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Los tentáculos del espionaje chino captan a la extrema derecha belga

Miembros del Vlaams Belang, el partido ultra con mayor intención de voto en la región flamenca del país, recibieron pagos durante años de la inteligencia de Pekín

Filip Dewinter
Filip Dewinter, durante una sesión plenaria del Parlamento belga en Bruselas, el 27 de marzo.Dirk Waem (Belga Press / ContactoPhoto)
Silvia Ayuso

El 7 de enero, el líder del partido de extrema derecha flamenca Vlaams Belang (VB), Tom Van Grieken, llegó tarde a la fiesta de año nuevo de su formación. “Siento el retraso, en mi agenda tenía apuntado el 10 de enero, pero ese es el año nuevo chino, claro”, ironizó en referencia al escándalo en torno a uno de sus miembros, Frank Creyelman, expulsado tras conocerse que durante años recibió dinero de Pekín. Apenas tres meses después de ese caso, que salpicó también a otro diputado del VB y hermano de Creyelman, que aun así sigue militando en el partido xenófobo, las bromas se han frenado en seco ante nuevas revelaciones acerca de Filip Dewinter, otro histórico de la formación ultra y vicepresidente del Parlamento flamenco que también cobró durante años de la inteligencia china.

Un espía chino expulsado del país en 2017 pagó a Dewinter, entre otros, para que lo ayudara a establecer contactos con políticos europeos de extrema derecha. La noticia ha coincidido con otra novedad llegada desde Washington que pone de relieve los esfuerzos de Pekín por infiltrarse en democracias occidentales: casi al mismo tiempo que los medios flamencos Apache y Humo revelaran los tejemanejes chinos del político ultra belga, el Departamento de Justicia estadounidense anunciaba la imputación de siete ciudadanos de la misma nacionalidad acusados de piratería informática para el servicio de inteligencia de su país. Actuaron durante años contra empresas y funcionarios gubernamentales de EE UU, pero también contra decenas de parlamentarios de otros países que apoyan a disidentes chinos o movimientos pro-democracia en el país.

Entre los políticos atacados figuran al menos dos eurodiputados y también un diputado federal belga, Samuel Cogolati. El ecologista es uno de los 10 europeos sancionados por China en 2021 en respuesta a las sanciones de la UE por la situación de la comunidad uigur y lleva años denunciando la injerencia del gigante asiático en Bélgica. “Me da miedo que Europa despierte demasiado tarde ante estas injerencias”, dice Cogolati en conversación telefónica.

Las nuevas revelaciones de los estrechos vínculos de políticos del Vlaams Belang con la inteligencia china llegan, además, en momentos en que Bélgica afronta un desafío electoral doble en poco más de dos meses: el 9 de junio se celebrarán, además de las elecciones europeas, las propias a nivel regional y federal. El VB es el partido con mayor intención de voto en la región flamenca, la más rica y poblada del país.

A mediados de diciembre, Le Monde, Financial Times y Der Spiegel revelaron que Frank Creyelman recibió pagos al menos durante tres años (entre 2019 y 2022) de China para influir tanto a nivel belga como europeo en cuestiones sensibles para Pekín, como la situación de la minoría uigur o las manifestaciones prodemocráticas en Hong Kong. Los señalamientos, que llevaron al VB a expulsar al exsenador, salpicaron también a su hermano, el diputado federal Steven Creyelman, que tuvo que dejar la presidencia de la comisión parlamentaria de Compras Militares. Pero sigue militando en el partido ultra, igual que Dewinter, que se niega a renunciar a su puesto como vicepresidente del Parlamento flamenco.

“Inaceptable”

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“Es inaceptable”, denuncia Cogolati. Para el servicio de seguridad del Estado belga (VSSE), el caso de Frank Creyelman es un “ejemplo perfecto” del modus operandi de la inteligencia china, a la que la seguridad belga tiene también en el radar desde hace tiempo por sospechas de espionaje económico: “Servicios ofensivos como los de China juegan con el ego y utilizan motivaciones ideológicas o financieras para persuadir a individuos a que cooperen con sus actividades de interferencia”, señala el VSSE en su informe anual, publicado en enero. Ese mismo mes, la Fiscalía belga anunció la apertura de una investigación judicial contra Frank Creyelman. Para Cogolati, que intentó en vano que también se actuara judicialmente contra su hermano, al menos ahora se debe responder de manera contundente ante el nuevo escándalo chino del VB.

“Hay que abrir con urgencia una investigación judicial por injerencia y espionaje contra Dewinter, no podemos aceptar que un parlamentario elegido para representar los intereses belgas se haya vendido a una potencia extranjera como China”, reclama Cogolati. “Tenemos el desafío de proteger las elecciones; si no, los que decidirán a quién enviamos a nuestros parlamentos pronto serán China y Rusia”, alerta.

Uno de los problemas reconocidos en Bélgica ante el espionaje es lo poco a lo que quien lo cometía se arriesgaba hasta ahora por ello: en 2018, Oswald Gantois, un veterano diplomático belga, reconoció haber espiado durante más de dos décadas para los servicios secretos rusos. Debido a un código penal anticuado, solo fue condenado a un año de cárcel. En medio de las acusaciones al VB, el Parlamento belga acaba de dar su visto bueno a una reforma que endurece las penas por espionaje e injerencia extranjera, que podrán ser castigadas con hasta 10 años de prisión. El cambio, no obstante, llega demasiado tarde para los casos ahora bajo la lupa.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.
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