueva fase de la guerra política contra Occidente y también aceleran sus operaciones de contrainteligencia. Como la que destapó a Dieter y a Alexander.

China, por su parte, recoge hoy los frutos de décadas de progresivo fortalecimiento de sus servicios secretos. Los utiliza a fondo para perseguir sus objetivos clave, que son asegurar la estabilidad en el poder del Partido Comunista y avanzar hacia una posición de primacía global. Para ello, con operaciones cíber o humanas, recolecta información secreta y lleva a cabo intentos de interferencia. El caso del asistente del eurodiputado es especialmente emblemático de los objetivos —la voluntad de evitar que la UE cierre filas, con EE UU en una política desfavorable para Pekín, así como el control de posibles disidentes en territorio europeo— y de los métodos, el uso como agentes de miembros de la diáspora bien integrados y una provechosa penetración en gremios ultraderechistas eurófobos.

El espionaje es un fenómeno generalizado. No solo China y Rusia espían en Europa. Por supuesto, los países europeos también espían en otros lugares. Pero la reciente ola de casos aflorados en Europa y vinculados con Pekín y Moscú apunta a un fenómeno preciso, el aumento de la actividad de espionaje y contraespionaje relacionados con esos dos países en un contexto muy tenso.

Rusia

Los casos de espionaje ruso, sabotajes, ciberataques y topos se multiplican en toda Europa. “Estamos siendo testigos del regreso de los servicios de inteligencia rusos al campo de juego europeo”, asevera Jan Pad’ourek, director general de Seguridad Interior del Ministerio del Interior de la República Checa y exsubdirector del Servicio Checo de Inteligencia Exterior (UZSI). El alto cargo, uno de los grandes expertos en Europa central y del este en redes rusas, explica que las agencias de Moscú se han recuperado de las expulsiones y del shock de que la invasión a gran escala no saliera según lo planeado y están “explorando” otras formas de cumplir las órdenes y tareas del Kremlin. “Están adaptando su modus operandi en el nuevo entorno más hostil”, añade a través de correo electrónico.

Entre las actividades de los agentes a sueldo de Moscú está espiar a Occidente, rastrear envíos de armas a Ucrania o desestabilizar a la UE y eslabones débiles del continente —como Georgia o Moldavia—, sembrar la división, el desencanto sobre Kiev y amplificar la eurofobia a través de campañas de propaganda y desinformación. Todo ello, también valiéndose de agentes de influencia, desde políticos a tertulianos de televisión, columnistas de medios de comunicación y celebridades de redes sociales, describe un informe de inteligencia europeo al que ha tenido acceso EL PAÍS. En las últimas semanas, han aflorado también varias investigaciones a eurodiputados, sobre todo de ultraderecha, sospechosos de actuar como agentes de influencia de Moscú.

Además, advierten, están incrementando sus campañas de ciberataques y sabotajes en toda Europa; algo especialmente preocupante en este superaño electoral, con comicios al Parlamento Europeo en junio y paso por las urnas en Bélgica, Croacia, Austria, Lituania y Rumania. Para Rusia, se trata de una gran guerra de espionaje, coinciden fuentes de inteligencia de tres países aliados de la OTAN.

Los perfiles son diversos y amplios. En el Reino Unido, las autoridades han acusado a un ciudadano británico de incendiar un almacén vinculado a la ayuda a Ucrania que se sospecha que está a sueldo de Moscú. A principios de año, los servicios de seguridad de Estonia arrestaron a una docena de jóvenes sospechosos de trabajar para la inteligencia rusa, que se cree fueron reclutados a través de canales de la red de mensajería Telegram. Tallin cree que los acusados recibieron dinero por vandalizar monumentos y el coche del ministro del Interior y de varios periodistas. El objetivo del Kremlin con esa operación, afirma el director general del Servicio de Seguridad Interna de Estonia, Margo Palloson, era “desestabilizar” al pequeño país báltico fronterizo con Rusia y crear tensión.

En Polonia, en abril, las autoridades detuvieron a un hombre sospechoso de recopilar para Rusia datos del aeropuerto de Rzeszów, punto logístico clave para acercar material a Ucrania y lanzadera a ciudades de Europa de altos cargos del Gobierno de Volodímir Zelenski. Las autoridades creen que el detenido, Pawel K., ciudadano polaco, forma parte de un complot del Kremlin para asesinar al presidente ucranio.

“Están utilizando el menú completo: desinformación, captación de personas clave y violencia”, remarca Pad’ourek. “Uno de los objetivos es abrumar a los servicios de seguridad occidentales que tienen una capacidad limitada, además de que respetamos las leyes de procesamiento”, señala. Los Estados miembros de la UE son ahora “más activos y menos ingenuos” y han aumentado el contraespionaje. Aunque lleva mucho tiempo y dinero.

Cada vez que aflora un caso, Rusia se apresura a negarlo. Son “acusaciones infundadas”, dijo hace unos días el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, tras uno de los últimos escándalos.

“La red de inteligencia exterior de Rusia parece haber regresado con venganza”, señala Irina Borogan, periodista rusa e investigadora de los servicios de espionaje del Kremlin. En un extenso informe que firma con Andrei Soldatov, la experta describe la reestructuración y la “reordenación” de las tres agencias de espionaje rusas: la de inteligencia exterior (SVR), inteligencia militar (GRU) y seguridad interior (FSB), que antes de la invasión tenían competencias particulares que ahora se han desdibujado.

Las tres agencias de Rusia buscan ahora activos que puedan viajar libremente por Europa sin levantar sospechas. Así, recluta en el exterior entre la diáspora, por ejemplo, o entre los estudiantes rusos en países europeos, para los que además es “más sencillo” espiar a exiliados, describen varias fuentes de inteligencia. También, apuntan, recurre a ciudadanos rusos que tienen a la vez ciudadanía de algún Estado miembro de la UE, con permisos sólidos —hay una gran cantidad en países que disponen, por ejemplo, de los visados dorados o incluso de pasaportes dorados a cambio de comprar propiedades—, o a ciudadanos de países que durante años han sido afines a Moscú.

Guerra de Rusia en Ucrania
Un vehículo policial traslada a dos presuntos espías que intentaban sabotear el suministro de armas de Alemania a Ucrania en Karlsruhe (Alemania), el pasado abril.RONALD WITTEK (EFE)

Es el caso de los búlgaros. En los últimos meses, el Reino Unido ha destapado una red de ciudadanos de ese país que espiaba para el Kremlin. El grupo, en el que había desde un luchador de sambo (un arte marcial rusa) a una esteticista especializada en pestañas, está acusado de recopilar información y de ayudar a Rusia a llevar a cabo acciones hostiles contra objetivos en el Reino Unido y la UE, incluidos posibles secuestros.

Parte del aumento de las operaciones rusas en Europa se debe al proceso de reestructuración y a la nueva estrategia de una de sus agencias, el GRU. Tras varios golpes contra uno de sus grupos más violentos, la Unidad 29155, que estuvo detrás del envenenamiento del exespía ruso Serguéi Skripal en suelo británico en 2018, y en el foco de investigaciones periodísticas que destaparon a varios de sus agentes, el GRU determinó una nueva política más discreta.

Creó un nuevo grupo, el “servicio para actividades especiales”, a cargo del antiguo jefe de la unidad 29155, Andréi Averyanov, trasladó su centro de entrenamiento que antes se hacía en las instalaciones habituales del GRU a casas seguras, prohibió que los espías llevaran sus propios teléfonos móviles, según describe un extenso estudio de Royal United Services Institute (Rusi), elaborado a través de documentos obtenidos de los servicios especiales rusos y entrevistas a agencias europeas. Además, mientras antes la mitad de sus miembros llegaba desde las fuerzas especiales de Rusia, Spetsnaz, ahora buscan reclutar a personas sin experiencia militar para dificultar su identificación a través de bases de datos filtradas o fotos antiguas, remarca el informe del Rusi.

También están creando otra unidad, 56654, en la que buscan la “legalización total”, una red de personas sembrada en empresas pantalla, funcionarios en ministerios que no tienen que ver con defensa o en empresas privadas. Además, dicen los investigadores del Rusi, el GRU se está centrando en captar a estudiantes extranjeros que estudian en universidades rusas, pagando pequeños sueldos a estudiantes de los Balcanes, África o Latinoamérica.

Y para donde no llegan sus redes, el Kremlin ha incrementado su colaboración con organizaciones criminales, dicen fuentes de inteligencia occidental: búlgaras, serbias, armenias. Uno de esos casos es el de Artem Uss, un empresario ruso muy cercano al Kremlin, detenido el año pasado en el aeropuerto de Milán por una orden internacional contra él emitida por Estados Unidos. El empresario, de 40 años, fue puesto bajo arresto domiciliario en su villa de lujo en el norte de Italia, con una pulsera localizadora en el tobillo y manteniendo el derecho a recibir visitas y la capacidad de usar internet y el teléfono, en espera de su extradición a Estados Unidos, donde se enfrentaba a cargos penales por blanqueo de dinero y violar las sanciones sobre tecnología militar y petróleo. Uss y el Kremlin aseguraron que su arresto se debía a “motivos políticos”.

El empresario pasó unos pocos días en su mansión italiana. Un comando criminal serbio le ayudó a escapar, desactivó la pulsera, y le llevó —con varios cambios de coche y cruces de fronteras incluidos— hasta Serbia, donde cogió un vuelo de vuelta a Moscú, según fuentes conocedoras del caso, del que informó WSJ. “¡Estoy en Rusia!”, dijo solo una semana después Uss a la agencia estatal rusa RIA Novosti. “En estos últimos días particularmente dramáticos tuve a mi lado gente fuerte y confiable”, añadió.

China

La detención del presunto espía Jian Guo en Dresde se produjo el mismo día en el que, también en Alemania, fueron arrestadas tres personas sospechosas de haber filtrado a Pekín tecnología con aplicaciones militares. Ese mismo día, en el Reino Unido, dos personas fueron imputadas por espiar para China, incluida una que había trabajado como asistente parlamentario de un diputado tory. Pocas semanas antes, medios belgas aportaron evidencias de aparentes pagos de China a un diputado regional de la formación ultraderechista flamenca Vlaams Belang. Esta semana tres personas acusadas de espiar para Hong Kong comparecieron en un tribunal británico, mientras el Ministerio de Exteriores del Gobierno de Sunak ha convocado al embajador chino para quejarse de las actividades de espionaje. ¿Qué está ocurriendo?

Pekín responde habitualmente sosteniendo que las acusaciones no tienen fundamento. Las fuentes consultadas para esta información en las últimas semanas coinciden, en cambio, en destacar tres elementos clave para interpretar esta oleada de casos: el notable incremento de las capacidades de espionaje chino que le permite una creciente actividad; un reforzado interés de Pekín en Europa en consideración de varias circunstancias geopolíticas, y el refuerzo de las actividades de contraespionaje europeas en un contexto de mayor concienciación de los riesgos vinculados con el espionaje chino.

“Mi evaluación es que el incremento de casos se debe a diferentes factores. Uno de ellos es que China ha estado aumentando masivamente sus actividades de espionaje extranjero en los últimos 10, 20, 30 años”, dice Michael Kovrig, asesor sénior de International Crisis Group (ICG) especializado en China y anteriormente diplomático canadiense que estuvo en misión en ese país. “Los servicios de inteligencia chinos, especialmente en la última década, han recibido muchos más recursos. Tienen más dinero y más personal, y ahora son algunos de los servicios de inteligencia más grandes, mejor equipados y capaces del mundo. Entonces, a medida que sus capacidades han aumentado, sus actividades en el extranjero también lo han hecho”, prosigue el experto.

Kovrig fue detenido en Pekín en 2018 con acusación de espionaje cinco días después de que Canadá arrestara a una directiva de Huawei a petición de EE UU. En ese entonces había dejado el servicio exterior canadiense y trabajaba ya para ICG. Kovrig y Canadá niegan rotundamente la acusación. Más de dos docenas de diplomáticos de varios países trataron de asistir al juicio secreto puesto en marcha contra él, según informó entonces The New York Times, en un gesto de solidaridad. Kovrig fue liberado, tras intensas negociaciones, en 2021.


El aumento de capacidades del que habla Kovrig ha inducido el comité de inteligencia y Seguridad del Parlamento británico a considerar, en un informe publicado en 2023, que “con toda probabilidad China mantiene el aparato de inteligencia estatal más grande del mundo”.

No es solo una cuestión de cantidad. “Hoy en día, los servicios de inteligencia chinos son casi tan buenos como los mejores servicios del mundo. No están exactamente en el mismo nivel, pero están progresando y se están acercando a los métodos operativos de Rusia y los servicios europeos”, dice Paul Charon, director del sector servicios de inteligencia, anticipación y estrategias de influencia del Instituto de Investigación Estratégica de la Escuela Militar francesa.

Charon apunta a una serie de episodios para evidenciar la creciente sofisticación de los servicios chinos, desde haber logrado infiltrarse en los servicios de seguridad de la presidencia de Taiwán hasta conseguir engañar a EE UU con un doble agente aparentemente taiwanés. En el dominio cíber, el experto desmiente la extendida imagen de unos servicios que recolectan datos en bulto pero con poca precisión. “Es completamente falso. Apuntan a información de muy alto valor añadido”. Ello no significa que no sigan cometiendo errores graves, como el de un agente detenido en Bruselas en 2018 que tenía un móvil personal iPhone, además del de servicio, en el que almacenaba información sensible que pudo ser obtenida por EE UU cuando fue extraditado.

La acción de los servicios chinos responde a los que son, según los expertos, los dos grandes objetivos estratégicos del Partido Comunista chino: garantizar su estabilidad en el poder y afianzar a China como gran potencia global. Estados Unidos es su foco principal, pero Europa tiene alto interés, como socio de Washington y por su propio peso económico tecnológico.

El presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo chino, Xi Jinping, participan en la ceremonia del té en Pekín (China) el pasado jueves.
El presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo chino, Xi Jinping, participan en la ceremonia del té en Pekín (China) el pasado jueves. Mikhail Metzel (via REUTERS)

En ese marco actúan en tres grandes líneas, según Charon. Por un lado, hay operaciones de espionaje cuyo objetivo es la recopilación de inteligencia en materia política o de secretos tecnológicos que impulsen las capacidades chinas. En segundo lugar, hay operaciones de represión contra los enemigos del régimen, conocidos en la jerga de las autoridades chinas como los cinco venenos: independentismo taiwanés, tibetano, uigur, disidencia democrática y Falun Gong. En tercer lugar, las operaciones de interferencia en la gran batalla global de narrativas.

En el plano geopolítico, Kovrig describe así los objetivos que la inteligencia china busca apuntalar con sus operaciones: “El Partido Comunista Chino percibe cada vez más a Occidente como hostil, como una amenaza y un rival. Y está buscando cada vez más la dominación en el sistema internacional. Quiere desplazar a EE UU como país más poderoso. Entonces, quiere crear divisiones entre los países occidentales, dividir a Europa de los Estados Unidos y generar divisiones entre los Estados europeos para evitar cualquier consenso fuerte en contra de los objetivos de China”.

Helena Legarda, analista de Defensa y Política Exterior del Instituto Mercator para estudios sobre China, apunta lo siguiente: “A nivel geopolítico lo que se percibe ahora mismo es bastante interés de China por Europa. Considero que Pekín está intentando hacer varias cosas. Primero, ver cuántas grietas puede encontrar que pueden ser explotables en la Unión Europea o en la OTAN con el objetivo de, sobre todo dentro de la Unión Europea, intentar ralentizar la agenda política de reducción de riesgos por excesiva dependencia. Otro de los objetivos es intentar convencer a Europa de que le conviene acercarse a China, de que a las dos partes les interesa retomar unas relaciones un poco más positivas y más estables, porque puede que Donald Trump vuelva a la Casa Blanca después de las elecciones en noviembre, y entonces Europa se vería afectada”.

En el marco geopolítico también se inscribe la batalla de narrativas. Charon describe una evolución en este segmento. “Antes, China buscaba principalmente difundir una imagen positiva de sí misma. Esto ha cambiado en los últimos años. Ahora, los medios son mucho más coercitivos. Hoy en día, China continúa promoviendo un discurso positivo sobre sí misma, pero además propaga un discurso negativo que busca dañar a ciertos objetivos. Entre ellos también se incluyen valores liberales. Por ejemplo, hay una crítica constante al liberalismo, la democracia, los derechos humanos, cuya universalidad es rechazada”, dice el experto.

China y Rusia convergen, en declaraciones públicas, en un intento de reformular el orden global de una manera que busca la relativización de conceptos como democracia o derechos humanos que, según afirman, no son valores universales con una única acepción, sino que deben ser conjugados según las circunstancias de los distintos países.

La reacción europea es sustancial. “En los últimos años ha habido una toma de conciencia sobre el activismo chino y la necesidad de combatirlo”, dice Charon. “Hemos visto a los servicios de inteligencia europeos reasignar recursos que antes se dedicaban a la lucha contra el terrorismo. El contraespionaje a Rusia y China está ganando fuerza. Cuando se les vigila más de cerca, se descubren más operaciones”.

El esfuerzo es titánico. El informe de la comisión parlamentaria británica señala que las dimensiones de la actividad china y los limitados medios disponibles para su vigilancia obligan a seleccionar prioridades. Si los servicios británicos, entre los mejores del mundo, se ven en dificultades, es de pura lógica intuir lo desbordado que deben de estar otros menos capacitados. “Rusia e Irán plantean amenazas inmediatas, pero China es el desafío que define nuestra época”, dijo esta semana en un discurso Anne Keast-Butler, directora del GCHQ, una de las agencias británicas.

La estructura del espionaje chino es compleja, con servicios organizados en tres grandes ramas, que corresponden a las tres ramas del sistema político chino: Partido, Estado, Ejército, según explica Charon. Luego hay un complejo entramado de departamentos territoriales que a veces dificulta la coherencia de acción.

Dos elementos otorgan gran potencial a esos servicios: China cuenta con al menos 10 millones de ciudadanos nacidos en su territorio que viven en el extranjero, y unos 60 millones si se incluye su descendencia. Ellos constituyen una enorme bolsa en al que poder reclutar. En paralelo, las capacidades de ciberespionaje avanzan con la fuerza que otorga el gran progreso tecnológico. Un reto descomunal.

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